Breverías
1731
Te ves en un espejo que deja de ser mudo
gritando mi apellido si te asomas al borde;
y cada sinfonía me imparte tu saludo
en cada nota trémula, cada rítmico acorde.
1732
Sólo contigo, sólo, sin pausa ni testigo,
sólo contigo, ahora, sin antes ni después;
renuncia a esa tu sombra que se viene conmigo,
y arráncame esta sombra que se enlaza a tus pies
1733
Quiero transfigurarme cada día,
y seguir siendo el mismo para ti;
perfecta síntesis parecería
de lo que hoy soy, y de lo que antes fui,
de cuantos fueron en tu fantasía,
y del que anida solamente en mí.
Y no querrías más, ni de otro modo,
porque al tenerme, lo tendrías todo.
1734
Acabas de llegar; voy a vivirte
como ciñendo túnica radiante
sobre mis hombros, hasta mis talones,
revestido de ti; y a persuadirte
al atavío de otra semejante,
mi propio yo sobre tus dimensiones.
1735
Hazme infeliz a veces (pero no en demasía)
para no acostumbrarme a este perenne goce,
y aceptar que, si amamos, la sola garantía
que se nos da, es tan frágil como un temblor, un roce.
Sonetos
1751 - Solo
Triste como la noche del amante,
solo en su lecho sepulcral despierto,
con ese inevitable olor a muerto
de inesperada ausencia, sofocante.
Y ausencia fue. O fue tal vez desplante.
O escisión trascendiendo al descubierto;
como si al desenlace de un concierto
sucediera silencio amenazante.
No hubo ruidos llamando a su ventana;
en lento caminar, la caravana
de recuerdos sangrábale la mente.
Cómo quisiera una memoria hueca,
un corazón en blanco, un alma seca,
dentro de un cuerpo que ni ve ni siente.
Los Angeles, 17 de septiembre de 2007
1752 - Cuerpo
Se me ha salido el alma; vuela ahora
en círculos concéntricos, perpleja,
piando en tono de afectiva queja
por desdén que repudia, amor que añora.
¿Adónde irás, gaviota soñadora,
o en busca de qué piel que te proteja?
La piel es sólo piel, joven o vieja,
molde vivo que al fin se deteriora.
Quien te ha visto, a través de mí lo ha hecho,
fuerza en el brazo, júbilo en el pecho,
luz en los ojos y en los labios sed.
Sin mí, sin ti, qué somos, qué esperamos?
Dos seres incompletos que rodamos
como ráfaga de aire en la pared.
Los Angeles, 17 de septiembre de 2007
Poemas
Amarte al aire libre
Amarte al aire libre,
en ignorancia de mirar ajeno,
caminando el Edén más exclusivo,
de una pareja sólo, desde cero,
nada detrás, la vida por delante,
conscientes ya de desnudez, sin miedo,
ni hoja de higuera o flameante espada,
y el árbol de la ciencia todo nuestro.
Yo sé todo de ti, tú de mí sabes
cuantas huellas marcaron en mi cuerpo
pies sin profundidad, y que parecen
haberse obliterado con el tiempo.
Tan joven este mundo, despoblado,
aún no se han hecho leyes, no hay espejos,
porque aún no ha germinado la vergüenza,
y sólo tú me miras, y a ti veo.
Amarte al aire libre,
sobre la fresca hierba, bajo el cielo,
sin más testigos que aves en las ramas,
una orquídea tal vez, tal vez un ciervo.
Tú, primera mujer, yo, primer hombre,
qué descendencia de los dos tendremos.
No habrá quijada de asno,
sólo un albor de algarabía y besos.
Ven sobre mí. No escuches los rumores
que como un río fluyen a lo lejos.
Es nuestra toda la naturaleza,
no hay nadie más, el mundo es aún pequeño.
