Breverías
1736
En el cuerpo me crecen verdes ramas,
bajo los pies horadan mis raíces,
y en mi entorno un tropel de meretrices
me incitan al placer desde sus camas.
Soy todo brazos, con el tronco ardiendo,
y a punto de avanzar lúbrica entrega,
pero el desplazamiento se me niega…
Fidelidad: No sé si te comprendo.
1737
Ay, mujer, que insistente me frecuentas
en días anodinos, noches frías,
vistiéndome la piel de rebeldías,
y el alma de ansiedades…, y te ausentas.
Y emerges otra vez, y te apoderas
de mi momento, y huyes, y apareces,
y a punto de besar te desvaneces,
y sólo abrazo el aire… Si existieras…
1738
Se despoja la tarde de los últimos brillos,
tiene la noche abrazos para la sombra muda;
no hay soledad que al alma le clave sus cuchillos
si a mi lado, en silencio, mi amante se desnuda.
1739
La vida es gris, y ella la viste de oro,
hueca es la noche, y ella la satura,
mudo es el lecho, y lo hace ella sonoro,
mi sensatez naufraga en su locura.
Cuando todos se van, ella se queda,
si reaparecen, ella me amuralla,
si debo caminar, se hace vereda,
y dialogo con ella aun cuando calla.
1740
Mi boca es festival de ruiseñores
a punto de iniciarse;
es para ti su canto, no lo ignores;
cuando al final decidan alejarse,
(que es su destino el canto,
pero también el vuelo)
no te acojas al ángulo del llanto,
da, por tu instante azul, gracias al cielo.
Sonetos
1753 - Tiempo
Sigue su curso el tiempo, como un río,
mas ni naufrago en él ni me devora;
le contemplo al pasar, hora tras hora,
como observo la marcha del gentío.
Si antes iba en su flujo, ya hoy me guío
por la innata corriente forjadora
de mi propio destino, y la demora
de este momento actual, que es tuyo y mío.
Envejecer resulta irrelevante
si la mano ingeniosa de la amante
desactiva reloj y calendario.
Sabia mano que arropa y estremece,
sin mañana ni ayer, y aunque se crece
día a día, jamás toma inventario.
Los Angeles, 27 de septiembre de 2007
1754 - Allí estoy
En la angustia que el pecho te atenaza
como puño metálico, opresivo;
en el cansancio de un pasado aún vivo
que se niega a morir, y te amenaza;
en cada idea que el temor disfraza,
amparándote en gesto defensivo;
en cada desconsuelo sin motivo
que el vigor de tu espíritu adelgaza.
En cuanto temes, te acongoja, evitas,
con razón o sin ella, en las visitas
que a tus sueños se adentran inquietantes;
en tus horas más débiles o aciagas,
allí estoy, como bálsamo en tus llagas,
nunca mis manos para ti distantes.
Los Angeles, 27 de septiembre de 2007
Poemas
Ideas
Voy a extirpar ideas que nunca me han servido.
Yacentes en esquinas de sombra aletargada,
nunca encendieron luces ni sonaron alertas
ni supieron filtrarse por gestos o palabras.
En las concavidades de mi cerebro hicieron
su madriguera inútil, sin intentos, sin ansias.
¿De qué sirven los muertos que nunca conocimos?
Que en sus tumbas descansen; no modulan palabras,
ni sabemos sus nombres, aunque se hayan tallado
en lápidas de mármol o en cruces enlutadas.
No hay vida en las ideas dormidas, troncos secos
por donde ya no fluye, como sangre, la savia.
Árbol soy cuyo inerte ramaje improductivo
de este parcial invierno, sólo espera la tala.
Váyanse las ideas anónimas, vacías,
como se van las ramas
deshojadas, estériles,
de la mano del hacha.
Y si alguien preguntare por qué no las fecundo,
por qué no las inyecto mi esencia, mi esperanza,
diré que ya tuvieron su momento de luces,
y fue desestimado. No puedo ya pensarlas.
Los Angeles, 24 de septiembre de 2007
Me haces flotar
Me haces flotar, e ignoro si tú flotas.
Tal vez voy sobre ti, como la nave
surca las olas, silenciosamente,
o el fuego abraza el leño, crepitante.
