Poemas de amor, de soledad, de esperanza de
Francisco Álvarez Hidalgo
Se morían las rosas

Índice

Sonetos:
Se morían las rosas A pesar Abatimiento Dinámica obsesión
Poemas:
Besaya Escuchando a Schubert Turba
seperador

Breverías

1796
Quisimos estudiar la asignatura que cada amante a repasar se afana, en completo aislamiento. Qué semana para crear el mundo a nuestra hechura. Mas no se hizo la luz. Sobre el vacío enmudeció la voz generadora; no hubo tarde y mañana, ni hubo aurora, y el espacio quedó callado y frío.

1797
No me importan las muertes que he tenido, la sangre derramada, el sufrimiento; ni a venganza me pliego ni a lamento, porque he llegado a ti, y he renacido. Tiempo vendrá cuando de nuevo muera; todo es caduco, hasta ese amor eterno que es ciervo manso y a la vez pantera, hoy cielo azul, tal vez mañana infierno.

1798
Los sueños que he tenido los reparto entre gentes que no me reconocen; si de seda para ellos, ya de esparto son para mí; si pueden, que los gocen. Voy a tumbarme al sol, como el lagarto, sin pensar, sin sentir… No me destrocen esta calma a que aspiro, no me indaguen… Si esos sueños naufragan, que naufraguen.

1799
Sigo mirando el roble, tan austero, que observa cada sombra o silueta detrás de tus visillos, prisionero de sus propias raíces; la carreta dormida junto al muro, y el sendero de alma trémula ayer, pero hoy tan quieta. Y en esta placidez, sólo me afana ser el perfil detrás de tu ventana.

1800
He renunciado al tiempo, fui su esclavo durante muchos años, mas la vida, forma de tiempo que a morir convida, me hizo más perspicaz, si no más bravo. No me preocupa lo que fui, lo que hice, ni lo que haré mañana, ni el por qué; sólo me atañe dónde esté mi pie, y qué mano en mi mano se deslice.

Sonetos

1821 - Se morían las rosas
Me describía el porvenir cercano como si fuera ayer, lance cumplido; pero su voz, más débil en mi oído, fallaba en convicción. Sobre el piano se morían las rosas. De su mano brotaba un suave ritmo distraído, como quien dice adiós a quien ha sido sólo fugaz idilio de verano. Pero mi amor nunca se dio en porciones, ni distinguió de espacios o estaciones, fue siempre aquí, perenne primavera. Salí a la calle. Caminaba el viento casi a mi propio paso; su lamento daba la mano al mío por la acera.
Los Angeles, 8 de febrero de 2008
seperador
1822 - A pesar
Dentro, en el alma, tanto me ha llovido que se desborda ya por la mirada; y la columna vertebral truncada parece estar del peso padecido. Y a pesar de desaires y gemido, a pesar de codazo y dentellada, aunque mi vida ha sido saqueada, no acierto a deplorar lo ya vivido. No amo el dolor, prefiero soslayarlo; si inevitable fuera, confrontarlo; si vencido, esperar tiempos mejores. Cada acción, cada encuentro, cada paso, lleva en el fondo hostil de su fracaso más ángeles de luz que enterradores.
Los Angeles, 8 de febrero de 2008
seperador
1823 - Abatimiento
El invierno, metódico, apremiante, va adentrándose en esta primavera que transmutó mi vida de madera en oro puro y sangre galopante. Dejó el mundo de ser turbio y distante al recalar tú en mí, feliz galera, amor, fe y esperanza por bandera, y flete de erotismo desbordante. Se derramó sobre tu piel lasciva mi savia voluptuosa y emotiva, el vigor juvenil resucitado. Mas ya se agrieta mi revestimiento, me envuelve el frío, asciende el desaliento, y a la cruz del dolor estoy clavado.
Los Angeles, 10 de febrero de 2008
seperador
1824 - Dinámica obsesión
Rompes la luz de la mañana, abrasas con tu voz el silencio más espeso, queda en el tuyo el griterío preso, y te llevas las almas cuando pasas. Caminas, sin quemarte, sobre brasas, cuando avanzas, el mundo es retroceso, laureles llevas en la piel impresos… Si así vas por la vida, ¿en qué fracasas? ¿Quizá en vez de ser mar, quieres ser ola? ¿Tornarías tal vez en caracola reproductora de rumor lejano? Ay, que lo tienes todo y nada tienes, dinámica obsesión, que vas y vienes, pero nadie te lleva de la mano.
Los Angeles, 10 de febrero de 2008

