Breverías
1771
En la piel de mis besos hubo nombres escritos
que el tiempo y tu llegada plenamente han borrado;
te los entrego limpios, fragantes, exquisitos,
como rosas que sólo por ti hayan germinado.
1772
Otras llevan sonrisas de los labios colgadas,
como un arillo de oro, o un parche diminuto;
la tuya es todo un río reventando en cascadas,
escenario de luces, alborozo absoluto.
1773
Si en la noche te espero, y en la noche no vienes,
¿cómo podré enfrentarme, perdido viajero,
a la sombra alargada, al pulso de mis sienes,
a esta orfandad que me hace náufrago y forastero?
1774
Aún no se fue y ya quiero que regrese;
yo amante de la luz, se hace tan larga
la sombra que en mi entorno se descarga
que conmino a la aurora a que me bese.
Pero el alba no es potro galopante,
sino flemática, glacial, tortuga;
ay, si pudiera provocar la fuga
de esta tiniebla apenas palpitante.
1775
Ven, amor; es invierno y atardece,
débil la luz, desiertos los caminos,
la nieve en los tejados, en los pinos,
y el último rumor se desvanece.
Llégate aún más, así, calor, regazo,
y quietud, que las horas se deslicen
lenta, muy lentamente, y eternicen
esta tarde invernal, en este abrazo.
Sonetos
1784 - Frontal avance
Se me han perdido ya todos los miedos,
no me quedan desvelos ni temblores;
he vuelto a mis trabajos y sudores
por los surcos de mies, por los viñedos.
Tantos preceptos, estatutos, credos,
se hicieron plomo, alarmas y rigores,
que los obliteré, y hoy ruiseñores
cantan por ti en las puntas de mis dedos.
Llevo el sabor y aroma de tu tacto
carnal y místico, que cada impacto
de tu alma y de tu piel me dejó impreso.
No temo ya a la vida ni a la muerte,
ni me amenaza el riesgo de perderte:
Nuestro avance es frontal, sin retroceso.
Los Angeles, 12 de diciembre de 2007
1785 - El eco de mi paso
Oigo en la tarde el eco de mi paso,
que me anima a seguir, pues me revela
que no persisto inmóvil; no hay espuela
más eficaz contra hormas o fracaso.
El módulo es inercia, es férreo vaso
que atrapa al alazán o a la gacela,
amortigua su brío y lo congela,
o hace del claro día gris ocaso;
y el descalabro es sombra y aislamiento;
en ambos, sofocados fe y aliento,
más piedra hundida que agua desatada.
Camino, luego soy; mi huella grita,
y al escucharla, el alma resucita
de su letargo y soledad cansada.
Los Angeles, 12 de diciembre de 2007
1786 - Contraste
Cada palabra que te digo, quiero
que sea un dardo azul, un estallido,
proclamando tu nombre y apellido
desde mi condición de prisionero.
Que lo escuchen la orquídea y el jilguero
desde la sombra del jardín o el nido,
despierte el intelecto adormecido,
y soliviante el corazón de acero.
Tenga mi voz el don de la trompeta
de los últimos tiempos, y acometa
la redención de los amores muertos.
Que cuantas amé un día se levanten
del olvido, y sus almas se quebranten
contrastando a tu amor sus desaciertos.
Los Angeles, 12 de diciembre de 2007
1787 - Suficiente
Creo tenerlo todo, y tengo nada;
¿o será de verdad que tengo todo?
Tal vez, pues si a la nada me acomodo,
quedará mi ambición desangelada.
Quien no desea tiene franqueada
la trinchera final, y de algún modo
erige su defensa a piedra y lodo
frente a la pretensión desmesurada.
Tengo algo de yantar, poseo un lecho
para cerrar los ojos, y sospecho
que para abrirlos, si alguien me acompaña;
y un perro amigo fiel, y hora tras hora
en que el alma medita, siente, añora,
y nada ya su placidez empaña.
Los Angeles, 13 de diciembre de 2007
1788 - Distante
Eres áspero abrazo, distraído,
te adosas como un árbol contra el pecho,
sin flexibilidad; bailas, te estrecho,
y no soy posesor ni poseído.
