Breverías
1616
Aunque los hombres callen el bosque tiene vida,
aunque los ciervos duerman, y la alondra enmudezca;
y aunque no me la has hecho, me desangra la herida
de que tal vez un día ya no te pertenezca.
1617
Van aboliendo las palabras viejas
que no se atreven a escuchar, y luego,
una vez bloqueadas las orejas,
entrarán en la mente a sangre y fuego.
Y hablan de libertad, de democracia,
pero es la suya, nunca la de todos;
ah, el poder que corrompe, y la desgracia
de aguantar a quien piensa con los codos.
1618
Este violento ardor entre mis piernas
es una forma de pensar, y creo
que es el hombre feroz de las cavernas
despertándose en mí cuando te veo.
1619
Escuchemos la música remota
rodando hacia nosotros suavemente;
y amortigüe el escándalo estridente
de esa otra música que nos derrota.
El tono manso desaloje al grito,
vístase de violines el estruendo,
vuelva a ser de agua el himno de granito,
recobre el canto su ancestral atuendo.
1620
La fiel exactitud de lo que vemos
no encaja en la verdad que nos rodea,
al pensarlo, de nuevo lo perdemos,
pues la interpretación lo bastardea;
si lo sentimos, menos lo entendemos,
ya que el alma a su forma lo moldea.
Te veo, pienso y amo, y me pregunto
si esa idea eres tú, o hasta qué punto.
Sonetos
1623 - Me adormezco
Me adormezco a la sombra de tus besos,
que ya es mi propia sombra, porque he sido
quien te los ha engendrado, y han crecido
como álamo de espíritu y de huesos.
Los leo cada día; llevo impresos
mil folios de tu boca, que he reunido
en libro de oro, nunca envejecido
a través de viajes y sucesos.
Me reclino en la espuma de la almohada
que de su roce ha sido elaborada,
y me invito a descanso sin sosiego.
Y vuelves a besarme, vasto y hondo,
y en suavidad, y en furia, y te respondo
como quien nada deja para luego.
Los Angeles, 25 de enero de 2007
1624 - Genuina tú
Más allá estás de donde te quisiera,
las estrellas también, y el mar risueño;
pero nada te aleja de este sueño
en que vas por mi cielo y mi ribera.
Y lo haces a tu modo, a mi manera,
como quien improvisa, sin diseño,
sin tácticas arcaicas que desdeño,
sin la preocupación de quien pondera.
Vas por mi mundo como por tu casa,
con voluntad que nunca sobrepasa
ni abrevia mi mejor espectativa.
En ese mismo punto en que te he visto
cuando me hablas, me doy o te desvisto,
tan virginal como provocativa.
Los Angeles, 25 de enero de 2007
1625 - Te hablo en silencio
Los muertos callan, pero su lenguaje
de quietud y silencio nos platica
con claridad tajante, y certifica
permanencia después de su viaje.
Quien proclama, adultera su mensaje,
pues la palabra mengua o modifica;
sólo el amante auténtico se explica
despojando al coloquio del ropaje.
No vuela más quien más revolotea,
ni más transmite quien campanillea
inútiles sonidos engolados.
Del tácito expresarse brotan rosas
cuya belleza exhibe muchas cosas
forasteras a labios desatados.
Los Angeles, 25 de enero de 2007
1626 - Escucha
Tengo en la boca la palabra abierta
a los ríos, las águilas y a ti;
si no te llega intacta, no es por mí,
será porque tu mente no está alerta.
La perdiera la brisa que, inexperta,
desconoce el camino de aquí a ahí;
por eso mismo yo se la ofrecí
a quien sabe su ruta y siempre acierta.
En su rumor los ríos te la traen,
y aunque en lentos meandros se distraen,
nunca la acallarán hasta el estuario.
Las águilas la llevan en su vuelo
por nuestro mismo compartido cielo.
Escucha, observa, te hablan a diario.
Los Angeles, 26 de enero de 2007
1627 - Vengo nuevo de todo
Voy hacia ti cubierto de un olvido
viejo en edad, y en superficie extenso,
a ser ingrávida espiral de incienso,
sólo de tu fragancia revestido.
