Breverías
1546
Lo que tengo tal vez no me hace falta,
o no me hace soñar, o no interesa;
lo que espero me impele y sobresalta,
sea vana utopía o fiel promesa.
El libre desvarío de la mente
eclipsa las más firmes realidades;
quiero soñar, soñar, con ese puente
que logre coordinar dos ansiedades.
1547
Impúdicas doncellas, las ideas
transitan, prestas a prostituirse,
desde la capital a las aldeas,
pretendiendo ofrecer al descubrirse;
sólo el escepticismo en sus tareas
de análisis las hace reprimirse.
Duda de cuanto escuches, cuanto adviertas,
que hay pocas cosas plenamente ciertas.
1548
Si espero, me torturo; si no espero,
¿qué sentido le imparto a la existencia?
¿Me habré constituido prisionero
en mi propio confín de incoherencia?
¿Es júbilo o tristeza la esperanza?
¿Nos engañamos o nos entendemos?
Esperar sin saber lo que se alcanza,
¿no es pretender bogar, pero sin remos?
1549
Sé que he vivido ayer, y sé que hoy vivo,
pero no sé si viviré mañana;
soy un momento ardiente y fugitivo
que por este lugar y hora se afana;
no se extiende más lejos mi objetivo,
para este instante mi alma se engalana.
Llégate ya, sin condición, sin pacto,
quizá muy pronto se me extinga el tacto.
1550
Miro hacia arriba, luz, nubes, estrellas,
con tanta intensidad, tanto deseo,
que mis pasos apenas dejan huellas
y me crece en la espalda un aleteo.
Sonetos
1551 - Olvido
Es mi recuerdo calabozo oscuro
donde el ojo no ve, donde el oído
más parece estar muerto que dormido,
y es el silencio para el alma un muro
de compacta aspereza; si procuro
reconstruir andanzas que he vivido,
sólo encuentro oquedades sin sentido,
tan desierto el ayer como el futuro.
Parezco haber nacido en este instante,
nada detrás de mí, y aunque delante
puedan rosas brotar, soy tabla rasa.
Porvenir es edad con energía,
pero si la memoria está vacía,
huyen las fuerzas y la acción fracasa.
Los Angeles, 9 de septiembre de 2006
1552 - Esta noche
Era de noche, estabas incendiada,
y tu ámbito exterior desconcertado
como la tierra pudo haberlo estado
antes de la primera madrugada.
Sin luz, sólo calor, y extraviada;
nadie construye, ni ha sido aún trazado,
el camino hacia ti; ¡qué desolado
tu paisaje de ausencia prolongada!
Pero tus ojos ven, aunque no abiertos,
ángeles o fantasmas, encubiertos
por ligera neblina trashumante.
Si yo lograra audaz abrirme el paso,
esta noche de plomo, de fracaso,
de triunfo lo sería, de diamante.
Los Angeles, 10 de septiembre de 2006
1553 - No volverás
Puedo decirte adiós, y no perderte,
aunque el adiós siempre es definitivo;
el ‘hasta luego’ permanece vivo,
adiós es terminal, como la muerte.
Mi adiós es otra forma de quererte,
dándote libertad, mientras cultivo
la mies de tu recuerdo, y obsesivo
vagar caminos esperando verte.
No he renunciado a ti, sólo te dejo
celebrar a tu ritmo este festejo
de ligerezas que llamamos vida.
No volverás, ni yo estaré a la espera,
pero tu clara imagen persevera,
y cada noche al lecho me convida.
Los Angeles, 12 de septiembre de 2006
1554 - No me supe ofrecer
“Rosa fresca, rosa fresca,
tan garrida y con amor,
cuando yo os tuve en mis brazos,
no vos supe servir, non,
y agora que os serviría,
no vos puedo yo haber, non”
(Romance del siglo XV)
Cada noche te abordo con la mano
ausente, inmaterial, del pensamiento;
mi timidez deviene atrevimiento,
mi deferencia, carnaval profano.
No me supe ofrecer cuando, cercano,
te percibía al borde de mi aliento,
y hoy que lo haría, un pertinaz lamento
en carencia de ti me aflora en vano.
¿Dónde quedó, mujer, la sutileza
de quien sugiere, ofrece o endereza
al indeciso falto de coraje?
Hoy, dispuesto a tomar la iniciativa,
es tu separación lo que me priva
de expresarme en acciones, no en lenguaje.
Los Angeles, 12 de septiembre de 2006
Poemas
Individualista
Oigo el rumor opaco de millones de huellas
hundiéndose en la arcilla de bosques y senderos,
muchedumbres en marcha, mirando las estrellas,
pero sin rumbo fijo, ni bardos ni romeros.
