Breverías
1966
A cazar mariposas me dedico.
Puedo ya adivinar su zigzagueo
en el jardín, la alberca, el encinar.
Mas ni las clavo ni las clasifico;
las restituyo a su revoloteo,
que vuelvan a empezar.
¿No es la vida un caer, un levantarse,
y un perder, y un ganar,
y olvidar, y volver a enamorarse?
1967
Vuelvo a mirar las cosas relegadas.
Un tiempo atrás me despedí del mundo,
me retiré a un albergue, en lo profundo
del más callado amor, un cuento de hadas.
Su sensibilidad fue mi universo.
Pero la fue perdiendo; mi orfandad
fue exhumando la vieja realidad,
y con su auténtica honradez converso.
1968
Por cada primavera que agoniza
hay un dorado otoño que sazona
racimos y esperanzas, y electriza
en los feudos del alma cada zona.
Todo resbala, nada se eterniza,
y lo más absoluto evoluciona;
el cambio es nacimiento que despliega
cada una de las muertes que nos llega.
1969
En soledad, mujer enamorada,
perdido el brazo en torno a tu cintura,
a ti misma abrazada,
en noche tan desierta, tan oscura.
Hay canciones de amor en cada calle,
se encienden las farolas,
se pueblan de calor montaña y valle,
y el temblor de tu sexo… tan a solas.
1970
Tu habitación es tu universo; cierra
puerta y ventanas, desconecta el cable
que te invade el cerebro, desentierra
tu vieja forma de pensar. Que te hable.
Qué potencial el tuyo, sorprendente,
pero en descuido ya dormido o muerto;
retírate a ti mismo, que latente
tu propio mundo quede al descubierto.
Sonetos
1986 - Murmullos
Escucho los murmullos de las rosas,
oigo pasar las nubes, y me llama
dulcemente la luz que se derrama
sobre mí, sobre el mapa de mis cosas.
Qué elocuentes las formas silenciosas,
que parecen no hablar, cómo proclama
cada una su quehacer, su panorama,
sus razones sutiles u olorosas.
O tal vez ellas no hablan; tal vez pienso
que el amor que ayer fuera tan intenso,
y se dejó morir, hoy resucita.
Tal vez mi modo de mirar el mundo
se vistió de color por un segundo,
porque mi corazón lo necesita.
Los Angeles, 14 de noviembre de 2008
1987 - Asomándose al día
Tanto esperar a que la luz temprana
descubriera su rostro, recluído;
tanto juzgarme en su apatía hundido,
y hoy por fin ha enrollado la persiana,
y se ha dejado ver. Se me engalana
de nuevo un mundo que pensé perdido,
llegan viejos rumores a mi oído
que adormeciera decepción lejana.
Entre las manos tuvo dos futuros,
y al no agruparlos se encerró entre muros
de soledad, de hiel, de bancarrota.
Y ahora se asoma al día, en añoranza
de la vida que fue, con la esperanza
de recobrarlo todo gota a gota.
Los Angeles, 14 de noviembre de 2008
1988 - Camino
Me dijo muchas cosas, casi nada,
todo fundamental, todo anodino,
se proponía unirse a mi camino
sin ponderar propósito o llegada.
Tenía el alma de oro, iluminada,
y en los ojos el brillo cristalino,
oscuro y seductor, del viejo vino,
invitando a beber con la mirada.
Me acompañó en trajín, calor y frío,
cuanto era suyo propio, lo hizo mío,
se dejó poseer, me poseyó.
Pero nunca arribamos a la meta;
era cada jornada en sí completa,
ella, mi senda, su camino, yo.
Los Angeles, 14 de noviembre de 2008
1989 - Espectro del pasado
Su aspecto en sombra, su palabra muda,
apagada la llama, tan ausente;
y al parecer murió. Hoy, de repente,
reaparece, y el miedo me saluda.
Miedo de su irrupción, súbita, aguda,
tenaz espada, hiriendo lentamente;
y yo, blindados corazón y mente,
noto que la hemorragia se reanuda.
Caí, me aislé, reconocí caminos
a nuevas metas, pero sus destinos
no eran puntos de luz trancendentales.
Y hoy me llega el espectro del pasado.
Ay, que tal vez aún sigo enamorado;
ay, que me desconciertan las señales.
Los Angeles, 15 de noviembre de 2008
Poemas
Sobre la arena
Me llega el mar, toca mis pies, nos llega
como infinitas manos diminutas,
pero también inmensas, arrastrando
tactos impúdicos de blanca espuma.
Separas las rodillas, las separo,
y asciende hacia los muslos, te hace suya,
mas no me encela; lame y acaricia
también los míos; no se lo censuras.
