Breverías
1551
Me ha nacido en el fondo una alegría
que me absorbe, me abraza, me devora,
y en ella me regalo.
Mas conservarla únicamente mía
supone mezquindad, por eso ahora
sobre mi rostro, para ti, la instalo
1552
Cometemos errores; y ¿qué importa?
Será mediocridad o censurable
sólo en quien tibiamente se comporta.
Errar con entusiasmo es admirable.
1553
Exiges la verdad. ¿Hasta qué punto
podrás sobrellevarla y digerirla?
¿Mi verdad o la tuya, me pregunto?
¿No será preferible presentirla?
1554
Te diré lo que pienso, mas no todo;
y cuanto diga no será contrario
a lo que hay en mi mente.
Esto es sinceridad, no sé otro modo.
Cada cual necesita un santuario
donde nadie, jamás, esté presente.
1555
Ay, que el invierno llega y me arrebata
tanto que descuidé en la primavera,
pero extiende también puente de plata
uniendo mi ribera a tu ribera.
En mi lejano abril no era tu hora,
ni tampoco la mía;
tiene este ocaso que se torna aurora
el calor y la luz del mediodía.
Sonetos
1555 - Cuerpo y alma
He intentado, al sentirte, no pensarte,
concentrarme en el tacto, en el oído,
verte como la piel que mi sentido
desea penetrar, parte por parte.
Sentir, así, se nos transforma en arte,
forma, color, aromas o sonido,
lo tangible, lo bello, la libido,
que en diálogo sensual, mudo, se imparte.
Mas no puedo a lo externo limitarme;
grita la mente y logra espolearme
con su visión latente, más entera.
En otra dimensión te me apareces,
inmerso entre ambas luces me estremeces,
y de tu alma la mía se apodera.
Los Angeles, 20 de septiembre de 2006
1556 - Calma es la tarde
Largo día de mayo y sol templado;
entre los olmos, tú y la melodía
de armónicos plumajes; baja el día
con suavidad de nardo deshojado.
Calma es la tarde sobre el verde prado,
como si consumida su energía
batallando el calor del mediodía;
y yo, semidormido, a tu costado.
Hoy la quietud se impone al ajetreo;
el amor es angélico aleteo
rasgueando los labios, la cintura.
La voluptuosidad vendrá más tarde;
la llama que ahora me ilumina y arde
no es capaz de abrasar, sólo fulgura.
Los Angeles, 22 de septiembre de 2006
Poemas
Sueños
Silencioso y ligero,
como las hojas que el otoño arranca
del álamo clavado en la ribera,
voy por la vida en prisas y acrobacias,
indagando en los sueños
nacidos al dormir, muertos al alba,
y en los otros, más vivos, más genuinos,
que se despiertan cada madrugada,
y no saben morir, ni aletargarse,
navegando en caudales de esperanza.
El viento es recital de soledades
silbando una canción desesperada.
¿Saben volar las hojas,
o simplemente danzan?
Vuelan los sueños por su propio impulso,
versados en despegues, no en llegadas,
porque el sueño es proyecto inacabado,
no meta que se alcanza.
Me muerde el ansia de lograr; si acaso
llego donde pensé, no me hace falta.
Pero esta brega incierta,
vuelo, navegación o galopada,
por regiones inéditas,
más fascinantes cuanto más extrañas,
es la razón, el músculo, el estímulo,
de cada sueño que conmueve el alma.
No sé si he de llegar, no sé si quiero,
sólo quiero soñar cada pisada,
cada golpe de remo, cada impulso
que hace batir mis alas.
Cuando el sueño se cumple, ¿qué nos queda?;
quizá una realidad no anticipada,
la sensación de un panorama hueco,
y una inmensa nostalgia.
Que no madure el sueño,
rodar, rodar en su incesante marcha.
Los Angeles, 19 de septiembre de 2006
Recuerdos
En las ramas estoy de tus recuerdos,
tan tenuemente asido
que cualquier ramalazo del invierno
puede ser como un grito
penetrante, a destiempo, que amedrenta
bandadas de estorninos.
Se ahuyentarán en confusión, y el árbol
tendrá ramas de olvido.
¿Te sentirás desnuda,
perdida como un niño,
y el corazón, perturbadoramente,
multiplicando ritmos?
¿O tu pasividad, tu displicencia,
verán la ruina de un clavel marchito
en las sílabas mudas de mi nombre,
perdido entre las páginas de un libro?
Si el recuerdo se va no queda sangre
que llene su vacío,
sólo un eco lejano que semeja
golpes amordazados de martillo,
sin más identidad, palabra o firma
que la de un asterisco.
Contemplaré una sola vez las ramas
desde un punto distante, en el exilio
que tu viraje o dejadez me ha impuesto;
una leve tristeza, un tenue brillo
en mis ojos sin lágrimas,
y seguiré el camino
llevando mis recuerdos.
Todo cuanto viví viene conmigo.
Los recuerdos son ojos
por donde el alma ve lo que ha querido.
Tú vivirás a medias,
ciega, en necesidad de lazarillo.