Avanzan, y no saben hacia dónde o por qué;
es la ley del rebaño, plebe no acaudillada,
que mecánicamente va poniendo su pie,
sin pregunta o debate, sobre ajena pisada.
El gentío no piensa, ni siente, ni articula,
mira al cielo, mas nunca con ojos de poeta,
si camina es al ritmo maquinal de la mula,
y si danza, confirma su rol de marioneta.
Yo soy un individuo que del vulgo se aparta,
en alta mar, islote, monolito en la estepa,
y aunque en mi entorno nada se veta o se descarta,
mi razón selecciona, y consiente o discrepa.
Oigo todas las voces, sin escucharlas todas,
y aun aceptando algunas, por mí sólo me guío;
me llegan las baladas de todos los rapsodas,
pero sin alterarme, porque el silencio es mío.
Si gota de agua, quiero temblar independiente
sobre el pétalo blanco de aromática rosa,
más que ser arrastrada confusa en la corriente;
en placidez callada, no en fuga rumorosa.
Si hoja verde, prefiero renunciar a la rama,
y en anárquico vuelo de pegaso de viento,
zarandearme loca, bohemia, sin programa,
no entre mil otras hojas en blando movimiento.
Sobre mi lecho tengo tentadora una almohada
para el amor distante que un día vendrá a verme,
y tengo sobre el suyo la plaza reservada
donde uncida al recuerdo todas las noches duerme.
Dejo el rumor de pasos perderse en la distancia
sin mezclarme con ellos, no soy de multitudes;
ir solo por la vida no indica petulancia,
aunque sé que acumulo más vicios que virtudes.
Ni censuro a los otros ni convertirlos quiero
al estilo de vida que la vida me dio;
sólo aspiro a ser lago, bajel y marinero
de la mujer lejana donde navego yo.
Los Angeles, 7 de septiembre de 2006
Te dejo entrar
A veces me he ocultado en la barrera
de mi espalda, sabiendo
que al mirarme a los ojos no podrías
verme del todo. Tengo
temor de que me leas, línea a línea,
desde mi corazón a mi cerebro.
Tantas debilidades, tanto rastro
de las heces de ayer, que no me atrevo
a mirarte de frente,
y me atrinchero tras mi propio cuerpo.
En la piel hay verdad, no hay subterfugio,
cuanto se ve o se toca es manifiesto.
Pero dentro, en el fondo de la mente,
donde duermen designios y recuerdos;
en la profunda médula del alma
que archiva los bosquejos
de planes aún pendientes,
y guarda las cenizas de otros fuegos
que dio nuestra opinión por apagados,
aunque ignoramos si en verdad han muerto;
en esa tibia zona
donde el amor enlaza con el sexo,
tal vez aún permanecen eslabones
de cadenas antiguas, o hay un eco
que nos repite viejas resonancias,
o rosas agostadas por el suelo.
No es un terreno virgen
adonde vas a entrar, es un desierto
por donde transitaron caravanas,
dejando huellas que borrar no puedo.
El tráfago cesó, pero su marca
sobre la arena se resiste al viento.
Me refugio a mi espalda,
pero te dejo entrar, a todo riesgo.
Los Angeles, 8 de septiembre de 2006
Añoranza
Cuando tu pie se afirma sobre otro continente,
nace una leve huella sobre la roja arcilla
de mi carne, y resuenan, apaciguadamente,
rumores de tus pasos. El viento en la mejilla
no es tan sólo una ráfaga peregrina, sin rumbo,
de paso transitorio, desprovista de intento,
es casi una caricia que durante un segundo,
me derrama tu aroma, me transmite tu aliento.
Y en la mente recreo la rutina diaria
que enlaza los quehaceres triviales de tu vida,
cada simple tarea, cada acción ordinaria,
en vaivén incesante o en el lecho dormida.
Hubo un ayer lejano (se hacen siglos los meses)
en que esbelta y desnuda yacías a mi lado,
ya sobre el fresco césped al pie de los cipreses,
ya en la playa desierta bajo el cielo estrellado.
En tan variados puntos te tuve, me tuviste,
que nuestro mapa es bosque cuajado de banderas,
por donde las palabras que dije y me dijiste
vagan hoy solitarias, sintiéndose extranjeras,
sin encontrar los labios que ayer les engendraran,
espectros que a sus cuerpos quisieran retornar;
ay, si estos meridianos que absurdos nos separan
estrecharan afables sus líneas sobre el mar.
Los Angeles, 9 de septiembre de 2006