Poemas de amor, de soledad, de esperanza de
Francisco Álvarez Hidalgo
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Índice

Sonetos:
Tus palabras Descarnada mano Amar es comparar El alba Bailarina gaditana
Poemas:
Penélope Fuera de la memoria Te has hido, hermano
seperador

Breverías

1656
Esta separación a que te adhieres tiene perfil de niño degollado, en error y en horror, pero no esperes verme beligerante o encrespado. Todos tenemos rutas y quehaceres, y hemos de hacer lo que nos fue dictado. Cuando algo dentro del amante expira, el discreto no lucha, se retira.

1657
Quiere arrancarle al tiempo un ciclo nuevo esta garra de mano que suaviza sólo por ti las uñas; me sublevo ante su absurda marcha antojadiza. Pausado irá si rápido me muevo, y alígero si el pie me inmoviliza. Un nuevo ciclo para ti conmigo, sin horas, sin programa, sin testigo.

1658
Que tengan los relojes movimiento no denota que el tiempo, inmóvil, vuela; somos nosotros quienes, como el viento, nos deslizamos, sin dejar estela.

1659
Dale oportunidad al desatino, al arrebato, el cántico y la risa; vive con vértigo, pero sin prisa, que sólo un punto, el hoy, es tu camino.

1660
Inmerso, día a día, en la profunda pantalla en que se agita mi universo, sin saber si esa absurda baraúnda justifica el fervor de un solo verso, indiferente a cuanto me circunda, mientras sobre lo extraño me disperso, me veo estableciendo simetría entre autenticidad y fantasía.

Sonetos

1672 - Tus palabras
He escuchado palabras tejedoras de sonidos opacos, de hojalata, generando, en absurda perorata, simulacros de ideas creadoras. Tales palabras, neutras, incoloras, transitan en tediosa cabalgata frente a mí; ni su tono me arrebata, ni su sentido ocupará mis horas. Pero al hablarme tú, la piel se enciende al timbre de tu voz, surge y trasciende su mensaje, hondo y alto, en el cerebro. Las palabras por otros desgastadas parecen vírgenes en ti, estrenadas al balbuceo del primer requiebro.
Los Angeles, 14 de abril de 2007
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1673 - Descarnada mano
Me crece a borbotones la tristeza como un chorro de sangre por la herida, e inexorable se me va la vida por donde el cauce de la muerte empieza. La vida es gozo, gala, fortaleza, en erupción apenas contenida, y es la muerte ex amante dolorida cubriéndose de harapos la cabeza. Hoy parece venir a reclamarme el pago de mis deudas. Al mirarme al espejo mi imagen se hace extraña. El hombre antes allí ya no sonríe, resignado en la sombra a que le guíe la descarnada mano y la guadaña.
Los Angeles, 14 de abril de 2007
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1674 - Amar es comparar
Cantando voy, por dedos y memoria, de pétalos, de ráfagas, de estrellas, de pupilas, de tantas cosas bellas que visten las derrotas de victoria. Amor es rendición, pero con gloria, como son venturosas sus querellas; yo, su juglar, quiero imprimir mis huellas sólo en senderos de almas con historia. Los caminos que nadie haya pisado queden para el ingenuo enamorado que habla de amor, pero lo desconoce. Amar es comparar, y al así hacerlo, optar a lo mejor, y poseerlo desde la idea al límite del roce.
Los Angeles, 14 de abril de 2007
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1675 - El alba
El alba no se va, crece en el día como no se va el mar, se hace marea que sube y baja y tienta y juguetea como una inmensa ola de luz lo haría. El alba, mano blanca que porfía sobre el cristal, y muda clamorea que es hora de partir, cuando aletea sobre el lecho el deseo todavía… Que llame y brille, que nos importune, mi cuerpo aún vibra, tengo el alma inmune a coacción de huída, adiós o aviso. El día es una noche más brillante; y ésta también es nuestra, dulce amante, valquiria, hurí, de exiguo paraíso.
Los Angeles, 14 de abril de 2007
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1676 - Bailarina gaditana
“Que la tierra que te cubre sea leve, como sobre ella lo fueron tus pies”. (Epitafio romano en la tumba de una bailarina de Cádiz)
Era dos pies en permanente danza, como una sombra, elástica y ligera; no sé si era rosal o era palmera, nunca tal equilibrio en la balanza. Sobre el entarimado, a semejanza de humo azul en la tarde dominguera, o de brisa ondulando la chopera, era la oferta audaz que nadie alcanza. Escribía en el suelo filigranas que las más atrevidas cortesanas no hubieran descifrado o repetido. Tierra que hoy la revistes, sepultada, que apenas percibías su pisada, sé leve a la que ritmo fue y latido.
Los Angeles, 17 de abril de 2007

