Poemas de amor, de soledad, de esperanza de
Francisco Álvarez Hidalgo
Luz y brisa

Índice

Sonetos:
Climas Caído De la mano Desnudándote Transformación Por el mar de mis sueños
Poemas:
Cansada la sonrisa Un mañana lejano
seperador

Breverías

1801
Es profunda la mano en el sondeo, con el mismo tesón de la pregunta que afana sistemático rastreo y a su invariable plenitud apunta; con el pulso viril, sin titubeo, del labriego en el surco, tras la yunta; como quien sabe y goza el territorio, meseta, subterráneo, promontorio.

1802
No sé si estaba muerto, pero en ti he renacido, o si, estando dormido, me despertó tu voz; me asediaba el invierno, y a mi cuerpo aterido se ciñó el tuyo cálido, dentro de tu albornoz. Fuiste mágica mano dando vuelta a mi vida, detrás de mí la noche, y el día frente a mí; de cuanto te precede la memoria se olvida, no de quien soy contigo, sólo de lo que fui.

1803
Amor, amor, rodando en la ladera… Si lograras crecer, en tu descenso, como bola de nieve, si pudiera detenerse en un punto tu carrera y despegar como espiral de incienso… Amor que te ensombreces y declinas, desolador, inexorablemente, perdiendo pétalos, sumando espinas, ¿cómo pueden cerrarse las cortinas sobre tanto vivido, y aún vigente?

1804
Estás perdiendo claridad y forma, te adentras en la niebla, ya no veo el contorno integral de tu silueta. El pensamiento al corazón le infoma que te vas alejando, pero creo que éste, ingenuo, a su modo lo interpreta.

1805
Ven desde el blando fondo de tu entraña, sube hasta el borde de mi copa y bebe, que la sed no se extingue con la espera. Toma la iniciativa, y enmaraña tus brazos a los míos, que se debe acatar el instinto de la fiera.

Sonetos

1825 - Climas
Era cada alborada a la ventana un prodigio de luz la primavera, las amplias, verdes hojas de la higuera, las mínimas del sauce, la lejana línea de terebintos, la temprana túnica del almendro, la chopera acompañando al río en su ligera fuga hacia el mar… Así cada mañana. Era la vida un lienzo de colores, un himno de fragancias y rumores, una mansa llamada al optimismo. Hoy los murmullos son salmodia hueca, danza en el viento la hojarasca seca, no hay primavera ya, nada es lo mismo.
Los Angeles, 13 de febrero de 2008
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1826 - Caído
Ay, levántame, amor, que estoy caído, que la hierba me abraza y no me deja ponerme en pie de nuevo. Qué madeja de verdes, largos hilos me ha prendido. Ni el cielo tengo a mi favor; tupido entramado de fronda me lo enreja; ni mi oración le llega, ni mi queja, y estoy sólo conmigo y mi gemido. Ven, amor, que en tus manos hay poderes capaces de lograr cuanto quisieres, como reestructurar quebranto y ruina. Sé que a tu voz se aflojará el cordaje apresador, y en tu sutil lenguaje ordenarás: “Levántate y camina”.
Los Angeles, 13 de febrero de 2008
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1827 - De la mano
Cuando me llevas de la mano al río, tanto crezco agrandándote en mis sueños que se me hacen los álamos pequeños y no alcanza a mi oído el griterío de la turba lejana. Todo es mío, luz, y brisa, y aromas abrileños, tonos del alba, pálidos, risueños, y el puente, y el juncal, y el caserío. Todo me pertenece porque nadie se agita alrededor, nada que irradie la energía y calor que de ti emana. Me llevas de la mano, por la orilla, solos tú y yo, y el beso en la mejilla… que anidará en zona mejor mañana.
Los Angeles, 14 de febrero de 2008
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1828 - Desnudándote
A medida que en gozo te desnudo, como abriera el vergel que nunca he visto, me informa el alma de que reconquisto tierras que detenté. Por cada nudo que hoy desenlazo, cada tenue escudo que a los pies se desploma, te revisto de nuevos atavíos, y equidisto entre el hombre que ve y el hombre mudo. Todo en silencio desasosegado, todo en contemplación de alucinado que apenas asimila lo que ve. Y al fin desnuda, sólo revestida de voluptuosidad, Venus erguida sin más peana que su propio pie.
Los Angeles, 14 de febrero de 2008
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1829 - Transformación
Como río de nubes que me anega fluye de ti corriente luminosa, de la mágica zona silenciosa donde el sentir con el sentido juega. Me penetra los poros, se despliega, onda expansiva, en mi interior, se adosa a sus muros desnudos, y reposa, como el que al fin de su periplo llega. Me transforma esa luz; vierte en mis dedos otro estilo de tacto, y a mis miedos les reviste de audacia y fortaleza. Tal vez ese relámpago de amante me equilibra en un punto equidistante del ángulo del sexo a la cabeza.
Los Angeles, 14 de febrero de 2008
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1830 - Por el mar de mis sueños
Más soledad me das que compañía, mar de mis sueños por el que navego; conozco el derrotero, mas no llego, y no es razón de inercia o lejanía; es favorable el viento, todavía alto está el sol, las aguas en sosiego; quizá el insomnio me ha dejado ciego, o la neblina obstruye su bahía. Tal ansiedad en mi interior converge que si este viejo barco se sumerge, no será el temporal que lo provoca. Su designio, tal vez, o su descuido por no haber programado y emitido las señales de luz sobre la roca.
Los Angeles, 15 de febrero de 2008