Alguien vendrá que inventará la rueda,
alguien sabra domesticar el fuego,
y alguien después revolverá la entraña
de la tierra, ofreciéndonos el hierro…
Pero eso es tan lejano…,
acaba de nacer el universo,
y sólo tú y yo estamos
en esta noche clara, de misterios.
Amarte al aire libre,
mi necesario, irrevocable sueño.
Los Angeles, 12 de septiembre de 2007
Imprescindible
Te he amado con palabras enigmáticas,
de esas que dicen más de lo que dicen,
aunque nadie lo entiende, ni tú misma;
con afán que no acierta a despedirse;
con miradas furtivas, como ríos
que no se dejan ver ni oir, sutiles,
pero que pasan junto a ti, muy cerca,
tan tímidos, tan tristes.
Y con manos te amé, cortas, inmóviles,
creyéndote intangible.
Te amé con pensamientos que me hubieran,
de haberse hecho visibles,
condenado a tortura
y muerte al fin, en múltiples países;
y que tú hubieras aceptado al verlos,
pero, ay, que no los viste.
Si hubieras estado hecha de sonidos,
y avanzaras en arpas y violines,
hubieras penetrado mis barreras,
resonando en mis tímpanos, no diques,
sino umbrales a zonas más recónditas,
a las que bien pudieras adherirte,
y navegar la savia de mis sueños
de la más alta rama a las raíces.
Y si fueras de luz, tal vez leyeras,
al entrar por mis ojos, cuanto escribe,
en las paredes vivas de mi espíritu,
ese duende interior que por ti vive…
Una voz inequívoca me advierte
que ya has entrado en mí, que ahora resides
en esa zona de vigor y sangre
que alguien denominara vida. Dime,
¿te quedarás? ¿Sabrás considerarme
como te considero, imprescindible?
Los Angeles, 13 de septiembre de 2007
Mis huellas
Cansado de mis huellas, tan exactas,
sobreviviendo al viento y a la lluvia,
profundas, muy enteras, pero solas,
como si nadie las pisara nunca,
doble río de flujo intermitente
que ni sabe pasar ni se embarulla.
¿Nadie tiene la urgencia
de recorrer este camino a oscuras,
y emborronar mi rastro?
Soy como la columna
del viejo templo clásico; me miran
y reconstruyen lo que fue; me agrupan
formas, ideas, capiteles, friso,
si algunas partes claras, otras turbias.
Nadie ve lo que soy, mas lo que pudo
haber sido mi entorno. Quien me estudia,
alza desde mi pie una fantasía
mezcla de realidad y conjetura.
Quiero borrar mis huellas. Que me olviden,
o me piensen de ráfaga, de espuma,
de vuelo en el azul, pero sin alas,
de noctívaga luz, pero sin luna.
Algo que vino y se esfumó, sin rastro,
como el humo, el olor, la voz se esfuman.
En las huellas se engendran los sofismas,
un grano de verdad, otro de duda,
otro de presunción, y cada surco
rinde una mies absurda.
Que se pierdan mis huellas, que no quiero
que alguien me reconstruya
a su forma y manera;
bórreme el viento, láveme la lluvia.
Los Angeles, 13 de septiembre de 2007
Sueños cansados
¿Percibiste mis sueños plegándose en tus manos?
Eran leves alondras renunciando a su vuelo.
¿Para qué los espacios vacíos, los pinares,
para qué las nocturnas soledades, los cerros?
En ellos he batido las alas, desolado
de no encontrar la rama florida, seco el suelo,
y he regresado siempre, paloma de diluvio,
a un arca que era apenas refugio en movimiento.
Era el agua en los valles, el barro en las laderas,
el silencio en las cumbres, oh Dios, cuánto silencio;
y eso era todo: Nada; despoblado, oquedades,
ir y volver sin rumbo. ¿A dónde va el sendero?
Qué desgaste de fuerzas, qué orfandad, qué cansancio,
qué años tumultuosos de inútiles rastreos,
con la angustia en el pecho, la soledad a cuestas,
besos casi a la mano, mas sin lograr beberlos;
y los que se alcanzaron, tan débiles, tan pálidos,
apenas guarnecidos de volumen y aliento.
