Breverías
1716
Los pies, amplios y firmes, con seguro
y ágil andar, que a mi ámbito te allegan;
tus pies, rítmica danza que capturo
si retozones con los míos juegan;
Los pies, cansados de mirar de frente,
inquietos por vagar nuevos caminos;
tus pies, que se me alejan nuevamente,
tus pies, tus pies…¿Por qué tan peregrinos?
1717
Qué memoria tan larga hay en mis manos…
Conocen tu perfil, cada relieve,
los ángulos más tuyos, más arcanos,
a que cada una sin rubor se atreve;
los pliegues de tu blusa, que cedieron
al estallar en desnudez radiante;
y tus manos también, que respondieron,
y cada ávido gesto del semblante.
1718
Los ojos que te vieron no te miran,
pero te ven. No importa si los cierro,
si les niego los párpados, si giran
hacia el jardín, o al sueño les destierro.
Es como si flotara en mis retinas
sólo tu imagen grácil, transparente;
superpuesta al ejido, a las colinas,
al flujo de los ríos, de la gente.
1719
Los labios ya han desestimado nombres
que un día fueron algo, y hoy son nada;
así van las fortunas de los hombres,
entre apatía, olvido y puñalada.
Pero en mis labios permanece el tuyo
con el frescor de lo recién nacido:
ni silenciarlo sé, ni lo diluyo,
te llamo a gritos, pero sin sonido.
1720
Sé que me escuchas, aun estando lejos
y hablándote en susurros; cuanto digo
vuelve a mí confirmado, como espejos
devolviendo una imagen. Te prodigo
tantas palabras de visión y tacto,
de cantigas, andanzas, madrigales,
y tú percibes el mensaje exacto,
amor de audacias incondicionales.
Sonetos
1737 - Conocimiento
Ah, cómo te conozco ya. Mi mente
es más amplia por ti, que la dilatas
cuando por los sentidos me arrebatas,
tornándome la piel adolescente.
Sólo a través del cuerpo el alma siente,
te ve, te escucha, y en las cabalgatas
de tus manos, se me hacen inmediatas
tus ideas de ayer y del presente.
Cada palabra, cada beso y tacto
llevan consigo fidedigno extracto
de cuanto el fondo de ti misma entraña.
No sólo tú, la vida, el mundo entero
entran a mí, por ti, como guerrero,
que conquista, adoctrina y acompaña.
Los Angeles, 9 de agosto de 2007
1738 - Perenne amor
Quiero ser inmortal; no se me muera
una mañana gris la fe en mí mismo,
ni me seduzca el cáliz del cinismo,
aunque un pequeño sorbo agradeciera.
Quizá la muerte agrieta la frontera
de la inmortalidad. Tal dualismo,
morir para vivir tras el abismo
de la sombra, no es todo, aunque libera.
¿Por qué aguardar al último suspiro?
Aunque el amor utópico a que aspiro
sea fugaz, prométemelo eterno.
Hazme tu Olimpo aquí, si transitorio;
y verás que en tan breve territorio,
por la ley de los dioses me gobierno.
Los Angeles, 14 de agosto de 2007
1739 - Mi voz
La voz que se me dio, fluye, no grita,
sereno arroyo, que al pasar murmura,
y aunque ansía llegar, no se apresura,
y aunque a veces se queja, no se irrita.
Es una voz sutil, que necesita
llegar a ti en temblor de rozadura,
sin áspera estridencia, y que procura
ser provinciana, no cosmopolita.
Admítela en la cuenca de tu oído,
y elévese al cerebro adormecido,
despertando su hermético aislamiento.
Pueble las oquedades de tu entraña,
y verás que soy yo quien te acompaña,
mis palabras tan sólo un instrumento.
Los Angeles, 14 de agosto de 2007
1740 - Mishka
(Gatita negra, cuatro meses)
Oh, diminuta sombra a cuatro patas,
de sonoro, meloso ronroneo:
Largo sueño y travieso jugueteo,
son tus necesidades inmediatas.
Elástica y vivaz, te me desatas
en piruetas, galope y regateo;
si quieta, en tus pupilas casi veo
mágico mundo cuando las dilatas.