Poemas

Cansada la sonrisa
En las débiles horas de la tarde, que al borde de la noche languidecen, cuando los niños llaman desvelados, intentando dormir, sin atreverse, porque la lluvia llama en los cristales, y el viento errático las tejas muerde; en esas horas luchas con el sueño, pero hasta la intención se te detiene. Forcejean los párpados, la sonrisa se vierte como una rosa pálida, marchita, sobre el borde del vaso; ya no crece, espontáneo destello, como antaño, cuando coloreaba las paredes y a la ventana era tu rostro luces de primaveras verdes. El cansancio en tus ojos no es sólo muscular, también se adhiere a los pliegues más íntimos del alma, donde hubo ardores y amenaza nieve. Esta tristeza es dulce todavía, y es callada, aunque hiere. Temo que lleve curso irreversible, se escuchan ya los pasos de la muerte.
Los Angeles, 13 de febrero de 2008
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Un mañana lejano
Un mañana lejano miraré hacia este día, (habla en mí el optimista; tal vez no tan distante), y aunque tú no lo sepas, te amaré todavía, aunque no me recuerdes en brazos de otro amante. Yo te amé con temores de final prematuro, consciente de que nada suele estar avalado; tú me amaste con ciega promesa de futuro, como el joven espíritu que nunca ha fracasado. Yo me sentía al borde mental de un precipicio siendo cada momento mi momento final, cada nuevo despliegue de amor, cada ejercicio, podría ser el último, y era fundamental. Te viví paso a paso, zona a zona, temiendo que un azar enemigo lograra apoderarse del instante inmediato, del que siempre dependo para expresar las cosas que deben expresarse. Fue la euforia del hombre que todo lo ha ganado, y el temor de quien sabe que lo puede perder; regocijo y angustia se habían aliado apresándome en nudo de insufrible placer. Pues no hay amor más firme, ni más completa entrega, que la que se afianza sobre ejes improbables; al morir cada tarde, cada noche que llega, cada nueva mañana, se hacen más memorables. Por tanto en ese día, tú, la de las promesas, la del amor eterno que se disipará, ya te habrás olvidado de este hombre, mientras besas a quien nunca, ni en sueños, como yo te amará.
Los Angeles, 13 de febrero de 2008
Diseño: Carmen Álvarez
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