Breverías
1651
Estoy alegre porque se acentúan
mi sed y mi objetivo cada día,
porque sé levantarme si cayera;
porque respiro, porque se atenúan
duda y calvario, no mi rebeldía,
porque lo llevo todo a mi manera.
1652
Si del gozo tus lágrimas derivas,
no las enjugues, no, ni las contengas;
que así reduces las que luego tengas
procedentes de acciones ofensivas.
1653
Cuando la hierba crezca en el camino
que de tu casa hacia la mía va,
nadie podrá inculpárselo al destino,
sino a los pies que no transitan ya.
1654
A mi propio nivel quiero tenerte,
ni más alto ni menos elevado;
el pedestal da vértigo y pervierte,
sólo es firme, imparcial, lo nivelado,
y a ras de mí es como prefiero verte;
quédate cerca, así, justo a mi lado.
Paridad, equilibrio, contrapeso,
en reciprocidad y mutuo acceso.
1655
Al mirar, sólo vemos lo que vemos;
al admirar, los ojos arremeten
contra la superficie y procedemos
a abrirles nuevas zonas, y completen
la misión de observar que les cedemos,
y que cuanto hayan visto lo intrepreten.
Me gusta lo que veo si te miro,
pero nace mi amor de que te admiro.
Sonetos
1667 - Inevitable opción
Un corazón se aleja de puntillas,
tan cuidadosa, inadvertidamente,
que un día nos sorprende, de repente,
como un punto remoto, a tantas millas.
Huye en la noche tibia, y a hurtadillas,
incapaz de aceptar la indiferente
condición asentada en el ambiente,
de ajadas rosas blancas y amarillas.
Mientras éstas vivieron otro día
erguidas en temblor de lozanía,
no hubo causa o pretexto de evasión.
Ni hubo helada, o tormenta de granizo;
sólo descuido, se perdió el hechizo,
y fue el destierro inevitable opción.
Los Angeles, 3 de abril de 2007
1668 - Apenas rango de sonido
Sus palabras, audacias musitadas,
alondras eran, vuelo reprimido
al borde mismo de su propio nido
sobre la verde rama, amedrentadas.
Pugnaban por brotar, libres bandadas
de febril aleteo y colorido,
logrando apenas rango de sonido,
como si hubieran sido mutiladas.
Pero en los ojos el fulgor suplía
cuanto la lengua apenas profería,
en un silencio que me hablaba a gritos.
Y me enteré, entre tantos titubeos,
de todas sus ofertas, sus deseos,
cual si en el rostro los llevara escritos.
Los Angeles, 3 de abril de 2007
1669 - La mano que te espera
La mano que te espera se ha adaptado
a tus formas en fiesta de rastreo;
sobre tu piel de nieve es el trineo
sin destino, en trayecto prolongado.
Oleaje en la playa apaciguado
en insistente y vasto galanteo,
con levedad de nube, o aleteo
de verderón girando en el terrado.
La mano que te espera tiembla y siente
como si ya, pletórica y yacente,
sobre mi lecho hubieras emergido.
Mas al llegar, percibirá, sin duda,
que un simple roce de tu piel desnuda
excede cuanto había presentido.
Los Angeles, 6 de abril de 2007
1670 - Como el agua
Mayo eclosiona en flor si te desnudas,
y es por ti, no por ley de primavera;
el sol sobre el estanque reverbera,
mano acariciadora que saluda.
Entras al agua, que a tu piel se anuda;
y cada onda concéntrica reitera
su curva hacia tu diana, no hacia fuera,
en insistencia temblorosa y muda.
Nadie jamás así te ha poseído,
en tanta plenitud, nadie ha lamido
de tal modo tu carne cabalmente.
Agua me haré por ti, tan moldeable
que se adapte a tu forma, y calle o hable,
logre llegar al fondo de tu mente.
Los Angeles, 9 de abril de 2007
1671 - 1936
Era una España pobre; era una España
dividida, sangrienta, silenciosa,
Caín y Abel, el éxodo y la fosa,
terruño del palacio y la cabaña.
El rastrillo, el arado y la guadaña,
sobre la tierra seca y arenosa,
se imponían al yunque y su ruidosa
progresión, todavía tan extraña.
Rancios dogmas se fueron importando,
paradójicos a uno u otro bando,
se dilató la sima y no hubo puente.
Hubo tea, pistola y dinamita,
y en esa doble España troglodita,
las dos se asesinaron mutuamente.
Los Angeles, 10 de abril de 2007
Poemas
Casi llueve
A otro lado del mundo, yo, tan lejos,
y ella mirando desde su ventana.
En los días de sol, no me veía
sino como una sombra gris y vaga;
sólo cuando la lluvia
tenaz en los cristales porfiaba,
aparecia en claridad precisa
la imagen que me envuelve y acompaña.
Los días soleados son el gozo,
la lluvia es la nostalgia,
y en la nostalgia hay más clarividencia,
no obstante la distancia.
Tras los visillos, la mirada dulce,
y la tristeza al fondo de la entraña.
Tal vez ama mejor quien desde lejos
desborda su deseo sin palabras,
y se va desangrando paso a paso,
entre la soledad y la esperanza.
Su espera era una línea
malditamente larga;
su posesión, un punto
con duración de ráfaga,
pero también con énfasis de incendio,
y arrastre de avalancha.
Punto, si pocas veces repetido,
digno de expectativas y tardanzas.
Será bajo la lluvia que a ti llegue,
sus dedos múltiples sobre mi cara,
y trazarán los tuyos
las mismas filigranas
sobre mi piel sedienta,
sobre mi piel mojada.
Es primavera, pero casi llueve,
casi te veo a flor de la ventana,
casi mi pie tropieza en tus umbrales,
casi la mano en ansiedad te alcanza.
Los Angeles, 4 de abril de 2007
Yo sé escribir con sangre
Me dijo la muchacha en un susurro:
“Tienes ojos cansados. ¿Has leído,
al tibio resplandor de la candela,
técnicas del amor en muchos libros,
sin encontrar lo que te complaciera?
¿Por qué no intentas ensayar conmigo?
No hay vida en el papel, la tinta engaña,
carecen de verdad y de latidos.
Yo sé escribir con sangre
versos que se recitan al oído,
con fondo de violines
y aroma de libido,
sin frías técnicas estructuradas
en rigidez de bloque de granito.”
Alcé los ojos y miré los suyos;
al fondo vi un espíritu encendido,
sin ataduras, águila y pantera,
umbral de claridades, sin equívocos.
Sin haberla tocado, me sabía
a nieve y sol, a espiga y a racimo.
Y ella lo supo, sin decirle nada,
como conoce el río
la ruta al mar, sin bújulas ni mapas,
como saben del viento los molinos.
Me sonrió en silencio. Yo podía
avizorar el movimiento y ritmo
de sus pies, aunque inmóviles;
sin rozarme, sentir sus dedos finos,
escuchar su poema sin hablarme,
y absorber la descarga de su instinto.
Y me quedé con ella. Anochecía.
Pero estallaban luces en mí mismo.
Los Angeles, 7 de abril de 2007