Poemas de amor, de soledad, de esperanza de
Francisco Álvarez Hidalgo
Recuerdos

Índice

Sonetos:
Cuerpo y alma Calma es la tarde
Poemas:
Sueños Recuerdos Paloma No te sueño De la mano Tus espacios
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Breverías

1551
Me ha nacido en el fondo una alegría que me absorbe, me abraza, me devora, y en ella me regalo. Mas conservarla únicamente mía supone mezquindad, por eso ahora sobre mi rostro, para ti, la instalo

1552
Cometemos errores; y ¿qué importa? Será mediocridad o censurable sólo en quien tibiamente se comporta. Errar con entusiasmo es admirable.

1553
Exiges la verdad. ¿Hasta qué punto podrás sobrellevarla y digerirla? ¿Mi verdad o la tuya, me pregunto? ¿No será preferible presentirla?

1554
Te diré lo que pienso, mas no todo; y cuanto diga no será contrario a lo que hay en mi mente. Esto es sinceridad, no sé otro modo. Cada cual necesita un santuario donde nadie, jamás, esté presente.

1555
Ay, que el invierno llega y me arrebata tanto que descuidé en la primavera, pero extiende también puente de plata uniendo mi ribera a tu ribera. En mi lejano abril no era tu hora, ni tampoco la mía; tiene este ocaso que se torna aurora el calor y la luz del mediodía.

Sonetos

1555 - Cuerpo y alma
He intentado, al sentirte, no pensarte, concentrarme en el tacto, en el oído, verte como la piel que mi sentido desea penetrar, parte por parte. Sentir, así, se nos transforma en arte, forma, color, aromas o sonido, lo tangible, lo bello, la libido, que en diálogo sensual, mudo, se imparte. Mas no puedo a lo externo limitarme; grita la mente y logra espolearme con su visión latente, más entera. En otra dimensión te me apareces, inmerso entre ambas luces me estremeces, y de tu alma la mía se apodera.
Los Angeles, 20 de septiembre de 2006
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1556 - Calma es la tarde
Largo día de mayo y sol templado; entre los olmos, tú y la melodía de armónicos plumajes; baja el día con suavidad de nardo deshojado. Calma es la tarde sobre el verde prado, como si consumida su energía batallando el calor del mediodía; y yo, semidormido, a tu costado. Hoy la quietud se impone al ajetreo; el amor es angélico aleteo rasgueando los labios, la cintura. La voluptuosidad vendrá más tarde; la llama que ahora me ilumina y arde no es capaz de abrasar, sólo fulgura.
Los Angeles, 22 de septiembre de 2006

