Breverías
2011
Caminante y camino, playa y marea soy,
recórreme y sumérgeme, calmosa o vehemente,
que sobre tus dominios enardecido voy
en recta de saeta, y en curva de serpiente.
2012
Y yo, que te doy tanto, y tú, que no das nada,
y yo, que estoy contigo, y tú, que ya no estás,
y yo, tan enraizado, y tú, desarraigada,
y yo un paso adelante, y tú, dos hacia atrás.
2013
Rodaba por mi vida como bola de nieve,
aumentando en volumen, velocidad y peso;
se trocó en avalancha, y en ella quedé preso;
ahora estoy muerto en ella, y ella ni se conmueve.
2014
“Prohibido enamorarse”, me decía,
pero en el río de agua turbulenta
en que fluye el amor, ella bebía.
Tal vez la hubiera amado mi alma hambrienta
en un piel contra piel de cercanía,
siendo yo tempestad y ella tormenta.
Pero ¿cómo acoplar en la distancia
ojos, tacto, susurros y fragancia?
2015
En soledad, de noche, y en orfandad, de día,
en sueños que no duermen, en dormir que no sueña,
llevando el fardo a cuestas de hambrienta anatomía
que apenas me aligera quien a ayudar se empeña.
Con la mano tendida que no estrecha la mano
saludándome al paso, ya descuido o temor;
camino, cuerpo y alma, con este amor humano
que adoptaban los dioses para hacer el amor.
Sonetos
2023 - Lo tangible
No era un hombre cautivo en pormenores,
era un hombre esencial, hondo, derecho;
una vida en la mente, otra en el pecho,
a veces coincidiendo ambos valores.
Pero en momentos regalaba flores,
o dedicaba un libro, o al acecho
en curva ciega o pasadizo estrecho
sorprendía con dádivas menores.
Un día se detuvo en el recodo
de su mente y pensó: Si de algún modo
se tornara mi amante inaccesible,
por deserción, desavenencia o muerte,
¿qué me queda entre manos que me alerte
de que su circunstancia fue tangible?
Los Angeles, 30 de enero de 2009
2024 - Desvinculación
Se asienta entre dos cuerpos recia daga,
si bien desenvainada, aún no sangrienta;
el riesgo de la herida se acrecienta
al paso que la duda se propaga.
Gesto informal o referencia vaga,
serán, tal vez, no ráfaga violenta,
pero no necesita de tormenta
para hundirse bajel que ya naufraga.
El espacio se ensancha, se retiran
levemente los cuerpos, no se miran,
y la proximidad ahora les duele.
La daga tiene doble empuñadura
y doble hoja de acero, que asegura
que lo que ayer se uniera, hoy se repele.
Los Angeles, 3 de febrero de 2009
2025 - He sangrado
He sangrado por ti. De tal manera
que por mis venas fluye agua salada,
y enrojecen mis ojos. Mutilada
llevo el alma de ti, mi ex compañera.
No digas nada, que se me aglomera
tu caudal de palabras, y callada
eres más verosímil. Tu mirada
parece que ni miente ni exagera,
porque en ella percibo mi utopía,
mi espejismo de ti, que desafía
frases ataviadas de verdad.
He sangrado por ti, sigo sangrando
por esta larga senda en que desando
el trayecto de nuestra intimidad.
Los Angeles, 3 de febrero de 2009
2026 - Quién volviera
Era bella mujer, tan joven era…
Desnuda estaba junto al río, estaba.
Rodaba el agua sin rumor, rodaba,
viajera perenne, viajera.
La chopera en la brisa, la chopera
fluctuaba en temblores, fluctuaba,
y aleteaba el mirlo, aleteaba…
Quién volviera a ser joven, quién volviera.
Entraría en el agua, sí, entraría,
la invitaría a entrar, la invitaría,
porfiando a su duda, porfiando.
Y cuando entre, que sí lo hará, cuando entre,
que me descentre, y ella se descentre,
provocando uno a otro, provocando.
Los Angeles, 4 de febrero de 2009
Poemas
De regreso a la infancia
Hombre de muchos años, regresando a la infancia
tantas veces, en busca de propia identidad;
vivió sobre la marcha, besando mucho, tanto
que eran rostros anónimos los que dejara atrás.
Sólo un nombre flotaba tenaz en su memoria,
y unos muslos delgados, y un instinto voraz.
Ella una adolescente reventando en deseos,
cuyos senos apenas parecen despuntar,
y él, casi un niño, ingenuo, con el cuerpo aún dormido,
los ojos ruborosos y el alma de cristal.
Era la primavera, cuando la piel despierta
dando gritos, con ansias de combatividad.
Los vencejos volaban en círculos, los olmos
se asomaban al lago, murmuraba el pinar.
En el balcón, la joven, con la oquedad en llamas,
en urgencias de tactos ajenos, incapaz
de sujetar la brida de su potro salvaje,
le presentó el galope del mismo al colegial.
Temprana seductora de saber incompleto,
contrarrestado en tensa, lúbrica voluntad,
solicita al muchacho para inocente juego,
y al cerrarse la puerta se caldea el hogar.
Aún no conoce el lecho, lo aprenderá más tarde;
hoy florece en el suelo férvido festival
de exploraciones mutuas, de ofrecimiento ecuestre,
de vértice rosado, de húmeda suavidad.