Poemas

Besaya
Es un río de piedras el Besaya, cruzándole los niños sin mojarse. Años atrás llevaba a sus espaldas, hierro y madera, gris puente colgante, que ya murió; más bien lo asesinaron…, ¿sabe usted?, el progreso inevitable. Se van las cosas como al agua pasa; ya no le queda el aire de amable soledad, casi remota, hermana de eucaliptos y nogales. Abrazo de ladrillos y cemento acompaña su cauce, y el ruido apaga su rumor, ya queja, por la que nadie logra interesarse. Estaba a nuestro lado, y sin embargo parecía distante. Eramos niños. Todo era aventura más allá de las faldas de la madre, fuera del barrio, territorio inédito, aura azul de misterio en viejas calles, en los campos vacíos, el pantano, el pedregal, las sombras del paisaje… Río mucho más río en el invierno, dilatando sus márgenes con el acopio de la lluvia intensa resbalando en la hoz, entre jarales; pero manso caudal en primavera, cuando convida el sol, tibia la tarde, a olvidos de la escuela, en ausencia, tal vez, indetectable. Fueron aquéllos tímidos ensayos de exploración y pesca irrelevantes, de minúsculos peces capturados a mano en oquedades de piedra y rama, el agua a la rodilla, pero se nos hacían memorables. Esos niños al fin se hicieron viejos, mientras el pueblo de antes ha abdicado sus hábitos vetustos, y se ha sofisticado. No hay chavales permutando las clases por el río, y éste ya no es el padre de húmedas barbas y rumores blancos, aunque parezca el mismo entre los árboles, que espolea en los niños fantasías; también esto ha llegado a remozarse. Yo vuelvo a veces a tocar sus aguas, como en intento de rebautizarme; tal vez aún guardan el vigor de antaño, y la simplicidad; tal vez el ángel de la niñez que tan atrás dejamos, aún agita las alas por su cauce.
Los Angeles, 5 de febrero de 2008
seperador
Escuchando a Schubert
Escucho a Schubert, y apareces llena de sueños, y violetas, y campiñas, en tus hombros las alas del arcángel, hecha de notas musicales vivas, mi sinfonía inacabada, el canto brindando enlaces a la poesía, en la noche lunar tú Rosamunda que en el abismo y la montaña brillas. Cierro los ojos; sobre mí resbalan adagios, y romanzas; se deslizan sobre la piel del alma como vela sin barca en la marisma, buscando dónde asegurar el mástil, curvada su blancura por la brisa. Mis retinas se vuelven hacia dentro, y eres, al fondo de mis galerías, el arpa que cien manos delicadas sedosas rasgan, y las cien son mías. No me hablas en palabras, ajustas las clavijas y tu voz es acorde, bordoneo, con nostalgia de nieblas y llovizna. Los trombones del miedo me atormentan con gris expectativa de pérdida no cierta, mas posible, y germina un rosal de sólo espinas; pero violín y clarinete ahuecan el alma, y la salpican de pétalos y espuma, renaciendo una vez más la fe; y hay golondrinas y alondras en los huecos de las flautas, y todo un bosque mágico suspira en eclosión de aromas y colores…, y así floreces, primavera mía.
Los Angeles, 6 de febrero de 2008
seperador
Turba
La calle es toda mía; la densa muchedumbre soy yo mismo, mi semblante clavado en cada rostro, vibrando en todos ellos mis instintos, extendiendo a sus mentes mis ideas, o asumiendo sus causas, sus prejuicios, y como piezas de la misma máquina, sincronizando pasos y latidos; y al llegar a sus casas, bebiendo el mismo vino, y hundidos en idéntico silencio, leyendo el mismo libro. Estamos hechos con papel de calco, o somos fotocopias, todo fijo, con la medida exacta, programados hacia único destino. Un día fuimos libres, cada cual un capítulo distinto, ligeramente interrelacionados, y a nuestro estilo individual escrito, con forma propia de pensar, viviendo cada uno con sus dogmas y sus mitos. Y llegó el Gran Hermano, de férrea voz y puño de granito, pulverizando mentes despejadas, y ensordeciendo oídos, y fue enquistándonos en sus troqueles, de los que al fin salimos cuadriculados, sin matiz, autómatas, incapaces de versos y suspiros. Y ahora marchamos todos con la mente planchada, el paso rítmico, con un sistema de relojería dentro del pecho; nunca fugitivos, por no reconocer la servidumbre que nos subyuga, ni mejor camino. Y la mayor tragedia es que en tal escuadrón medio dormido se juzga cada cual independiente, nadie se considera repetido. ¿Seré yo el único que marca el paso a compás diferente, decidido, o cada caminante así lo piensa, aunque todos marchamos al unísono?
Los Angeles, 7 de febrero de 2008
Diseño: Carmen Álvarez
Poemas © Francisco Álvarez Hidalgo, Familia Álvarez, 1997-2014. Todos derechos reservados.