Hay siglos en el fondo de tu mente,
perfiles faraónicos de oriente,
reinas volubles, brujas medievales,
nocturnas peripecias acrobáticas;
y siempre tus miradas enigmáticas
saben hablarme a mí, tan personales.
Los Angeles, 16 de agosto de 2007
1741 - Nuevo idioma
¿Habré dilapidado mi lenguaje?
Ya casi no sé hablar como lo hiciera
un tiempo atrás, cuando era la chopera
paréntesis, no fin de mi viaje.
Entonces, a su sombra, me distraje
con léxico dorado que hoy quisiera
resucitar, mas no se recupera
lo que el tiempo gastó, viejo ropaje.
Palabras fueron que dijeron algo
a quien las escuchó, pero no valgo
para ofrecer obsequios deslucidos.
Llegado a ti, en silencio te hablo ahora,
sin externo atavío que aminora
cuanto quieren decir mente y sentidos.
Los Angeles, 16 de agosto de 2007
1742 - En coche
Ante la vista se abre la meseta
como un abrazo etéreo, e improvisas,
en la diafanidad del parabrisas,
el bosquejo sutil de mi silueta.
Rigurosa visión, mas tan discreta
que sólo tú percibes; tus sonrisas
llevan razones flojas y con prisas,
y calla cada cual, aunque interpreta.
Pero qué exégesis tan desviadas
de esa verdad que guardas; tus miradas,
tan evidentes, nadie las augura.
Y nadie ve, tus manos al volante,
que un incorpóreo, misterioso amante
rodea con su abrazo tu cintura.
Los Angeles, 16 de agosto de 2007
Poemas
Mujer en Tordesillas
La Reina Juana la Loca murió en
Tordesillas en 1555
Tantos muertos te miran que un día caminaron,
míseros o arrogantes, por estas callejuelas
que tus pies hoy transitan… Unos tal vez zarparon
mar de ensueños, a bordo de las tres carabelas;
otros se reintegraron al terruño, curtidos
de las guerras estériles del Vietnam de Flandes,
o adquirieron fortunas y memorias, u olvidos,
en la inmóvil sabana, o al umbral de los Andes.
Todos ellos descansan bajo la misma tierra,
seca y hospitalaria de esta vieja Castilla
del abrazo infinito cuya corteza encierra,
bajo el aspecto adusto, profunda alma sencilla.
Pero la única sombra que seguirá tus huellas
de dama enamorada con festón de locura,
será la Reina triste gimiendo sus querellas
de esposa abandonada, su intensa desventura
Se obstinará en tus pasos por plazas y portales;
tú, mujer tan hermosa, por su inminente entorno,
sólo puedes ser una de las muchas rivales
que a mandobles de celos causaron su trastorno.
No importa que Felipe yazga muerto en Granada,
para ella sigue vivo, siempre galán e infiel;
guárdate de esa sombra lúgubre y obcecada,
porque puede adherirse vengativa a tu piel.
Los Angeles, 13 de agosto de 2007
Cuando llegas a casa
Cuando llegas a casa, después de haber pisado
aceras de ciudades y senderos de aldeas,
habiendo departido charlas convencionales,
las que casi te importan, las que no te interesan,
y has fingido sonrisas que juzgara el cliente
espontáneas y auténticas;
padecido requiebros pedestres a destiempo
camuflando la ofensa,
y las horas tan largas que arrastran sus minutos
como si fueran días, o si no se movieran;
y al fin recoges todo,
y aparcas la jornada como un banco de niebla,
cuando llegas a casa,
y hay un castillo de oro más allá de la puerta,
y los brazos de un niño
en tus brazos se enredan,
y tu sonrisa estalla
como lluvia de estrellas,
y las palabras dicen
lo que decir debieran,
y tú, que las escuchas, y que también las dices,
sabes que no hay sentidos ocultos, porque juegan
a los ojos abiertos, a las almas desnudas,
a luz y transparencia.
Cuando llegas a casa,
y no estoy, ¿me recuerdas?
Los Angeles, 14 de agosto de 2007