O tal vez en el aire, sin contacto,
meciéndome en los hilos improbables,
invisibles también, que sostuviera
la mano del arcángel
gestor de situaciones insolubles
en la complicidad de los amantes.
¿O será que en el hueco de tu mano,
como una esfera mágica, el paisaje,
el mundo entero se hace almohada de humo
en que yo mismo puedo recostarme?
Pierdo todo mi peso a tu costado,
tan ligero me siento, que me invaden
deseos de volar; quizá dos alas
en mis espaldas arqueadas nacen,
y soy águila o cóndor, y en la altura
giro ingrávido en amplias espirales,
siempre en torno de ti, mi propio centro,
definitiva carne de mi carne.
Me haces flotar. Oh elevación callada,
oh miembros al galope, oh ansiedades.
Los Angeles, 24 de septiembre de 2007
No más deshabitado
No más deshabitado. Poseído
me siento de una fuerza redentora.
No la entiendo, ni aspiro a comprenderla;
ejército frontal que se me agolpa
en la frontera lúbrica del alma,
donde la piel, exuberante esponja,
absorbe, cede el campo y avasalla,
vencida y a la vez conquistadora.
Tu mano sobre mí, pez, ave y fiera,
nadando bajo el agua de la ropa,
o en aleteo al aire de mi aliento,
o montaraz, resuelta cazadora.
La mía sobre ti, campos abiertos,
profundos surcos, cúspides redondas,
en sed de regadío, de labranza,
yo con la espalda al sol, y tú a mi sombra.
El mundo es un silencio no quebrado,
no hay temblor en las cañas, ni en las hojas,
nada vuela, ni corre, ni flamea,
sólo dos manos que incesantes tocan,
y se apoderan de las almas, dagas
que abren la carne en vivo y la alborotan.
Te bebo como vino en cáliz de oro,
como vino me bebes, gota a gota.
Deshabitado estuve, y hoy me pueblas.
En tu sueño me hospedo, boca a boca.
Los Angeles, 25 de septiembre de 2007
Y me quedé sin alma
Me pidió el alma, para verla, un día,
y yo se la presté, como quien deja
al curioso de turno el libro nuevo
que apenas se cerró sobre la mesa.
Uno espera que observe la portada,
título, autor, quizá la referencia
al tema que aparece en la solapa,
y que seguidamente lo devuelva.
Y me quedé sin alma. Yo esperaba
que, vista ya, me la restituyeran.
Pero se la llevó. Mi cuerpo todo
temblaba como junco en la ribera,
pero desposeído de energía,
no fui capaz de articular protesta.
Vivir sin alma tiene sus ventajas:
Una extraña quietud, una ceguera
que impide ver el mundo,
y al escuchar su ruido, indiferencia.
Nada nos hiere, nada nos perturba,
nada nos espolea.
¿Pero de qué nos sirve
ser planta o ser estrella?
Ser de músculo y carne es un peldaño
tan sólo superior al de la piedra.
Devoraremos nuestros alimentos
sentados impasibles a la mesa,
ocultos en el bosque sin ensueños
sabremos atrapar nuestra pareja,
nos reproduciremos
con escaso ritual sobre la hierba.
Yo quiero más. El gozo y la agonía,
la esperanza, el recuerdo, la tristeza,
la fe y la duda y el desasosiego;
quiero que me devuelvan
el alma que ayer tuve y me robaron,
quiero vivir la vida a mi manera.
Los Angeles, 26 de septiembre de 2007
La vi llegar
Esa mujer sentimental buscaba
un hueco a que acoplarse, no ya un acto;
una continuidad equidistante,
en el ámbito estrecho del abrazo,
de lo fugaz y lo imperecedero,
denso volumen antes que preámbulo,
más que vuelo de alondra transeúnte,
fragante permanencia de naranjo.
La vi llegar como apartando espigas
sobre el dorado campo,
abriendo puertas de aire
con la delicadeza de sus manos.
Amplia sonrisa azul de mediodía
le colmaba los labios,
como si el estallido de sus ojos
encendiera las sombras a su paso.
Se me acercó, tan blanda, lentamente…,
y sin hablar se recostó a mi lado.
Los Angeles, 26 de septiembre de 2007