Poemas

Sueños
Silencioso y ligero, como las hojas que el otoño arranca del álamo clavado en la ribera, voy por la vida en prisas y acrobacias, indagando en los sueños nacidos al dormir, muertos al alba, y en los otros, más vivos, más genuinos, que se despiertan cada madrugada, y no saben morir, ni aletargarse, navegando en caudales de esperanza. El viento es recital de soledades silbando una canción desesperada. ¿Saben volar las hojas, o simplemente danzan? Vuelan los sueños por su propio impulso, versados en despegues, no en llegadas, porque el sueño es proyecto inacabado, no meta que se alcanza. Me muerde el ansia de lograr; si acaso llego donde pensé, no me hace falta. Pero esta brega incierta, vuelo, navegación o galopada, por regiones inéditas, más fascinantes cuanto más extrañas, es la razón, el músculo, el estímulo, de cada sueño que conmueve el alma. No sé si he de llegar, no sé si quiero, sólo quiero soñar cada pisada, cada golpe de remo, cada impulso que hace batir mis alas. Cuando el sueño se cumple, ¿qué nos queda?; quizá una realidad no anticipada, la sensación de un panorama hueco, y una inmensa nostalgia. Que no madure el sueño, rodar, rodar en su incesante marcha.
Los Angeles, 19 de septiembre de 2006
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Recuerdos
En las ramas estoy de tus recuerdos, tan tenuemente asido que cualquier ramalazo del invierno puede ser como un grito penetrante, a destiempo, que amedrenta bandadas de estorninos. Se ahuyentarán en confusión, y el árbol tendrá ramas de olvido. ¿Te sentirás desnuda, perdida como un niño, y el corazón, perturbadoramente, multiplicando ritmos? ¿O tu pasividad, tu displicencia, verán la ruina de un clavel marchito en las sílabas mudas de mi nombre, perdido entre las páginas de un libro? Si el recuerdo se va no queda sangre que llene su vacío, sólo un eco lejano que semeja golpes amordazados de martillo, sin más identidad, palabra o firma que la de un asterisco. Contemplaré una sola vez las ramas desde un punto distante, en el exilio que tu viraje o dejadez me ha impuesto; una leve tristeza, un tenue brillo en mis ojos sin lágrimas, y seguiré el camino llevando mis recuerdos. Todo cuanto viví viene conmigo. Los recuerdos son ojos por donde el alma ve lo que ha querido. Tú vivirás a medias, ciega, en necesidad de lazarillo.
Los Angeles, 19 de septiembre de 2006
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Paloma
Tú has volado también, blanca paloma, al fin de tu diluvio, y regresaste al Arca con el ramo de olivo, porque el mundo aún era lodazal; tanta miseria, tanta putrefacción, tanto sepulcro; no hallaste el breve espacio requerido para tus pies de pasos diminutos. Pasó el tiempo, los vientos arrancaron las turbulentas nubes de tu rumbo, la luz se hizo radiante, y se pobló de verde cada arbusto. Y de nuevo saliste, voladora, sobre un paisaje ya no más de luto, propietaria del aire cada vez más bucólico, más puro. Ambas alas, sonrisas batidas con el gozo del saludo. Fuiste círculo y flecha, y espiral, zigzagueo en tus impulsos, y descendiste al fin sobre mi tierra, tu joven carne sobre mi crepúsculo. Vemos la noche de la vida a veces como túnel sin fin, quieto y oscuro, y en él perdidos, o avanzamos ciegos, o yacemos rendidos y confusos. Mas todo túnel tiene su salida, como su entrada tuvo. Las pérdidas de ayer son transitorias, aunque sepan a muerte, y el futuro siempre tendrá una luz, y una promesa, y un nuevo amor para suplir al último. Te has posado en mi tierra, y hemos sincronizado nuestros pulsos.
Los Angeles, 20 de septiembre de 2006
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No te sueño
¿Por qué nunca te sueño, aunque procuro? ¿Por qué me llegan rostros forasteros que no se dejan ver, cuerpos desnudos en ofrenda directa, o al acecho, labios cerrados como sepulturas de preguntas ya muertas, si nacieron, oídos sordos que a escuchar se niegan, o brazos que no salen al encuentro? Quiero ver entre sombras, cada noche, avanzar, acosándome, tu cuerpo, la sonrisa de miel, voluptuosa, la audacia, la ansiedad, los titubeos, con la misma efusión, mientras dormido, que desempeñas sobre mí despierto. Pero cierro los ojos y te ausentas por los túneles grises de los sueños, ¿fugitiva, de qué, si estoy clavado a la blancura ardiente de mi lecho? A mi lado o distante, siempre al dormir te pierdo, y no me satisfacen las suplencias que me visitan, ráfagas de viento, hojas secas flotando en la corriente, sombras de mausoleo. Quiero la rosa fresca, recién abierta, abril en cada pétalo, luz matinal danzando en sus colores, tal como sé que me germina dentro. Renunciaré a dormir. Las noches blancas saben de fortalezas y bloqueos. Tal vez sólo mis párpados alzados evitarán tu fuga de mis sueños.
Los Angeles, 21 de septiembre de 2006
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De la mano
Me llevo tus recuerdos conmigo de la mano, tu realidad no sabe, no puede aminorarse, vas a tres tiempos siempre, hacia el futuro arcano, del ayer melancólico al hoy que ha de encararse. Y a los tres enlazados la memoria se obstina, pues debe ser mañana fiel reflejo de ayer cruzando el puente de hoy, o doblando la esquina de cuanto se nos brinda, de cuanto va a nacer. Tú naciste en mis manos como una rosa abierta, como brasa en el alma, como idea en la mente, como la más vibrante, más desprendida oferta, como si me aportaras un hijo de repente. Luego has sido recuerdo sin dejar de ser vida, lejano, intenso tacto que volverá a pulsar, compañía perenne que, sobre mí tendida, me cubrirá otro día como lo hiciera el mar. Hoy llevo tus recuerdos conmigo de la mano, que es llevarte a ti misma dondequiera que voy; cada paso, una tecla cualquiera del piano, y cada acorde el beso que sin darte te doy.
Los Angeles, 22 de septiembre de 2006
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Tus espacios
Voy con los pies desnudos por la fragilidad de tus espacios, con temor a romper tus alborozos si entre las sombras desatiendo el paso. Todo es tan quebradizo como copas de cristal en estantes entornados, lámparas oscilantes entre muebles, adormecidos pájaros, sin alas, por el suelo, porcelanas en súbito peldaño. Si abrieras a la luz los ventanales, o encendieras el viejo candelabro… Pero te encierras en tus cuatro muros, y entrar a ti es como bajar los párpados navegando las olas del gentío, niebla de pisotones y codazos. Si aún tropiezo y destruyo, conociendo el trazado, es tal vez porque sigues introduciendo cambios. Voy con los pies desnudos, extendidas las manos, a tientas en la lóbrega penumbra, y oídos temerosos al impacto. Y siempre habrá un tropiezo, porque en tu oscuridad ha de haber algo tambaleándose y cayendo en piezas al mínimo contacto. Reorganiza, pon orden en tu casa, clava anaqueles, endereza armarios, abre vitrinas para las cerámicas, que todo tenga su lugar exacto. Y si a oscuras un día me aventuro por la fragilidad de tus espacios, iré con la certeza de quien sabe dónde está cada objeto colocado.
Los Angeles, 22 de septiembre de 2006
Diseño: Carmen Álvarez
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