Cómo detesto aquellos caminos recorridos,
ciudades visitadas, hospedajes decrépitos,
los días trashumantes, las noches rutinarias,
en que uno era inquilino sintiéndose extranjero.
Malditas las palabras que nada me decían,
y malditas las mismas que repetí yo luego.
Nada sólido, nada; todo de niebla y aire,
todo de humo, de espuma, de sombra estaba hecho.
Si no hubieras tardado tanto como has tardado
no se hubieran cansado tanto mis propios sueños.
Hoy se me ovillan todos desnudos en tus manos.
Cierro los ojos. Callo. Es hoy nuestro momento.
Los Angeles, 14 de septiembre de 2007
Tiempo
Debo aprender que al fin estoy amando,
dejar atrás la endémica ignorancia
que se empeñó en negarme
lo que tantos pensé desentrañaban
cada día en sus vidas, y en la mía
se quedaba tan fuera de mis ansias.
Hay un tiempo de fe,
como lo hay de la luz a la alborada;
y tal vez muere, como muere el día,
y entonces llega el tiempo de esperanza;
y éste se va extinguiendo lentamente,
como el perfil del cerro, o de la acacia,
difuminado en sombras al ocaso;
y hay un tiempo también para las lágrimas,
que se podrá considerar eterno,
pero que al fin se bate en retirada.
Y al agotarse todos esos ciclos,
inventamos el tiempo de la nada.
Nada puede ocurrirnos,
nada hemos de indagar, ya no hay ventana
a que asomarse, ni hay sendero abierto
que pueda recibir nuestras pisadas,
ni hay horizontes que soñar, ni hay noches
de silencio integral y luna clara.
Todo eso pertenece ya a otro tiempo
que se nos escapó, viejo fantasma.
Y sin embargo todavía hay tiempo,
todo sigue su marcha,
y en el invierno de la vida pueden
nacer las rosas blancas
que vimos con envidia
en otros búcaros, otras solapas.
Este es mi tiempo para amar, tardío,
pero el mejor que nunca imaginara.
Los Angeles, 15 de septiembre de 2007
Libro
Vendrá el día, a la sombra de tu ocaso,
en que abrirás el libro
viejo, semiolvidado, polvoriento,
como clavel marchito,
y pasarás las páginas,
con aire indiferente, distraído.
Habrá un vago recuerdo, mariposa
revolando en tu mente, un tono ambiguo
de palabras habladas
rozando el interior de tus oídos,
un palpitar de versos tan lejano
como si nunca hubieran sido escritos;
y lo fueron por ti, para ti, tropa
de ángeles, o de duendes, tan conspicuos
que todos los veían,
menos tú; y eran fieros estallidos
de exaltación, y cantos de esperanza,
y risas, y gemidos,
que todos escuchaban,
menos tú; y eran íntimos testigos
de un alma derramándose en el mundo
en marea de afectos encendidos,
que todos exploraban,
menos tú; y eran valles y caminos
que persistentes frecuentaban todos,
menos tú, tan ajena y en descuido.
Todo fue un surtidor entre mis dedos,
todo quedó en mi libro,
y se le abrieron párpados extraños,
y estimuló intenciones y sentidos,
y quedó arrinconado en tus estantes,
sombra en la sombra al borde del olvido.
Un día llegará, quizá me leas,
y en cada verso escucharás el grito
de un alma enamorada,
de una piel enredada en el instinto,
de una mente lanzando ideas fijas,
porque su amor fue fijo;
y entenderás tal vez lo que entendieron
tantos que me han leído,
pero nadie sabrá quién fue la musa
que me envió al exilio.
Sólo tú lo sabrás, si lo recuerdas;
y mientras tanto escribo, escribo, escribo...
Los Angeles, 5 de septiembre de 2008