Breverías
2026
Ella, sin yo saberlo, quiso tocarme un día.
Era su mano blanca, tímida, temblorosa,
mano que, como un rayo de luz, se encendería
al contacto más leve. La tarde, nebulosa,
con olores a hierba cortada, y a retama,
íbase diluyendo. Llegamos al postigo
de su casa. Me dijo: ¿Sabes que hay un programa
de música a las nueve? ¿Quieres verlo conmigo?
Y en el salón desierto, ofrecimiento y acto,
me descubrió misterios que ignoraba mi tacto.
2027
Es lunes cada día, y es cada mes octubre.
Vestida de abandono, con remiendos de olvido,
no escucha nada nuevo, sin embargo descubre
que se le arruga el alma, que el cuerpo está vencido.
Va a su trabajo, arrastra las horas una a una,
cadena interminable de una vida cautiva;
ya no le dicen nada las rosas ni la luna;
no es una flecha al blanco; es barco a la deriva.
2028
Cada noche en las sábanas de mi lecho percibo
tu ya invisible abrazo, tu perenne fragancia;
no, no es de las visiones de mis sueños que escribo,
ya que nunca apareces en esa circunstancia.
Hablo de mis insomnios, de los que no se aleja
la figura que tantas noches me acompañó;
la tempestad que fraguas en mi piel no me deja
superar el desvelo…, ni lo intentara yo.
2029
Córtame las amarras, quiero dejar el puerto,
sentirme libre, y luego volver a navegar
hacia tierras lejanas que aún nadie ha descubierto,
y explorarlas a fondo, o partir al llegar.
He arrastrado en la vida demasiadas cadenas,
y es la que llevo al cuello sin duda la peor.
El viento es favorable. ¿Que hay cantos de sirenas?
Mejor morir de gozo que vivir en dolor.
2030
Se me cansan las manos de esperarte vacías,
sin acoger de nuevo los senos que gocé;
se me atrofia la lengua, seca de tantos días
sin proferir las frases que para ti inventé.
¿Deberé trasladarlas a profanos oídos
como quien articula rutinaria oración?
¿Y acercaré estas manos, y todos mis sentidos,
a otra piel ignorante de mi propia emoción?
Sonetos
2040 - Malgasto el tacto
Malgasto el tacto, amor, lo dilapido
en tantas cosas frías, anodinas,
teclas, papeles, pétalos, espinas,
en algaradas, en fervor fingido.
Vivo entre el atabal y el estallido,
todo hacia fuera, en plazas y en esquinas,
múltiples rostros flotan mis retinas,
pero sin ti me siento envejecido.
Entre muslos abiertos me derramo,
y a cada voz que me susurra ‘te amo’
le responde mi sexo silencioso.
No es audaz el silencio, tiene acento
de culpabilidad, como si el viento
delatara mi estado soledoso.
Los Angeles, 2 de marzo de 2009
2041 - Frío
No estás aquí. Perdí la primavera,
y me abrazó el invierno de repente;
siempre es enero para el alma ausente,
que más se aflige cuanto más espera.
Porque esperar es, más que fe, quimera;
es admitir que el tiempo es la corriente
que volverá a pasar, aunque a la fuente
nunca regresa el agua viajera.
Ay, que este enero que a destiempo viene
no parece una tregua. Se detiene
como quien no reiniciará la marcha.
Largo bloque de hielo es este río
que ya no fluye, que me deja frío,
cubiertos piel y corazón de escarcha.
Los Angeles, 6 de marzo de 2009
2042 - Ahora tampoco
Nunca te hablé de mi hecatombe interna,
del ominoso desmoronamiento
de los muros del alma y su cimiento,
de reemplazar el sol con la linterna.
Tu desaparición me desgobierna;
galeón sin compás, trémulo intento
seguir mi ruta; oscuro el firmamento
me niega la polar; no hay vía alterna.
Y me dejo llevar del oleaje,
ajeno a dónde aboque mi viaje,
insensible a otra voz o disyuntiva.
Ahora tampoco llamaré a tu oído,
que, si no sordo, se halla adormecido.
Siga mi galeón a la deriva.
Los Angeles, 6 de marzo de 2009
2043 - Ruptura
Hay tantas cosas que decir…, mas nada
podrá aclararse sin abrir la herida;
de las dos partes, una está dormida,
y la otra no se ve cicatrizada.
Es la paz y el dolor. Una, cansada,
su libertad al fin restablecida;
otra sangrante, y todavía uncida
al yugo antiguo, pero marginada.
Una aspira al silencio y al olvido.
Dejó la muerte atrás, por eso ha huído.
La otra sigue muriendo día a día,
intentando indagar, y revelarse,
última llama a punto de apagarse
soñando que es hoguera todavía.
