Breverías
2001
Tiene la luz mil dedos; con todos me acaricia;
para ella me desnudo, y a su tacto me entrego.
Ay, que tu mano duerme, que no se beneficia
de este ávido momento que no precisa ruego.
2002
Prometió tantas cosas…, y luego tuvo miedo,
quebrantadas las alas, y la palabra muda;
se me durmió la sangre, y un freno en cada dedo
me bloqueó el avance a su imagen desnuda.
No estaba ella conmigo, pero siempre venía
junto a mí, como el ángel que nos tutela el paso;
ahora camino solo; si hay otra compañía,
ya no es el vino añejo que me llenaba el vaso.
2003
Quiso hacerme camino, recorrerme en la tarde,
cuando la luz expira, la noche se hace hambrienta;
yo, que al ocaso aún tengo lámpara inquieta que arde,
y ella, jugando a sombra que me abraza y se ausenta.
Directo voy, soy flecha que ha renunciado al juego,
tengo una diana firme, y hacia ella me dirijo
sin circunvalaciones, y al final, cuando llego,
tiendo la mano abierta, y espero, mas no exijo.
2004
Me pensarás un día como la imagen vaga
serpenteando el sueño que conmigo tuviste,
estrella que a la aurora lentamente se apaga,
fascinación lejana de la que al fin huiste.
Y seré en tu memoria paisaje diminuto
perdido entre la bruma, que a recobrar no aciertas;
fase de varios años reducida a un minuto,
hojas de otoño al viento, tan perdidas, tan muertas.
2005
Moriré cuando lleguen las nieves a mi cumbre,
primaveras y otoños quedaron tan atrás…
ante el hogar sentada reavivarás la lumbre,
pensando en tantas cosas…, pero no lo sabrás.
Sonetos
2014 - Nuestra batalla
Se perfiló exigente y agresiva,
cada palabra era atropello y seda,
un tipo de mujer que entra y se hospeda
sin previa invitación, provocativa.
Y uno se deja, barco a la deriva
sin velas ni timón. Nos desenreda
cada recóndita intención, y queda
aglutinada a nuestra piel, lasciva.
Nunca inactivos, nos amotinamos;
somos, al fin, guerreros que pasamos
de retozo a batalla, mas ajenos
a la persecución de la victoria.
Nuestra única ambición está en la gloria
de la lid, sobre el tálamo, sin frenos.
Los Angeles, 15 de enero de 2009
2015 - Férvido brindis
Me invitaba a su lecho. Lo decía
con la seguridad de quien libera
vedadas intenciones, y aligera
su fardo de tabúes. Me bebía
los ojos al hablar, su anatomía
férvido brindis hacia mí, a la espera
de mi respuesta, como si temiera
esquivez o repudio. Anochecía.
La estancia a media luz; el limonero
fisgando en la ventana, y un bolero
cantando en la consola, insinuante.
No dije nada. Rodeé su talle,
acercándola más, y en tal detalle
descifró mi propósito de amante.
Los Angeles, 15 de enero de 2009
Poemas
Idea fija
Mi pensamiento, libre en otro tiempo,
ha perdido las alas, las muletas,
y hasta el arte de andar. Ya no se mueve,
prisionero en cadenas,
donde el chorro de luz que rompe el muro
apenas cubre el cuadro de la celda.
Águila fue en el vuelo,
ajeno a restricciones y fronteras,
y una mano de hierro,
que antes fuera de pétalos, le aprieta,
nudo en el cuello, losa sobre el pecho,
le estrangula, oscurece sus ideas.
Disipó el horizonte, fundió el bosque,
apagó las estrellas,
y extinguió los rumores; ahora, dentro,
sólo una imagen pertinaz le queda.
Ha olvidado los sueños, la sonrisa,
y en su estrechez de mundo, piensa, piensa.
Habla a una sombra que ni es sombra, ni oye,
y elabora actitudes y respuestas.
Se entrecruza silencios tan opuestos,
tan elocuentes, de arañazo y seda,
lo que debió decir y nunca dijo,
lo que hoy expresaría, si pudiera.
Miro al techo, neutral, indiferente,
tan blanco, tan monótono. La puerta
es un ofrecimiento, que no acepto.
Las paredes me aquietan,
me protegen, son brazos
que sin atenazarme me rodean.
Ah, si pudiera enmudecer la mente
con mordaza de amnesia,
y se me adormeciera para siempre
tan persistente idea…
Ah, si lograra replantar los granos
de tanto que viví, qué sementera
germinaría en mí, rosas, orquídeas,
crisantemos, petunias y camelias.
Reventaría el fondo de la mente
en nueva, azul y verde, primavera,
recobrando paisajes,
repoblando los aires con ideas
que un día fueron mías,
y que una sola sometió por fuerza.