Trepa sobre tu sexo, roza el mío,
te ciñe la cintura,
se encarama a mi pecho,
y se te infiltra audaz bajo la blusa.
Y tú se lo permites;
yo, sonriendo, acepto su conducta.
¿Qué amante puede consentir acciones
que otras veces tan áspero repudia?
¿Qué trío se revela
en tal escena palpitante y húmeda?
El agua que te esculpe
te hace, vestida, mucho más desnuda.
El agua que me ciñe
sabe de lenguas, senos y angosturas.
Aprendo tanto de ella…
me habla a veces, y a veces se insinúa.
Pienso que hacen lo mismo
contigo sus burbujas.
Luego me lo dirás, cuando se vaya,
luego te lo diré, cuando la música
de su rumor se apague, y tú y yo solos
perduremos aquí, bajo la luna.
Los Angeles, 15 de noviembre de 2008
Al amanecer
Te amo en la risa de la luz temprana,
aun siendo incordio al expirar la noche;
si interrumpe el sosiego,
redescubre tu forma, como un bloque
de mármol de Carrara, todo blanco,
que mi mano esculpiera a medianoche.
Por eso amo la aurora. Nos aporta,
a pesar de su aroma de limones,
a pesar de su fresco colorido,
a pesar de sus cálidos rumores,
una cierta agonía, y el fracaso
de prorrogar gemidos y sudores.
Mas nos devuelve formas
que confiscó la noche;
es como si otra vez recuperara
la visión de tu espíritu, tu nombre,
recubiertos de piel, que evaporara
en la sombra el tictac de los relojes.
Naces cada mañana, toda pura,
toda sensual y rítmica, redobles
de alborozo en las puntas de tus dedos,
sábanas y cabellos en desorden,
en desnudez total, como una diosa
a la caza de un hombre.
Tales amaneceres me despiertan
de un sueño inerte a un sueño de clamores,
porque la luz te canta, al rescatarte
de la densa penumbra que te esconde.
Los Angeles, 15 de noviembre de 2008
Unas horas
Un lugar hipotético, una amante
que no existió, pero que el alma crea
sin otorgarle túnica,
un ovillo de brazos y de piernas,
un silencio elocuente,
como si, reservándose ambas lenguas,
dialogaran en lúbricos contactos
al fondo abrasador de la tiniebla.
Unas voces al fondo del pasillo
que pasan, sin llamar, frente a la puerta.
Unas risas en otro dormitorio,
como juego trivial de adolescencia.
Una noche tan larga,
y tan corta a la vez, y tan de seda,
que resbalan las manos y los muslos,
mas no se van, se quedan.
Un sexo rígido, tan penetrante,
que se hilvana a otro sexo, y se doblega.
Un abrazo tan largo, tan sereno,
como si nada hubiera
sucedido entre sábanas, tan sólo
el sueño de un amor que se despierta.
Una mano que dulcemente toca,
y enreda y desenreda
el cabello revuelto
que ofrece una sonrisa por respuesta.
Una noche tranquila, silenciosa,
una noche de aquellas
que se tuvieron tiempo atrás, quedando
archivadas en mentes que recuerdan.
Unas horas, oh Dios, sólo unas horas
que debieran ser siglos, pero vuelan.
Los Angeles, 15 de noviembre de 2008
Dos árboles
No puedes, aunque quieras, arrancarlo.
No es ya el retoño, tembloroso al viento,
que tu mano plantó en mejores días.
Creció, y el macetero
le fue parcela estrecha,
e impulsivo emigró a más amplio suelo;
como lo hacen los hijos,
afrontando el tumulto de los sueños
cuando el hogar parece
de repente tan manso, tan pequeño.
Lo vi desarrollarse,
redondear su copa contra el cielo,
profundizar la tierra sus raíces,
cada día más recias, más adentro,
como lo hice contigo
en hierba y agua, sobre alfombra y lecho.
Se hizo fuerte, fue roble,
pino, encina, ciprés, tan corpulento,
tan firme, tan inmóvil,
que resistió el embate de los tiempos.
Y el tuyo, ¿lo recuerdas?
Tanta esperanza en él, vistoso almendro,
germinando su nieve en primavera,
y abatido en invierno,
cuando todos los árboles dormitan,
pero éste quedó muerto.
Quizá una tarde encapotada y triste,
descuartices su cuerpo
a golpes de hacha, y te acompañe un hombre
avivando las llamas en el fuego.
Tal vez en la penumbra de la estancia
habrá una mariposa, y su revuelo
evoque imágenes tan desvaídas
que no homologarás en tus recuerdos.
Yo a la sombra del mío
seguiré contemplándote, de lejos.
Los Angeles, 15 de noviembre de 2008