Los Angeles, 7 de marzo de 2009
“I don't miss him,
I miss who I thought he was.”
(Nancy D. Smith)
En la orfandad de tu callada ausencia,
dormido el timbre de tu voz, lejano
el festival de roces de tu mano,
y las mías sobradas de carencia,
vuelvo hacia ti los ojos, con la urgencia
de propulsar tu empeño a primer plano;
y aunque mi esfuerzo ha sido siempre en vano,
no por eso declina mi insistencia.
Ay, pero ya me acosa la fatiga,
y esta siniestra vacuidad me obliga
a renunciar a mi tenacidad.
Ya ni te extraña ni a añorarte alcanza
mi alma cansada, pero qué añoranza
de quien soñé y no se hizo realidad.
Los Angeles, 8 de marzo de 2009
2045 - Duermo solo
Duermo solo; la noche es alargada
como el silencio sepulcral del muerto,
pero nunca mi lecho está desierto,
tantas cosas pululan en la almohada.
Cada caricia, cada puñalada,
cada suspiro, logro o desacierto
que se evadiera, queda al descubierto
al apagar la luz, muda emboscada,
si sorprendente no insatisfactoria.
Cuanto revolotea en la memoria,
por ser parte de mí, no es repudiable.
Grata o amarga, su vivencia es mía,
y en duro grito o suave melodía,
cada una me habla, sombra inolvidable.
Los Angeles, 9 de marzo de 2009
Poemas
Vivencias
¿Cuánto es recuperable de lo que se ha vivido,
del amor, el trabajo, la visión de futuro?
Lo que fue nos parece que nunca ha sucedido,
que tal vez fuera un sueño, cada vez más oscuro.
Y al fondo del recuerdo, ¿qué nos queda? La sombra
de lo que, ya intangible, se hace más impreciso;
la indefinida huella de un pie sobre la alfombra,
o la palabra incierta juzgada compromiso.
Fuimos la temblorosa llama abrazada al leño,
y ahora somos el humo que se alza y se disuelve;
del cuadro que pintamos sólo queda el diseño,
no somos lo que fuimos, lo que se fue no vuelve.
El amor que ofrecimos tal vez aún persevera
tras haberse evadido quien el suyo otorgara;
mas lo que entonces vimos vemos de otra manera,
cual si un genio maléfico las cosas trastocara.
Y nos disminuímos cada vez que amenguamos
cuanto fue nuestro júbilo, nuestra etapa de gloria;
hay que tallar en mármol las horas en que amamos,
para que no intentemos rectificar la historia.
Quizá nuestras vivencias son irrecuperables,
pero también debieran permanecer intactas;
tal como sucedieron, sean inolvidables,
sin tergiversaciones, virginales, exactas.
Los Angeles, 2 de marzo de 2009
Playa
Les vi llegar, amantes enlazados,
rítmico, leve paso, cuatro huellas
acompasadas, y multiplicándose
como cuatro renglones en la arena.
Caminando hacia el mar, tan silenciosos,
y las olas llegando, tan serenas.
En amplias curvas, alborotadoras,
volaban las gaviotas, convergencia
del blanco en el azul, y al borde claro
del agua, se detuvo la pareja.
Avizoré a mis pies, semienterrada,
amalgama de tímpano y trompeta,
la alba voluta de una caracola;
y la acerqué a mi oído, con la ciega,
infantil esperanza, de escucharse
zalamero reclamo de sirenas.
Mas sobre un fondo de olas apacibles,
en espuma deshechas,
percibí el melancólico diálogo
de los amantes, con rumor de puertas
cerrándose a lo lejos,
y un eco débil de lamentos cerca.
Ambos partieron, dándose la espalda,
en dirección opuesta.
Era un día tan bello…
todo luz, todo azul, una acuarela.
Para ella fue liberación, descarga
de un peso muerto, de una cruz a cuestas.
Para él dolor, y decepción, y lágrimas,
su corona de espinas, su tiniebla.
Se acrecentaba la distancia entre ambos,
ya no eran cuatro líneas paralelas,
eran dos, infinitamente largas,
a la orilla del agua, extrañas huellas;
unas profundas, bajo el peso hundidas
del fracaso de un alma, otras ligeras,
como quien va con alas,
sin apenas posar el pie en la tierra.
El volvióse a mirar lo que perdía
en repetidas ocasiones, era
como si el horizonte lentamente
fuera absorbiendo al fin su blanca vela.
Ella no miró atrás; flotando al aire
sus cabellos, la vida era una fiesta.
Mi caracola era silencio, sólo
los murmullos marinos. La marea
subía perezosa,
como una mano indiferente, inmensa,
allanando relieves en la playa.
Dentro de mí oleaje de tristeza.
Los Angeles, 6 de marzo de 2009