Tantas veces el hombre regresara a este punto
que nunca pudo o quiso de su mente borrar,
como si fuera el faro que alumbra cada noche
las aguas turbulentas por donde viene y va.
Era esa imagen tierna, más que impúdica, idílica,
que le escoltó en su vida, como si un ventanal
se le abriera hacia campos de aromas y colores
cada vez que la vida le intentaba engañar.
Siempre hubo una sonrisa despertando en sus labios
al recrear la escena de tan temprana edad.
Siempre en el fondo límpido de su memoria estuvo
la misma interrogante: ¿Dónde se encontrará?
Siempre emplazó su rostro superpuesto a los otros
que dijeron amarle; y en la sensualidad
de los muslos abiertos, trémulos, competentes,
los noveles de antaño parecían vibrar.
Nunca olvidó su nombre, nunca su iniciativa,
nunca su ímpetu súbito de adolescente audaz.
Ah, que sus labios nunca la besaron entonces,
y cómo en tantos años la quisieron besar.
Los Angeles, 30 de enero de 2009
Larga la ausencia
No hay en febrero rosas, pero el rosal persiste,
y aun sin ver las estrellas sabemos que allí están;
puede el sol ausentarse, pero nunca desiste
de encender tus ventanas, caldear tu zaguán.
No me verás a veces, será larga la ausencia,
ni rozaré tu mano ni escucharás mi voz;
pero eso no aminora fervor ni dependencia,
ni el ansia irreprimible de abrirte el albornoz.
Me han entrado tus horas bajo la piel como agua
subyacente en la arena, como luz al cristal;
y al llevarlas, te llevo, mi dorada piragua,
recorriendo mis venas, sosiego y carnaval.
No dimensiono el tiempo por números ni anchura,
la densidad me impele más que la longitud;
cada instante en el hueco de tu abrazo perdura
más que siglos de historia, rango de infinitud.
Volveré, como vuelve la cigüeña a la torre,
como vuelven los ánades, como las primaveras;
no corre tanto el tiempo como el deseo corre,
pero estaré contigo…, sólo si tú me esperas.
Los Angeles, 3 de febrero de 2009
A mis propios espacios
He sentido la urgencia de escribirte.
Tantas cosas en mí, bajo mi tierra,
pugnan por germinar, que estoy en guerra
con mente y mano sobre qué decirte.
Se me alborota inquieta cada idea,
agolpándose tensa, desbordante,
sobre el brocal del grito, y palpitante
la palabra se ofrece a la tarea.
Cuanto pienso cabalga en cuanto digo;
lo que digo, ya en voz o en escritura,
va cubierto de sangre, de amargura,
pero sin arañazos de enemigo.
Bloqueaste tu oído ayer, y luego
se descolgó la noche a tus retinas;
sin luz y sin sonido, me confinas
a silencio glacial en mar de fuego.
Pero voy a escribirlo, aunque lo ignores;
necesito gritarlo de algún modo
a cielo, a tierra, a viento, y sobre todo
a mis propios espacios interiores.
Los Angeles, 4 de febrero de 2009
Transitoriedad
Hijo, no te enamores,
que el amor es cuchillo que desgarra,
cadena que esclaviza,
fuego exterminador, fría avalancha.
Amé a tu edad, cuando el amor se anuncia
envuelto en clámide de luz, sin manchas,
cuando en la mente danzan utopías
y al dorso nos parecen brotar alas.
Mas se anunció el crepúsculo, los sueños
fueron perdiendo su altitud dorada,
y aquel intento de volar fue vano.
En nuestra cabalgada
enarbolamos ímpetus de dioses,
pero somos mortales que fracasan.
Fracasan y no aprenden,
volviendo siempre a idénticas andanzas.
Aunque yo te diga esto, hijo, la vida
te pertenece a ti; tuya es la marcha,
casi tuya es la meta y el camino,
sólo tuyo el bordón y las sandalias.
Como amé, tú amarás, en gloria y llanto,
en brindis de dulzura, en copa amarga.
Ascenderás a cumbres impensables,
te empujarán por ásperas barrancas,
y te hallarás sin fuerzas
para empezar de nuevo. Pero nada
es rotundo, final, definitivo,
por cada hoy tenebroso hay un mañana
que sabe amanecer, cambiar el rumbo,
y cerrar la memoria a la desgracia.
Si te enamoras, hijo, que la vista
no se te nuble, que la llamarada
que caldea tus miembros desde dentro
no te parezca eterna, pues se apaga;
y al apagarse, la tiniebla es breve,
aunque la juzgues larga.
Esa es la vida, círculo infinito
de llegadas, partidas, tactos, garras,
de triunfos y derrotas,
de alturas y hondonadas
que subimos en júbilo,
que rodamos en lágrimas.
Sí, ya lo sé, el amor ha de tocarte
con su varita mágica;
pero no te seduzca
su aire de eternidad, es una ráfaga,
un surtidor de luz, un himno, un trueno,
una nube que pasa.
Ama, hijo mío, pero nunca olvides
que lo que nació ayer muere mañana,
y volverá a surgir más tarde, y luego
ha de hundirse otra vez. Pero ama, ama.
Los Angeles, 5 de febrero de 2009