Poemas de amor, de soledad, de esperanza de
Francisco Álvarez Hidalgo
Ayer y hoy, tú

Índice

Sonetos:
Conciencia Sonámbula En pie de guerra Espejo En quince años o veinte
Poemas:
Nochebuena Sin saber dónde vamos
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Breverías

1426
En el robledal te espero sobre la hierba crecida, sobre la hierba tendida y alejada del sendero; sin testigo pregonero de lo que no le interesa; tú, ven, acércate y besa, que mi fruto ha sazonado y espera sólo el bocado sin importarle la mesa.

1427
Nunca he mirado sin pasión lo bello, pues la neutralidad es apatía; no puedo ser indiferente a aquello que afecta a mi razón… o anatomía.

1428
Naciste del dolor, del que yo tuve hilvanando tristeza y soledades en las sendas absurdas en que anduve, entre repudios y deslealtades. Y del que tengo ahora, incertidumbre de cuanto el cielo nos dará mañana, tal vez una remesa de costumbre, abandono tal vez, tal vez desgana.

1429
No puedo amarte en paz, en armonía, porque el amor siempre es beligerancia, es lucha contra el tiempo, que porfía en ajar rosas y alargar distancia.

1430
Se me ha roto la luz de la memoria y con las manos extendidas ando, en una, mortecina palmatoria, en la otra, la actitud exploratoria de quien entre las sombras va buscando. Aunque en la nave de esta mente oscura se hayan perdido formas y colores, percibo la aromática frescura y la sinuosidad de tu figura, que transmite a mis dedos sus temblores.

Sonetos

1383 - Conciencia
Yo no voy solo, me acompaña erguida la sombra de mi sombra, transparente, imperceptible a los demás, presente en cada huella de mis pies nacida. Compañera espectral, reconocida por su obstinada voz, tan convincente, y su penetración clarividente de cada aspecto oscuro de la vida. No sé cuál es su nombre o por qué avanza siempre a mi ritmo en íntima alianza de impedimento, límite y precepto. La escucharé…, pero si se inmiscuye en este amor que entre nosotros fluye, su voz será murmullo sin concepto.
Los Angeles, 13 de diciembre de 2005
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1384 - Sonámbula
Abres los labios, la palabra brota desnuda de intención, de pensamiento, como si el alma en súbito aislamiento se hubiera desangrado gota a gota. Eres, pero no estás; arpa remota de cuerdas en sosiego soñoliento, péndulo de reloj sin movimiento, velero que no avanza, sólo flota. Hablas, y no hay palabras, sino muecas, miras, y quedan tus retinas huecas, caminas, y no sabes dónde vas. Es tu entorno de ayer, no de este instante; hoy te absorbe el recuerdo del amante que arropa en niebla todo lo demás.
Los Angeles, 14 de diciembre de 2005
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1385 - En pie de guerra
He tocado gentil, someramente, la curva de tus labios, la mejilla, el arco que se inicia en la barbilla concluyendo en el pecho…¡Qué elocuente la respuesta callada, transparente, que al fondo intenso de tus ojos brilla! Y he seguido tocando. Mi escuadrilla de inquietos dedos tórnase envolvente. Firme avance global, sin resistencia, banderas blancas por doquier, urgencia de rubricar la capitulación. Más que sometimiento ha sido ofrenda, mansa agresividad, justa contienda. Duerman las armas. Pacificación.
Los Angeles, 14 de diciembre de 2005
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1386 - Espejo
Sueña el espejo que será ventana por donde irrumpirá la luz del día, pero entrarán nostalgia y fantasía, una de ayer y la otra de mañana. Al contemplar la imagen, se engalana la mente de recuerdos, se desvía hacia la creación de una utopía, y la belleza de hoy se deshilvana. Yo te guardo encerrada en el espejo que tiempo atrás me transmitió el reflejo de tus facciones y expresión radiante. No quiero que te añadas ni te quites, sin cambios te prefiero, y que ejercites los atributos que verás delante.
Los Angeles, 19 de diciembre de 2005
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1387 - En quince años o veinte
Joven bohemio yo, pisé tu aldea, forastero casual, sin pretensiones; vi geranios en todos los balcones, humo azulado en cada chimenea. El trigal en la brisa era marea sobre estelas que hicieran en terrones quillas de arados, no de galeones; la quietud era un don, no una tarea. Y tú, chiquilla de las trenzas de oro, con otras niñas salmodiando a coro canciones de piratas agresores. Miré tus ojos y me dije: Un día, en quince años o veinte, serás mía… Y a eso vengo hoy, en voluntad de amores.
Los Angeles, 20 de diciembre de 2005