Los Angeles, 19 de septiembre de 2006
Paloma
Tú has volado también, blanca paloma,
al fin de tu diluvio,
y regresaste al Arca
con el ramo de olivo, porque el mundo
aún era lodazal; tanta miseria,
tanta putrefacción, tanto sepulcro;
no hallaste el breve espacio requerido
para tus pies de pasos diminutos.
Pasó el tiempo, los vientos arrancaron
las turbulentas nubes de tu rumbo,
la luz se hizo radiante,
y se pobló de verde cada arbusto.
Y de nuevo saliste, voladora,
sobre un paisaje ya no más de luto,
propietaria del aire
cada vez más bucólico, más puro.
Ambas alas, sonrisas
batidas con el gozo del saludo.
Fuiste círculo y flecha,
y espiral, zigzagueo en tus impulsos,
y descendiste al fin sobre mi tierra,
tu joven carne sobre mi crepúsculo.
Vemos la noche de la vida a veces
como túnel sin fin, quieto y oscuro,
y en él perdidos, o avanzamos ciegos,
o yacemos rendidos y confusos.
Mas todo túnel tiene su salida,
como su entrada tuvo.
Las pérdidas de ayer son transitorias,
aunque sepan a muerte, y el futuro
siempre tendrá una luz, y una promesa,
y un nuevo amor para suplir al último.
Te has posado en mi tierra,
y hemos sincronizado nuestros pulsos.
Los Angeles, 20 de septiembre de 2006
No te sueño
¿Por qué nunca te sueño, aunque procuro?
¿Por qué me llegan rostros forasteros
que no se dejan ver, cuerpos desnudos
en ofrenda directa, o al acecho,
labios cerrados como sepulturas
de preguntas ya muertas, si nacieron,
oídos sordos que a escuchar se niegan,
o brazos que no salen al encuentro?
Quiero ver entre sombras, cada noche,
avanzar, acosándome, tu cuerpo,
la sonrisa de miel, voluptuosa,
la audacia, la ansiedad, los titubeos,
con la misma efusión, mientras dormido,
que desempeñas sobre mí despierto.
Pero cierro los ojos y te ausentas
por los túneles grises de los sueños,
¿fugitiva, de qué, si estoy clavado
a la blancura ardiente de mi lecho?
A mi lado o distante,
siempre al dormir te pierdo,
y no me satisfacen las suplencias
que me visitan, ráfagas de viento,
hojas secas flotando en la corriente,
sombras de mausoleo.
Quiero la rosa fresca,
recién abierta, abril en cada pétalo,
luz matinal danzando en sus colores,
tal como sé que me germina dentro.
Renunciaré a dormir. Las noches blancas
saben de fortalezas y bloqueos.
Tal vez sólo mis párpados alzados
evitarán tu fuga de mis sueños.
Los Angeles, 21 de septiembre de 2006
De la mano
Me llevo tus recuerdos conmigo de la mano,
tu realidad no sabe, no puede aminorarse,
vas a tres tiempos siempre, hacia el futuro arcano,
del ayer melancólico al hoy que ha de encararse.
Y a los tres enlazados la memoria se obstina,
pues debe ser mañana fiel reflejo de ayer
cruzando el puente de hoy, o doblando la esquina
de cuanto se nos brinda, de cuanto va a nacer.
Tú naciste en mis manos como una rosa abierta,
como brasa en el alma, como idea en la mente,
como la más vibrante, más desprendida oferta,
como si me aportaras un hijo de repente.
Luego has sido recuerdo sin dejar de ser vida,
lejano, intenso tacto que volverá a pulsar,
compañía perenne que, sobre mí tendida,
me cubrirá otro día como lo hiciera el mar.
Hoy llevo tus recuerdos conmigo de la mano,
que es llevarte a ti misma dondequiera que voy;
cada paso, una tecla cualquiera del piano,
y cada acorde el beso que sin darte te doy.
Los Angeles, 22 de septiembre de 2006
Tus espacios
Voy con los pies desnudos
por la fragilidad de tus espacios,
con temor a romper tus alborozos
si entre las sombras desatiendo el paso.
Todo es tan quebradizo como copas
de cristal en estantes entornados,
lámparas oscilantes entre muebles,
adormecidos pájaros,
sin alas, por el suelo,
porcelanas en súbito peldaño.
Si abrieras a la luz los ventanales,
o encendieras el viejo candelabro…
Pero te encierras en tus cuatro muros,
y entrar a ti es como bajar los párpados
navegando las olas del gentío,
niebla de pisotones y codazos.
Si aún tropiezo y destruyo,
conociendo el trazado,
es tal vez porque sigues
introduciendo cambios.
Voy con los pies desnudos,
extendidas las manos,
a tientas en la lóbrega penumbra,
y oídos temerosos al impacto.
Y siempre habrá un tropiezo,
porque en tu oscuridad ha de haber algo
tambaleándose y cayendo en piezas
al mínimo contacto.
Reorganiza, pon orden en tu casa,
clava anaqueles, endereza armarios,
abre vitrinas para las cerámicas,
que todo tenga su lugar exacto.
Y si a oscuras un día me aventuro
por la fragilidad de tus espacios,
iré con la certeza de quien sabe
dónde está cada objeto colocado.
Los Angeles, 22 de septiembre de 2006