Si pudiera pensar en otras cosas,
recuperando el mundo…, si pudiera…
Los Angeles, 11 de enero de 2009
¿En qué piensas, en quién?
Cuando el despertador te abre los ojos
cada mañana fría en tu aposento,
y aún no llega la luz, y te hallas sola
en la amplitud oscura de tu lecho,
¿en qué piensas, en quién? ¿Lloras acaso
al quebrarse las puertas de tu sueño?
Cuando al pie de la ducha te desprendes
del albornoz y, a solas, el espejo
te describe los íntimos detalles
que anoche no tocó nadie en tu cuerpo,
¿en qué piensas, en quién? ¿Lloras acaso
tanta carencia en tanto ofrecimiento?
Cuando las suaves lenguas diminutas
del agua tibia lamen los misterios
de tu sensualidad tan malograda,
y acompañan su tránsito tus dedos,
¿en qué piensas, en quién? ¿Lloras acaso
la ausencia de otras manos en descenso?
Cuando en el coche a tu oficina sales,
y escuchas en la radio los boleros
que quisieras bailar en la penumbra
de los salones, en estrecho cerco,
¿en qué piensas, en quién? ¿Lloras acaso
la servidumbre que te impide hacerlo?
Cuando el deber de la familia exige
las tareas diarias, brega y tedio,
de limpieza, cocina, adquisiciones,
que absorben el residuo de tu tiempo,
¿en qué piensas, en quién? ¿Lloras acaso
tu energía muriéndose en silencio?
Y cuando, derrotada, consumida,
no es tu alcoba raudal para el sediento,
y procuras dormir, pero no puedes,
huérfana de susurros y de besos,
¿en qué piensas, en quién? ¿Lloras acaso
de amarga soledad, de desaliento?
Y al fin, entre las sábanas exploras
una vez más la flor de tu deseo;
no son tus manos, pero son tus manos,
las que arrullan las curvas de tus senos;
y aunque se abren tus muslos temblorosos,
brindándose la oferta de tu sexo,
no asciende por el ángulo convulso
la determinación del miembro erecto;
mas se descuelga sobre vientre y pubis
tenso equipo de tactos, hervidero
de recursos y modos y fricciones
que ignorara el amante más experto.
Flota en círculos, roza, se sumerge,
ojos cerrados, labios entreabiertos…
¿En qué piensas, en quién, cuando el orgasmo
es sólo una mitad, aun siendo entero?
Los Angeles, 12 de enero de 2009
Caída la esperanza
Se me ha caído a tierra la esperanza;
la que saltaba en campos y caminos
cuando sabía a dónde dirigirse,
aun siendo el mundo anárquico y ambiguo.
Era su norte armónico, invariable,
era estrella polar, era castillo
de altas torres, izado en la meseta,
punto de referencia, era equilibrio.
Mas de repente enloqueció la brújula,
durmió la estrella en nubarrón sombrío,
se desplomó el castillo, y la balanza
perdió rasante, simetría y ritmo.
Quedé sin perspectiva,
desorientado, como en otro siglo,
con la esperanza en tierra,
tullida, sin visión y sin destino.
Sin meta que alcanzar, sin el reclamo
cantándome de lejos, encendido,
yo sucumbí también, desengañado,
y no supe iniciar nuevo capítulo.
En realidad no supe
cerrar el anterior. Todo lo escrito,
aunque ya letra muerta,
era voz incesante en mis oídos,
que si no resonaba para todos,
se repetía dentro de mí mismo.
Era a diario recrear la vida
que ya me había desertado. El libro
no estaba rematado, me quedaban
aún páginas en blanco, los latidos
por nacer todavía, las miradas
que me habrán de llegar, los espejismos
que juzgaré asombrosas realidades,
el nuevo despertar de los sentidos…
Pero todo era vago, eran proyectos,
esquemas imprecisos.
La única realidad era esta pérdida
que no quise afrontar, el veredicto
dictado por la vida, y mi esperanza,
ciega y lisiada, resistía el giro
tomado por las cosas; aunque hundida,
no por ello carente de optimismo.
Mi razón, aún en pie, mas sin euforia.
Los locos ven gigantes, yo molinos.
Los Angeles, 12 de enero de 2009
El alborozo es hoy
Llegué a ti por caminos de sangre y de mentira,
con la mente turbada y el alma hecha girones;
ambas manos colmadas de desencanto, de ira,
del polvo amarillento de viejas ilusiones.
No sé si yo fui causa de mi resurgimiento,
o si pieza por pieza tú me reconstruiste;
si deshice la trama de mi resentimiento,
o si huyeron mis sombras por la luz que encendiste.
Me has sentido a niveles que nunca descubriera
a otras almas, a estratos por mí mismo ignorados;
y hoy todo mi alborozo frente a ti se aglomera,
quedando los reveses de ayer desarraigados.