Poemas

Penélope
¿Para qué necesito cartas de marear, brújula y vela, si me llevan a ti todas las rutas? ¿Para qué necesito alas de seda nacidas o injertadas en mi espalda si sólo a ti mis golondrinas vuelan? ¿Para qué necesito cada noche involuntarios sueños o quimeras, si dominas la trama de mi mente al abrírsete extática, despierta? Por mar, por aire, por el sigiloso núcleo de la tiniebla, o el fulgor de la luz que nos abraza, tibia o ardiente, en cerros o mesetas, yo voy, eterno caminante, absorto, llevando el fardo de la vida a cuestas. Siempre hacia ti, no importa adónde vaya, ni cómo, ni con quién; la misma meta se abre al final de cada travesía, Penélope gentil de mi odisea. Tal vez hubo Calipsos entrañables, y apasionadas Circes, y sirenas, y anhelantes Nausicas soñadoras, pero Ítaca llamaba. No hubo amnesia en la mente de Ulises, ni hubo duda, sólo ruinas, naufragios, y galernas bajo el hostil tridente vengativo del dios del mar, siguiéndole de cerca. Las dos ideas, Ítaca y Penélope, le pulsaban las sienes de la urgencia. Como Ulises voy yo hacia mi destino; tú estás en él; percibo aires de fiesta en cada encrucijada de senderos, en cada lúcida, espumosa estela, en cada amanecer y en cada noche, en cada nube lenta, cada punto me indica que estoy en venturosa convergencia de quietos derroteros, y todos, todos hacia ti me llevan.
Los Angeles, 15 de abril de 2007
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Fuera de la memoria
Voy a desarraigarte de las amplias galerías que integran mi memoria. ¿Qué haces tú, extraviada, entre esculturas rotas, cuadros oscuros, pálidas vitrinas, restos de un mundo que se desmorona? Los museos parecen tener vida, pero están muertos; yacen a la sombra de recuerdos, lugares, testimonios, que a veces nos absorben como esponjas. Son una multitud que a la ventana del presente se agolpa, y como vendedores ambulantes intentan deslumbrarnos con sus glorias. He explorado regiones, y en cada una me apropié de cosas que acumulan el polvo de los años, y que no miro ya; me son remotas. Es como si llevara un cementerio lleno de tumbas, lacias las coronas, desleídos los nombres, sin visitantes y sin ceremonias. No perteneces a este mundo inerte de los viejos recuerdos, te incorporas a la vida que es hoy; eres, no has sido; caminas y respiras, enarbolas la bandera del cuerpo, toda curvas, y la del alma, rectas como normas. Descuélgate del marco sobre el muro, no es ese tu lugar, y no es tu hora, salta del pedestal, dame la mano. Si el mundo de los vivos, fe y congoja, no garantiza nada, todo lo ofrece al borde de su copa.
Los Angeles, 16 de abril de 2007
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Te has hido, hermano
A Mariano Alvarez Hidalgo.
Te has ido, hermano, imperceptiblemente, sin ruido, sin adiós, sin movimiento, como se va la sombra, como se nubla el cielo, con ese despertar a otro mañana que inicia nueva vida desde cero. Era tu hora, casi anticipada por la gradual fragilidad del cuerpo. Has entrado a las seis de la mañana y es tu último relevo. Tantas veces lo hiciste bajo las frías lluvias del invierno, enfundado en el áspero tabardo, regateando charcos, cuando el pueblo aún dormía entre adustos panizales, y croaban las ranas a lo lejos. Pero hoy no vas a trabajar, hermano, hoy no te has despertado de tu sueño, hoy te ha tomado de la mano el ocio y te reclina en su descanso eterno. Ese rumor de máquinas lejano trefilando el alambre, ese lamento al cruzar las hileras, estirándose, para quedar en la bobina preso, te queda tan distante que no lo oyes; lo escuchaste cuarenta años, y luego se fue apagando lenta, lentamente, terminando en minúsculo recuerdo que no te seguirá. Vas a otra zona sin máquinas, sin mugre, sin estrépito, lugar de placidez clarividente, como si un ventanal se hubiera abierto sobre un jardín de mundos infinito, para que lo contemples en silencio, como desde tu casa, en la solana, obervabas las hierbas de tu huerto, en abandono ya, sin tus cuidados, tan frágil la estuctura de tu cuerpo; y más allá las ásperas aristas de la torre herreriana, cuyo templo fue cárcel en la etapa fratricida, cuando órgano y campana enmudecieron; y el ciprés centenario, y la chopera en torno del pantano, y aún más lejos la alta línea quebrada de los montes contra el azul del cielo. ¿Qué avistaban tus ojos diminutos, débiles y cansados, qué hervidero de impresiones lejanas emergían de nuevo, tú de pie, y el cristal tenue barrera, incapaz de borrar tragedia y miedo? Nunca tuviste juventud, los años de la risa, el amor y los paseos, te vieron, y miraron a otro lado, evitando el encuentro, casi como si hubieras dado un salto de adolescente a viejo. Era una España de miseria entonces, huérfanos muchos, muchos más hambrientos, pero muy pocos de dieciseis años frente a seis bocas como tú se vieron. La escasez, que separa y desmantela, fue el círculo de acero, el adhesivo que mantuvo unida nuestra pequeña tribu en torno al fuego. Hermano que te has ido, cumpliste una misión, y te recuerdo.
Los Angeles, 4 de noviembre de 2007
Diseño: Carmen Álvarez
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