Poemas

Nochebuena
Ni el hogar opulento, cuyo patio es enjambre de siervos adobando al fuego una ternera; ni el mesón del camino, que ofrece al caminante sólida cena, cama e intervalo en la senda. Un establo ruinoso será en la fría noche albergue transitorio de la joven pareja; él, benévolo mozo, y ella, grácil muchacha, con un hijo en el vientre hacia el fin de la espera. Pudo haber sido alcoba del palacio de Herodes, al calor del brasero, vanidad de oro y seda, o aposento en la villa de Caifás, o la casa de un doctor fariseo que la Ley interpreta. Pero el Hijo del Hombre no es hijo de los grandes, y se hará el más pequeño; los hijos de la tierra, los que sudan y sufren, el labrador curtido, el pescador austero, la mujer en la rueca, han de ser sus hermanos, dejarán lo que tienen, y sin volver la vista, marcharán en sus huellas. Por eso ésta es la noche de los destituidos, del hambriento, del huérfano, del que vive en cadenas. Si hoy descendiera el Cristo, no vendría a los antros donde el poder se compra, se vende la conciencia; no a los mármoles turbios de Washington o Londres, no a las crudas Babeles de New York o Bruselas. El Cristo nacería tal vez en Appalachia, donde un país ubérrimo tolera la indigencia; o en la sórdida choza del Congo, de Etiopía, donde los niños mueren de infinita tristeza. ¿Ha fracasado el Cristo? ¿Dónde fue su mensaje de gloria en las alturas y paz para la tierra? ¿No seguimos matándonos, hermanos contra hermanos, inventando pretextos, endiosando la fuerza? Tras los tres años blancos de la misión del Cristo, los dos mil años negros de Judas nos asedian. ¿Dónde está tu victoria, hijo del carpintero? ¿Dejaste tu semilla caer sobre las piedras? En esta larga noche, en esta noche fría, a la luz del recuerdo que hace esta noche buena, silenciemos el terco tictac de los relojes, sin olvidar los males que a nuestro mundo aquejan Y que el Niño nacido en la paz del establo nos devuelva mañana la fe y la fortaleza para cambiar las cosas un poco cada día, para buscar su mano si nos ciñe la niebla.
Los Angeles, 17 de diciembre de 2005
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Sin saber dónde vamos
Ha salido mi brazo ceñido a tu cintura por caminos de ensueños que habrán de sucumbir; pero adorno mis pasos de un poco de locura y un tanto de esperanza para sobrevivir. Porque hay bellas ideas, radiantes fantasías, que aun siendo irrealizables, deben ser proyectadas, si no como objetivos de nuestras energías, como razón y objeto de nuestras escapadas. La partida no siempre presupone remate, sólo exige paisaje, dirección y progreso, un pie que no vacila, un corazón que late, labios que desemboquen en diálogo y en beso. Y también ese brazo que te ciñe y te lleva, sin preguntarse a dónde conducirá el sendero; sin reloj que perturbe, ni ansiedad que se atreva a reclamar contrato de quien es compañero. Déjame que te guíe sin saber dónde vamos, basta saber por dónde, con quién y de qué modo; y si un día fatídico tal vez nos separamos, sea con la certeza de que nos dimos todo.
Los Angeles, 18 de diciembre de 2005
Diseño: Carmen Álvarez
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