Poemas de amor, de soledad, de esperanza de
Francisco Álvarez Hidalgo
Amantes

Índice

Sonetos:
El nuevo año Mirándome Sentido y alma Estatua de mujer Noches largas
Poemas:
La mano sobre el vientre Los amantes Ay, cómo hablas
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Breverías

1591
No me dejes morir sin abrazarte, para partir contigo de algún modo; desde el nacer, bien poco fue mi parte, pero al morir así, me iré con todo.

1592
La verdad es el gozo de la mente, pero el gozo del alma es la belleza; con la verdad a veces se bosteza, lo bello, en cambio, es rayo trascendente.

1593
Sólo me afirmo en puntos que poseo, adquiridos de oído, vista o tacto, procesados por mí; sólo eso creo, lo demás luce demasiado abstracto.

1594
No he de ser en tu vida viajero, que mira y pasa sin echar raíces, o sin rozar lo que contempla; quiero ver más que superficies o matices; detenerme en cualquier apeadero, abrir puertas, dejar que me analices, y descubirte yo, parte por parte; regocijarme en ti, y al fin amarte.

1595
La imaginé: Tan juvenil, tan bella, encarnación del triunfo, de la gloria; y desperté, esfumándose mi estrella con sólo una llamada a la memoria.

Sonetos

1596 - El nuevo año
Brindaré con mi sombra en el espejo por el año que acude hoy a la mesa, rutinario invitado, que no cesa de volver infantil, partiendo viejo. Hoy es sólo uno más en el cortejo de los días, mas uno que se expresa a través de la euforia y la promesa de una luz que no es luz, sino reflejo. Y una vez más se extenderán las manos hacia frutos o pétalos lejanos que la vista percibe en inminencia. Pero son pompas de jabón, quebradas al más leve contacto, y disipadas, que no remediarán nuestra indigencia.
Los Angeles, 2 de diciembre de 2006
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1597 - Mirándome
No sé si me conozco; me parece que el hombre observador en el espejo es menos informal y más complejo que el otro que a este lado permanece. Tiene un aire de invierno que oscurece su mirada y le arruga el entrecejo, su figura de ayer sólo es bosquejo que se va diluyendo, y envejece. No puede ser mi imagen; aún me veo olmo erguido en la vega, y chapoteo en el torrente de la vida inmerso. O quizá veo la frontal mentira que otros ven, mas percibo al que suspira dentro de mí, entre angélico y perverso.
Los Angeles, 4 de diciembre de 2006
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1598 - Sentido y alma
Se me desborda el alma en el sentido al albor de tus senos inmediatos, y se refugia el tacto en los sustratos más hondos del espíritu atrevido. No sé quién de los dos más encendido por tal aparición, ni qué arrebatos despierta en ellos, ambos candidatos a la doble función de la libido. Sentido y alma, piel y pensamiento, sexo y afecto, pleno complemento en conexión de hermanos siameses. Necesito en mi barca los dos remos, y una vez en tu orilla, segaremos hasta la última espiga en nuestras mieses.
Los Angeles, 5 de diciembre de 2006
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1599 - Estatua de mujer
Tan inmóvil, tan bella, tan desnuda, no sé si retraída o a la espera; cristalizada está la primavera sobre tu piel de mármol, fría y muda. Y sin embargo, tu figura exuda vivacidad más propia de quien fuera palpitante mujer, y a tu manera me hablas en tono que no deja duda. ¿Fue el cincel o la mano del artista quien suavizó tus senos? ¿Qué exorcista te extrajo el alma? ¿Quién la devolvió? Vida efusiva tienes, pero pocos la perciben; tan sólo algunos locos que te miran y escuchan, como yo.
Los Angeles, 6 de diciembre de 2006
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1600 - Noches largas
¿Y para qué sirve la noche, dime? Cuántas veces bajé a su vientre oscuro para olvidarlo todo, y me torturo recordando mejor lo que me oprime. La sombra es lanza que el dolor esgrime para matar, a falta de cianuro; no es la calmante amnesia que procuro para que la ansiedad no me lastime. En la noche se alargan los perfiles de las adversidades; no hay fusiles de olvido que a ahuyentarlas se dispongan. Los párpados cerrados son telones reflejando las propias decepciones; y así es que los insomnios se prolongan.
Los Angeles, 8 de diciembre de 2006