Magnético el entorno, la libido
es pantera en la sombra y al acecho,
voraz visión de desnudez en lecho
liberando el instinto reprimido.
Frío, mecánico tu movimiento,
marcha de autómata más que hoja al viento,
cuerpo allegado a mí, pero alma ausente.
Si fueras mármol que la muerte evoca,
yo tendría la estatua, y a otra boca
besaría tu espíritu yacente.
Los Angeles, 14 de diciembre de 2007
1789 - Tu elocuencia
Hoy te prefiero mansa, silenciosa,
si velado el designio, permisiva,
mas no menos vibrante y expresiva
que el clamor de la carne lujuriosa.
Tu mejor elocuencia no reposa
sobre tibios vocablos; se deriva
de esa corriente inenarrable, viva,
de ti fluyendo en fuente luminosa.
Sin escucharte sé lo que me dices,
en candidez total, sin los barnices
del ambiguo lenguaje artificial.
No he menester de glosa o comentario;
desde tu íntimo, intenso santuario
me llegas toda tú, confidencial.
Los Angeles, 14 de diciembre de 2007
1790 - Se va y se queda
No todo aquello que se va nos deja;
se va el tiempo y se queda, y así el río,
y en el alma afligida, su vacío
es la huella de otra alma que se aleja.
Nunca quedamos solos; cada queja,
lágrima, adiós, o despertar sombrío,
nos proporciona un cierto poderío
sobre ese olvido que nos acompleja.
¿Tememos recordar? Aún no se ha ido.
¿Queremos olvidar? Cada crujido
de seda, de tarima, cada paso
resonando en la tarde soledosa
torna el alma nostálgica y dudosa…
En el fondo del fondo no hay fracaso.
Los Angeles, 14 de diciembre de 2007
Poemas
Ideas
Ah, qué sombra tan bella,
nada parejo a semejante sombra.
Yo, como el hombre de Platón, sentado
al fondo de la cueva. Se me agolpan,
rozando la pared, formas difusas;
fuera, la luz, y, en tránsito, la gloria
de las ideas místicas, radiantes,
que no ve el ojo ni la mano toca.
Tan sólo siluetas proyectadas
llegan a mí, erráticas, amorfas,
de lo que pasa al exterior, esbozos,
sin percibir la realidad. Las cosas
no son como las vemos o sentimos,
un muro infranqueable nos derrota.
Observamos el rústico envoltorio
que las envuelve, cápsula rugosa,
y vislumbramos cierta analogía,
pero sin conocerlas, tan remotas.
¿Qué hay detrás de esa piel que tanteamos?
Nos engaña el sentido; no deshoja
su envoltura, nos da color, tamaño,
tal vez sonido, y forma,
pero es conocimiento periférico,
sin llegar a la médula, es la sombra
de la idea que nunca contemplamos,
que sólo deducimos, es la copa
cuyo vino jamás degustaremos,
es valorar la arqueta, no la joya,
es mirar al balcón y convencernos
de que hemos visitado ya la alcoba.
Nuestros conceptos son distantes, mancos,
nuestro conocimiento no incorpora
sino fragmentos, ráfagas, detalles,
no vemos más que sombras, sólo sombras.
¿Te conozco? Mis manos te han tocado,
te han besado mis labios, y tu boca
lleva el sabor de todos los sudores
de todas mis esquinas, y hay aromas
tan íntimos, tan tibios, tan mezclados,
que ya no hay tuyo y mío, y en la cópula,
estando en ti, casi tocando el alma,
me parece llegar donde ella mora,
sí, la idea que te hace y te define,
pero no llego nunca; te galopan
mis sentidos, cazando menudencias,
acumulando datos, que no brotan
de tu fondo real, donde el tú vive,
mas de la superficie, de la zona
que de ti me separa, a la que adoso
la que de mí igualmente te disocia.
Ay, qué imperfecta idea de ti tengo,
qué radiante también, qué jubilosa…
Los Angeles, 13 de diciembre de 2007