Breverías
1536
Ven a mi cuerpo, indaga,
deja libres tus dedos, profundiza,
clava, cruza, naufraga,
no vueles, aterriza…
Cómo tu tacto me revitaliza.
1537
A la primera luz de la mañana,
cuando los ojos casi la divisan
a través de los párpados caídos,
antes que tú los abras, se desgrana
tenue lluvia de perlas que improvisan
la ruta de mi lengua a tus oídos.
En tu blanda quietud, semidormida,
me escuchas, me amas, junto a mí tendida.
1538
Sobre tu altar de sacrificio extiendo
la víctima del tiempo degollado
para un dios al que ya no me encomiendo,
y a quien incienso y oro he denegado;
el tiempo que perdí en templos extraños,
manteniendo servil piras rituales,
a la caza de glorias, tantos años,
que hoy, junto a ti, parecen tan banales.
1539
Dormido estoy, almendro florecido,
pero inmóvil, sin ráfaga de viento;
la nieve de mi flor es el quejido
de quien busca la entrega, y el momento
se niega a aparecer, y así, vestido
de mi blancura, quedo en descontento.
Ah, si tu soplo sobre mí viniera,
qué nevada, fragancia, primavera…
1540
Cuántas veces miramos y no vemos,
por no profundizar con la mirada
más allá del barniz, de la fachada,
que ante nosotros surgen; y perdemos
la realidad más viva, la que aflora
con lentitud de manantial sereno,
pero insistente y claro, sin el freno
del dique que intercepta o le demora.
Sonetos
1538 - Antes y después
Hoy aquí estás; ¿dónde estarás mañana,
o dónde ayer, antes de mí, estuviste?
No sé atajar esta ola que persiste
en auparse a mi playa cotidiana.
Insistente pregunta, caravana
de dudas y porqués que se resiste
a descargar sus fardos; tú les diste
la validez que del dolor emana.
Si pudiera seguirte, caminante
liberado de tanta interrogante,
enraizados los ojos en tus pies,
atento sólo a tu inmediata huella,
vería evaporarse mi querella,
intrascendente el antes y el después.
Los Angeles, 17 de agosto de 2006
1539 - Ciudad sin ti
He vuelto a la ciudad, la tuya y mía,
la de miradas claras, sin motivos,
cuyo donaire nos prendió cautivos
al adoptarla brevemente un día.
Pero esta vez ni el tráfico extendía
sus polícromas líneas, ni festivos
resonaban los bares, ni furtivos
bucaban los amantes hostería.
Hoy la ciudad se perfilaba muerta,
en vacuidad, cerrada cada puerta,
extinguidos rumor y movimiento.
O así me pareció sin tu presencia.
Vuelve otra vez, devuelve la inocencia
a esta ciudad, y extingue mi lamento.
Los Angeles, 18 de agosto de 2006
1540 - Esta rosa
Esta rosa es eterna, no se muere,
ha detenido el tiempo; la mañana,
que su corola abrió, clara y temprana,
aún rige la floresta; se requiere
un tajo de guadaña que ejerciere
su descarga fatídica, inhumana,
sobre el tallo y la luz que le engalana,
y una nueva clepsidra estableciere.
Sólo esa mano descarnada, oscura,
que pone en marcha el tiempo y lo apresura,
logrará sumergirla en agonía.
Mas no será en esta hora silenciosa
de espléndida belleza, y esta rosa
ha de vivir… hasta el final del día.
Los Angeles, 19 de agosto de 2006
1541 - Hacia tu entorno
Mil rostros me rodean; sigiloso,
uno solo me ve, sólo uno veo;
me hablan mil bocas; sólo un ronroneo
de mansa voz altera mi reposo.
Inabordable quedo ante el acoso
de tan turbio, tenaz repiqueteo
de la palabra escrita, que no leo;
tengo mi nuevo libro silencioso.
Estoy solo en la vida y al abrigo
de todo lo demás, porque contigo
tengo cuanto el sentido requiriera
y el alma pueda apetecer o exige;
por eso hacia tu entorno se dirige
esta entidad que soy, sin más espera.
Los Angeles, 19 de agosto de 2006
1542 - Cautivos
Más eres mía cuanto más ausente.
Si intentara explicarlo, no sabría;
como si la radiante luz del día
sólo en la oscuridad fuera evidente.
Si el río es río lo es por la corriente,
fluir, pasar, ausencia, lejanía;
el olmo en la ribera es compañía
del agua que huye inexorablemente.
¿No es el deseo más voraz que el tacto?
A más necesidad, mayor impacto
sobre la posesión que no se alcanza.
Ni del todo te tengo ni me tienes,
y sin embargo, somos dos rehenes
cautivos del amor y la esperanza.
Los Angeles, 20 de agosto de 2006
1543 - Cuánto perdido
Fui desnudado por tus ojos antes
de intentarlo solícita tu mano
a la sombra de abril del avellano,
en silencio y temblores apremiantes.
Éramos dos amigos, caminantes
de largas trayectorias; por el llano
se quebró la barrera, y al temprano
crepúsculo surgieron los amantes.
Aún hoy me azota el pertinaz lamento
de que mi decisión, mi atrevimiento
no hubieran germinado años atrás.
Tan claro en tu mirada era el lenguaje…
Cuánto perdido en el peregrinaje
por las sendas inciertas del quizás.
Los Angeles, 20 de agosto de 2006
1544 - Desaire
El ramo de azahar, nupcial blancura,
como el traje de novia, ¡qué quimera!
Éste rasgado por arisca fiera,
hollado aquél por bota y herradura.
Ella, clamor de piel, blanda ternura,
olvidada en su lecho, forastera,
sin un roce en el seno, en la cadera,
sin un brazo rondando la cintura.
El desaire es chacal rudo, implacable,
es pisotón hostil, inexcusable,
hombre insensible, sin delizadeza.
La novia abandonada es desaliento,
es llanto en soledad; su sentimiento
huirá del corazón a la cabeza.
Los Angeles, 20 de agosto de 2006
1545 - Sombra de idea
También proyectan sombra las ideas,
pero no todas, sino las compactas;
las ambiguas, ilógicas, abstractas,
son humo huyendo de las chimeneas.
Mi percepción de ti, la que recreas
cada día en mi mente, la que impactas
con voluntad y precisión exactas,
da origen a otro tipo de odiseas.
En esta marcha mía por el mundo
existe algo más terso, más profundo,
que esa columna azul que se deslíe.
Tu sombra va a la mía entrelazada,
conectadas las dos a mi pisada
de modo que ninguno se extravíe.
Los Angeles, 21 de agosto de 2006