Sé que los años pasan y se lo llevan todo,
el temblor de los labios que levemente besan,
la mano exploradora de relieve y recodo,
las palabras que en íntimo burbujeo se expresan.
Sé que un día de luto bifurcarás la senda
por la que hoy avanzamos, aunque tú no lo admitas;
te asaltará el cansancio, te llegará una ofrenda
de nuevas rosas, y éstas las juzgarás marchitas.
Y me dirás que partes quedando como amiga,
aunque sabemos ambos que sólo es una frase
desierta de sentido, glacial, que no mitiga
tu codazo velado; mas, pase lo que pase,
en esta absurda noria, constante, de la vida,
tu cangilón en alza completará el ascenso,
como el mío, el de todos, en ciclo de subida,
de momento en la cumbre, de forzoso descenso.
No es éste mi deseo, sino la certidumbre
de que cuanto despega finalmente aterriza;
a cada regocijo sigue una pesadumbre,
ni el dolor es perpetuo ni el amor se eterniza.
Cuando el momento llegue te dejaré marchar,
aunque te siga amando como amándote estoy;
ahora voy a vivirte. ¿Para qué anticipar
el llanto de mañana? El alborozo es hoy.
Los Angeles, 13 de enero de 2009
Desnudo
Mírame aquí, desnudo.
No es un cuerpo apolíneo, pero es mío.
Las formas gráciles de Praxiteles
se amoldan a los dioses del Olimpo,
y a los héroes; y yo, ni dios ni atleta,
¿qué te puedo ofrecer? Vente conmigo;
descubrirás susurros
soterrados al fondo de mis gritos;
serenas intenciones
flameando en los ojos; remolinos
de ansias bajo la piel; peregrinaje
de manos en temblor; ciego cuchillo
que a sí mismo se esgrime, rastreando
la herida siempre abierta, posesivo.
Desnudo para ti, como las olas,
a punto de estallar; como el racimo
colgado de la vid, atesorando
denso jugo vital, tan encendido
para tus húmedas, flexibles copas,
brindis en erupción, copulativo.
Seres complementarios, entramados
ni inauditos ni exóticos, erguidos
sobre la estepa, sin rozar las nubes,
simplemente alquerías, no castillos.
Transeúntes en placidez; no somos
corredores de fondo, ni prodigios
prometiendo milagros;
somos lote común, pero inequívoco.
Dame la mano, la cintura, el cuerpo,
pero el alma también; dame los mimos,
la suavidad, la calma,
y el ímpetu salvaje a todo ritmo.
Mírame aquí, desnudo;
y abrázame un instante. Luego un siglo.
Los Angeles, 14 de enero de 2009
Gaza
“Luego consagraron al exterminio
todo lo que había en ella, pasando
al filo de la espada a hombres
y mujeres, niños y ancianos,
vacas, ovejas y asnos.” (Josué, 6, 21)
En los ojos del niño moribundo
flota el terror, y la pregunta muda:
¿Por qué a mí, si estos bárbaros de hierro
ni mi nombre conocen? ¿En qué lucha
me han visto derramando sangre ajena?
Y mis gemidos, ¿alguien los escucha?
¿Su Dios, tal vez? ¿Por qué se lo permite?
¿O sigue una vez más su mano injusta
protegiendo al ladrón, al asesino,
arquitectos de víctimas, en turbia
política, consolidando votos
con cada ruina y cada sepultura?
Claman al mundo a voces de holocausto,
mientras fabrican ghetos. No preguntan
cuánto vale una vida, la erradican,
y en la ley de la fuerza se refugian.
Un muerto es un mensaje escrito en rojo,
y un aviso el escombro de las cúpulas,
tejados y azoteas arrasados
sobre el miedo de huérfanos y viudas.
Ah, la muerte, feroz propagandista,
que los deseos del más fuerte anuncia.
No han cambiado los tiempos, solamente
víctimas y verdugos, en absurda
repetición de ayer. Arde Varsovia
bajo el asalto nazi; la figura
de Josué resucita, a sangre y fuego
aniquilando pueblos, en su lucha
de exterminio y conquista de una tierra
que siendo de otros proclamaron suya.
¿Cómo un pueblo que ha sido estrangulado
por tantos otros pueblos, no se ausculta,
se toma el pulso, vuelve atrás los ojos,
y evita la conducta
que le rasgó la carne tantos siglos?
¿Qué razones le llevan a la oscura
ley del talión, por mil multiplicada,
y al despotismo que le hirió se anuda?
Los ojos de este niño moribundo
se han cerrado mil veces; continúa
su muerte innecesaria año tras año,
mientras al fondo de su mente busca
explicaciones que jamás le llegan,
porque se muere de la fuerza bruta.
Los Angeles, 19 de enero de 2009