Breverías
1811
Duermen en calma suave mis panteras
bajo la piel ociosa de mis manos,
soñándote con garras extendidas.
Yo esperándote estoy. Y tú, ¿a qué esperas?
Poblado estoy de tactos artesanos
que no provocan, lamen las heridas.
1812
¿Qué se nos disipó? ¿Qué hemos perdido?
¿Cómo ha ocurrido el desmoronamiento
del alcázar que ayer edificamos?
¿Soñamos demasiado? ¿Es el olvido
sombra al acecho, o es el desaliento
que nos traba los pies cuando avanzamos?
1813
Voy a cerrar la puerta. Se ha ido el día,
y no quiero que vuelva y me devore
su insensibilidad. La noche es mía;
su oscuridad me invita a que te añore,
y te pueble de formas, de alegría,
mientras la luz me induce a que te llore.
En la noche te me unes, te poseo
en todo tu esplendor, sin titubeo.
1814
Tal vez perdí la amante, quedándome la amiga.
Qué suerte, dirá alguno. Yo no digo qué suerte.
Soy el carro que avanza desprovisto de auriga,
corceles al galope, rondándole la muerte.
1815
El silencio se hacía más integral, más denso,
como si el campo, el bosque, y el cerro se murieran;
ya todo estaba dicho; queda un hombre indefenso
cuyos días perdidos ya no se recuperan.
Sonetos
1833 - La luz que fue
Me vio caído; sí, la que me amaba,
y no me dio la mano. Desolado,
la vi pasar, mirando hacia otro lado;
en mi interior, la fe se desangraba.
Saber que todo cuanto empieza, acaba,
no lo hace menos malaventurado;
ay, del bisoño amante confiado,
ay, del hábil, también, que no dudaba.
A veces se fluctúa, se recela,
pero en vez de movernos con cautela,
barremos la inquietud bajo la alfombra.
Y al fin la dura realidad devasta
la utopía que alzamos, y desgasta
la luz que fue, legándonos la sombra.
Los Angeles, 4 de marzo de 2008
1834 - Si…
Quisiera no entender lo que me llega
como hojas perturbadas por el viento:
Retazos de fatiga, desaliento,
y deserción. Si el alma fuera ciega…
Si el peso de la alforja que doblega
mis hombros como saco de cemento
pudiera ser, aunque por un momento,
el tributo de amor que se me entrega.
Si no lograra ver lo que me daña,
el gesto ambiguo, la intención que engaña,
la inquebrantable, muerta ya, promesa.
Si pudiera saber que quien se llama
mi amante lo hace así porque me ama,
y que es a mí a quien besa cuando besa…
Los Angeles, 5 de marzo de 2008
1835 - Esas calles
Me pregunto: Las calles que transitas,
cartera en mano, en trámites de empresa,
por las que un mundo extraño se atraviesa,
con el que tantas horas cohabitas;
esas calles, ya ingenuas, ya malditas,
que llamas tuyas, porque se regresa
siempre a lo poseído, y es en esa
posesión que tus sueños ejercitas;
¿son tuyas esas calles que caminas,
o tú les perteneces, y te obstinas
en pensar que eres dueña y en control?
Son tan pocas las cosas que sabemos,
tan poco el poderío que tenemos…,
somos luciérnagas de cara al sol.
Los Angeles, 5 de marzo de 2008
1836 - Mi silencio
Qué silencio éste mío; me sofoca,
nubarrón dilatándose en el pecho,
avizor cancerbero que al acecho
queda de las palabras en mi boca.
Me niega la expresión; me descoloca
las ideas e infringe mi derecho
a aventar el espíritu. Qué estrecho
me queda este ámbito entre espada y roca.
Si evadiera estos vínculos, si hablara,
quizá esta reclusión se disipara,
adquiriendo blasón de libertad.
Pero ¿cómo saber si tu lenguaje
me hablará en deferencia y maquillaje,
o dirá lo que sientes de verdad?
Los Angeles, 6 de marzo de 2008
1837 - Se me hunde el suelo
Ay del amor que pierde iniciativa,
del amante que vive de respuestas,
del calendario que perdió las fiestas
y sólo días de labor cultiva.
Cada fecha contigo fue festiva
gala de amor en las bullentes crestas
de las olas del tiempo, pero hoy éstas
se han desinflado en playa inexpresiva.
Tu llama azul parece que se apaga,
tú, que abordabas, y hoy vas a la zaga
con ese ‘yo también’ de tibio acento.
Cómo se me hunde el suelo paso a paso,
mi cúpula tan firme, y en tu caso
tan cuarteados muros y cimiento.
Los Angeles, 6 de marzo de 2008
1838 - Otra vez
Me derrumbas ideas que erigiera
a golpes de inocencia y esperanza;
yo, mente escéptica, que se afianza
en cruda realidad que nunca espera.
Porque sueños, ya fueran de madera,
de hierro, de oro, en veleidad o a ultranza,
tuve y perdí; y arrinconé mi lanza,
colgué mi escudo, arriando mi bandera.
Mas se fundió a tu arribo mi blindaje,
regenerando el juvenil paisaje
que agostaran recelo y apatía.
Y hoy mi mundo otra vez se tambalea.
¿Será que ya no existe Dulcinea,
y de nuevo tendré el alma vacía?
Los Angeles, 6 de marzo de 2008
Poemas
Me dueles
Me dueles en el alma, los huesos y la vida,
como daga sangrante, con desesperación,
eres acoplamiento, y estás a mí adherida,
te llevo como un clavo de mi crucifixión.
Tal vez te has preguntado, tal vez no lo hayas hecho,
si esta sonrisa mía nació ayer o es de ahora;
la de ayer germinaba de un amor satisfecho,
la de hoy es un plañido que de este modo aflora.
Uno sabe de siempre que nada permanece,
que lo que hoy es eterno mañana ha de morir;
lo que parece nuestro nunca nos pertenece,
y si lo fue algún día, un día habrá de huir.
Pero el saberlo apenas presupone ventaja,
pues no por esperado se aminora el dolor;
ay, como el alma toda tiembla y se requebraja,
y tú ni te apercibes de grietas ni temblor.
Los Angeles, 3 de marzo de 2008