Breverías
2076
Nunca se ama tan firme, tensamente,
como al perder a la mujer amada.
Morir para nacer. De la simiente,
que a morir en la tierra es condenada,
surgirá espiga o árbol, lo viviente
de lo que ya murió. De la lanzada
que el pecho en crueldad nos atraviesa,
más amor fluye que de amor que besa.
2077
Cuando llegue la noche, la que extiende
su tiniebla final y nos transporta,
Caronte timonel, al otro lado,
no te acongojes; llama que se enciende,
debe apagarse un día; lo que importa
es que su luz nos haya iluminado.
2078
Corre, alma mía, despliega tus alas,
álzate en vuelo, que el águila admire
las cotas que alcanzas.
No te envanezca la altura que escalas,
que sólo te inspire;
vuelve a la tierra con tus añoranzas.
2079
No la verás, pero insistentemente
mi sombra merodea tus afueras;
yace a tu lado, sabe a quién esperas,
te escucha, te acompaña entre la gente.
Se ruboriza a veces, también llora,
se alboroza y sonríe en ocaciones;
goza y sufre las mismas emociones
que yo viví, que en ella vivo ahora.
2080
Ese hálito de viento en tu guedeja,
en la mañana inmóvil, apacible,
que ni mueve las hojas de la encina,
no es el viento, es mi mano que bosqueja
caricia carismática, invisible,
mi dimensión, que a ti se arremolina.
Sonetos
2105 - Tú pierdes más que yo
De fe tenaz y amando demasiado.
Te vas, y en mi sufrir, no te detengo;
tú pierdes más; yo quedo y te mantengo
dentro de mi orfandad. Pero a tu lado
persistirá el fragmento mutilado
del milagro pretérito. Yo vengo
y voy por mil caminos, y retengo
mi estoica condición de enamorado.
Tal vez, moneda de oro tintinante,
irás de mano en mano, tan galante,
disfrazada de amor, alborozada.
Y un día, en tu vagar de peregrino,
te detendrás al borde del camino,
y observarás que no te queda nada.
Cantabria, 22 de mayo de 2009
2106 - Mies
Brotan entre los trigos amapolas,
dando a la mies vitalidad sangrante;
y la marea aurífera, ondulante,
hace de las espigas banderolas.
Como el rumor del mar las caracolas
en su oquedad repiten, cimbreante
cada tallo es murmullo susurrante
en esta inmensidad de tenues olas.
Así te vi, dorada, luminosa,
tendida sobre el lecho, como diosa
curvada en atrevida incitación.
Y yo, simple mortal, alborozado,
me dejé subyugar, blando soldado
de fácil triunfo a amarga decepción.
Cantabria, 23 de mayo de 2009
2107 - Arbol
Descortézame el árbol, ya crecido
más de lo anticipado; que, desnudo,
se le adelgace el tronco. ¿Cómo pudo
dilatársele un talle tan ceñido?
Desbordante su cúpula, vestido
de rígido vigor, es más escudo
frente a embestida hostil, o ángulo agudo,
que velo en el ramaje entretejido.
Flexible fue, y esbelta gentileza,
mas, dura y arrugada la corteza,
es roqueña aridez que al tacto hiere.
De no restablecer su antiguo estado,
que lo consuma el fuego, desmembrado,
y muera al fin, como el amor se muere.
Oviedo, 27 de mayo de 2009
2108 - Qué orfandad
Deshojaré la rosa florecida,
antes de marchitarse, sobre el lecho;
engalanen los pétalos tu pecho,
incidental, gentil desconocida.
Tal vez te irás al alba o me despida;
quizá este festival se habrá deshecho
al expirar el mes, y yo, maltrecho,
maltrecha tú, rodemos por la vida.
Será victoria y a la vez fracaso,
tan rebosante abril, y tan escaso,
como quien nace y muere al otro día.
Qué orfandad elegimos, asfixiante;
te hiciste embarcación, yo navegante,
y abortamos al fin la travesía.
New York, 29 de mayo de 2009
2109 - He muerto en ti
He muerto en ti. Desnudo y sepultado,
sólo me abraza ya la muda tierra;
y no obstante mi espíritu se aferra
a este amor deprimente y mutilado.
Ah, tu renunciación. Te has expatriado,
y como todo aquel que se destierra,
regresarás tal vez. Y yo, sin guerra,
seré quizás terreno conquistado.
Y ¿dónde habitarás, oscureciendo
tu fracaso anterior? ¿Irás tendiendo
mano hambrienta de amor, de puerta en puerta?
He muerto en ti. Sobre tu amor vacío
cabalga mi cadáver. Sobre el mío
destella luz tan bella como incierta.