He obliterado fechas, abatido
obeliscos de gestas, e indefenso,
al abjurar mi ayer, no tiemblo, pienso
haber resucitado o renacido.
Vengo nuevo de todo, con la albura
de quien no ha devengado la escritura
de otra mano en el folio de su piel.
Vengo para que escribas tu balada,
para que tu obra en mí quede trazada
a cartabón, a escoplo o a pincel.
Los Angeles, 26 de enero de 2007
1628 - También la fiera
Te he visto en los jardines escondidos,
donde las rosas gimen por ausencia
y su aroma es la voz de la dolencia
latente tras los pétalos dormidos.
Te he percibido en la ola de sonidos
de aves y orquestas, en la transparencia
de los arroyos, y en la irreverencia
de juegos dionisíacos prohibidos.
Y te vislumbro al fondo de mi entraña,
mezcla de amor e instinto, que acompaña
cada paso que doy, opción que tomo,
sed que me da, montura que cabalgo.
Y espero ver, si de mi encierro salgo,
también la fiera que me arquea el lomo.
Los Angeles, 27 de enero de 2007
1629 - Puedo, podría, podré
Puedo leer un firmamento entero
sin descifrar su clave en absoluto,
pero aun sin entenderlo, lo disfruto,
como lo hago contigo, forastero.
Podría recorrer cada sendero
sin llegar ni volver; no hay substituto
para el hecho de andar cada minuto,
como lo hago contigo, compañero.
Y podré sumergirme en el abismo
del mar, la luz, el tiempo, el erotismo,
y en esos fondos íntimos yacer
desnuda, embelesada y a la espera,
como la más fogosa amante hiciera,
como lo hace contigo esta mujer.
Los Angeles, 27 de enero de 2007
Poemas
Voces
Las escucho de nuevo. Son las voces
que suenan en mi vida intermitentes,
como ese huésped que se va y regresa
con un pretexto inútil. Amanece
por las puertas del pueblo;
va la luz blanqueando las paredes;
se despiertan los ruidos,
y el campo recupera el color verde.
Esas voces se expresan en susurros
como de brisa que las hojas mueve;
o en gritos puntiagudos,
lanzas enhiestas, como los cipreses.
No siempre entiendo lo que dicen; callo
para escuchar mejor, pero se pierde
a veces su sentido
como el tiempo desgasta los relieves
de viejos medallones en el mármol,
y una imagen difusa permanece.
Llamándole al servicio de los suyos
desde la zarza ardiente,
Moisés las escuchó, y a su mandato
fragmentó el pueblo esclavo los grilletes.
El Cristo las oyó cuando en la cumbre
de la montaña el príncipe rebelde,
ángel de las tinieblas,
en fantasmal despliegue
de astucia y de poder, le provocaba
con los reinos del mundo, como mieses
prestas para la siega,
coronas de oro, cetros y laureles.
Juana de Arco, guardando sus corderos,
también las escuchó en la zona agreste
de campos y de bosques,
y creyó en su misión hasta la muerte.
Las voces que yo escucho
no vienen de tan alto, ni me encienden
vocación de epopeyas, ni ambiciones,
ni llevan timbre de clarín solemne,
de campana llamando a multitudes,
ni aseguran diademas a mis sienes.
Las que resuenan hoy en mis oídos,
o tal vez sólo al fondo de mi mente,
como arrebatadora melodía,
son voces seductoras, que prometen
sueños, coloquio, besos, compañía,
íntimo invierno sepultado en nieve,
primavera de luz y de fragancias,
otoño de nostalgia en el ambiente,
verano de olas contra el arrecife,
una ventana abierta en un albergue,
y un lecho levemente iluminado
donde a veces, tal vez, también se duerme.
¿Son esas voces tuyas?
¿Me susurras, me gritas, te me ofreces,
en humedad de labios,
en sobresalto y suavidad de vientre?
Estas voces que escucho,
sean heraldo azul que te precede.
Los Angeles, 26 de enero de 2007