Poemas

La mano sobre el vientre
La mano reposada sobre el vientre de la mujer desnuda, se engañaba en el tacto. Sólo era el eco de la voz que nunca articuló palabra, capitel sin columna, pincel inabordable a los colores, inocua espada, sólo empuñadura. Trazaba círculos resbaladizos, líneas sedosas, grácilmente curvas, como quien se aproxima y se retira, estrategia de ráfagas y espuma. Era un contacto huérfano, incompleto, efímera obertura de sinfonía apenas empezada, y adormecida súbita la música. Nunca se obtiene tanto como se espera; tanta conjetura, tanta imaginación, tanta quimera, y el sentido es linterna en la penumbra con vocación de sol, y no esclarece el camino por el que se apresura. Siempre en la superfice, con el hambre de ahondar, como quien busca ese intangible, ausente complemento, que al otro lado de la piel se oculta. La mano sobre el vientre era velero surcando el agua, ajeno a las oscuras regiones submarinas, en cuyo alcázar de cristal susurran eróticos mensajes las nereidas, nadando ingrávidas bajo las cúpulas. ¿Qué recaba la mano, qué confiere, sobre la tibia piel? Su euforia muda se procura un temblor, otorga un gesto, y en ambos flota la intención, la acucia, de algo más íntimo, más hondo y pleno, que se espera obtener y no madura. Es como si tocáramos la superficie externa de una urna, intentando prever su contenido, es como andar perdidos en la bruma.
Los Angeles, 3 de diciembre de 2006
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Los amantes
Los amantes no sólo se poseen, son asimismo dueños de cuanto el universo les revela. Los ríos fluyen ciegos por y para nosotros, que fluímos reverdeciendo lo que fuera yermo. La luz temprana, que a la noche expele, tan nuestra se hace como se hace el viento, ambos libres, sedosos, dilatados, como celebración de abrazo inmenso. A la orilla del lago, sol y plata, los álamos se ven en el espejo, tiemblan sus hojas delicadamente con el conocimiento de que también temblamos, pero de gozo sólo, no de miedo. Cruzamos la llanura, nos adentramos en la fronda, el tedio se ha filtrado en la tierra, no nos roza, no es el lobo al acecho de ligeros talones fugitivos, los amantes son júbilos y juegos. El mundo se diluye, se evapora, se olvida el exterior, todo está dentro, la fragancia del bosque, sus rumores, la armonía, el color, la nube, el eco. Los amantes absorben su contorno, desnudan a las rosas de sus pétalos, alzan entre sus brazos las mareas, y se apropian relámpagos y truenos. Se encastillan en fuertes y alcazabas, alzan el puente sobre el foso, y luego, si acaso miran desde las almenas, ven el campo desierto. Sólo ellos acontecen y palpitan, centros de un universo integrado en sus vidas. Lo demás, los demás, dormidos, muertos.
Los Angeles, 5 de diciembre de 2006
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Ay, cómo hablas
Se me anuda a la carne tu collar de palabras, hilvanadas con seda, luna y temblor de sexo; ay, cómo hablas, amada, desaguando el instinto sobre mi alma indefensa como río de fuego. Flotando voy desnudo, sin más rumbo que el tuyo, que me impulsa o invita vibrando desde lejos; tus palabras discurren sin verdad ni mentira, porque no han despegado del nido en el cerebro. Las ideas son frías. Si es tu lenguaje cálido, habrá nacido en ese paraje de misterio donde no se razona, ni hay porqués ni dilemas, donde sólo hay latidos y se habla con los dedos. Desde la transparencia que fluye de tus labios, hasta la gruta abierta de mi oído al acecho, se extiende un pasadizo, viaducto invisible, por donde cruzan formas verbales de tu cuerpo. Cómo se me entrelazan, espirales dinámicas, anaconda estrechando sus anillos de viento, cómo me hablas, amada, con tus palabras mudas, susurros o alaridos, y cómo te comprendo
Los Angeles, 9 de diciembre de 2006
Diseño: Carmen Álvarez
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