Los Angeles, 31 de mayo de 2009
2110 - Dependencia
Me dirijo al cristal, y lo atravieso
en invasión de tu privacidad;
te exiliarás de páramo y ciudad,
mas no podrás interceptar mi acceso.
Tu campana de vidrio es sólo eso:
transparencia sutil, fragilidad,
que no logra encubrir tu identidad,
lúbrico arcángel en sí mismo preso.
Inasequible es la autosuficiencia;
tú y yo, complicidad y dependencia,
mengua de mí, necesidad de ti.
Ni torre de marfil, ni isla remota;
aislamiento es análogo a derrota;
y yo en vínculo siempre me ofrecí.
Los Angeles, 1 de junio de 2009
Poemas
Irremediablemente
Cómo te amé, mujer. Me eslabonabas
a pedazos de vida,
en formas y ámbitos innumerables,
en emotividad y anatomía.
Te amé en la seriedad reveladora
de quien respalda todo cuanto afirma,
y en la desenfadada ligereza
de la frivolidad y de la risa.
Y te amo en la recóndita tiniebla
de este silencio de la muerte viva
que me envuelve y acosa,
noche cerrada sobre la marisma,
sin detener el flujo de mi angustia,
casi matando, crónica agonía.
No acierto a detallar el desaliento;
mis palabras destilan
el veneno sutil que me ha infectado,
que se agita en mi fondo, que me grita.
Pero tengo que hablarte aunque no escuches,
llena de fuego tú, yo de ceniza.
Lleva mi voz el viento,
arrastrada por calles y colinas,
como las hojas secas del otoño,
que nadie acopiará, que todos pisan.
Habrá, tal vez, espíritus lejanos
que entiendan lo que digo, que me escriban
vaciando sus almas de nostalgias,
sangrando de dolor por las heridas,
porque se reconocen en mis versos,
porque también ellas han sido víctimas.
Comprenden lo que amé, lo que he perdido,
lo que amo todavía,
tal como ellas amaron y perdieron,
tardes extáticas y noches frías.
Me entienden los extraños,
y tú ni lo imaginas;
Pero siento la urgencia
de mencionar mis ansias infinitas,
el clamor de tus páramos vacíos,
y la distancia impuesta por ti misma.
Sigo hablando, escribiendo,
dirigiéndome a ti, que no caminas
ni al mismo ritmo ni en igual sentido,
sorda y ciega, glacial y fugitiva.
Necesito expresarme, aunque no escuches,
como el sol necesita
derramar su rapsodia sobre el campo,
vitalidad en rito de caricia,
que no se pide, que nos llega libre,
y se agradezca o no, queda encendida.
Y sobre ti me vierto, inevitable,
aunque no lo percibas,
porque tenaz, irremediablemente,
te amé, me amaste, te amo todavía.
Oviedo, 27 de mayo de 2009
Fluí como los ríos
Fluí como los ríos, irreversiblemente,
a mares de belleza que hoy se antojan aciagos;
eran aguas y cielo de ese azul transparente
que ni sabe ni puede vaticinar estragos.
Me recibieron brazos de red definitiva,
de los que profundizan al tiempo de envolver;
y yo, varón escéptico, siempre a la defensiva,
abandoné cautelas, y me dejé querer.
Demolí mis defensas, y la amé a campo abierto,
persuadido de que ella febrilmente me amó;
tal vez así lo hiciera; tal vez, cuando despierto
sin hallarla a mi lado, me parece que no.
¡Cuánto la amé! Sin dudas, con fe, con entusiasmo,
con el brío del alma y el vigor de la piel;
del sereno sosiego al ardor del orgasmo,
con todos los sentidos, ya en ritmo, ya en tropel.
Como se van las nubes, el tren, las golondrinas,
se me alejó una tarde, fluyendo en libertad,
dejándome el recuerdo quebrado, el alma en ruinas,
y una extraña amalgama de mentira y verdad.
Acaparó el silencio, modalidad de olvido,
mientras yo conversaba con el hombre interior;
el hombre que me entiende, y a quien nunca descuido,
que tanto sabe de ella por saber de mi amor.
Escucha mis querellas tan leal, tan discreto,
como gentil amigo que aconseja y comprende;
me sugiere la fuga; con frecuencia prometo,
pero no logro hacerlo, y me insiste y reprende.
Debo volver la espalda a tanto desvarío;
cuanto se fue es pasado que no ha de regresar;
aunque he perdido todo, todo en el fondo es mío,
y ni ella, aunque lejana, me lo podrá usurpar.
Madrid, 29 de mayo de 2009