Breverías
2081
No soy más fuerte cuando a ti me aferro,
entre la angustia y la desesperanza;
mas cuando voy camino del destierro,
sin intención de intrigas o venganza.
Llega el momento de soltar cordaje,
pulverizar argollas y cadena,
blindarse el alma a base de coraje,
decir adiós, y abandonar la escena.
2082
Amé una vez, y recobré la vida
que, viviendo, ignoraba,
siendo toda mi sangre una avenida
por donde todo yo me derramaba.
Dejé de amar, y se mermó el latido,
la sangre, fría, el ritmo, indiferente;
como viviendo sin haber nacido,
o muriendo tan lenta, absurdamente.
2083
Te canto la canción que has olvidado,
que tiempo atrás brotaba de ti misma
entre los terebintos, yo a tu lado,
y la luna de plata en la marisma;
Santoña era una sombra en lejanía;
Montehano era cruz, salmos y proa
de piedra sobre el agua; se veía
remar sobre el espejo una canoa.
La calzada, desierta, y tú cantando.
Has ido tantas cosas olvidando…
2084
Te he fotografiado en la memoria,
con un fondo de nubes y palmeras;
tú, la recién llegada, que quisieras
podar algunas ramas de tu historia.
Algunas yo también he cercenado
de este árbol mío que a crecer se obstina;
devore el fuego la madera en ruina,
yo, tendido en la alfombra, tú a mi lado.
2085
Podré vivir en Amsterdán, o Atenas,
Madrid, Los Angeles, o Timboctú;
con rameras, vestales o sirenas,
quebrando cada ley, cada tabú;
en castillos de espléndidas almenas,
o junto al mar, en chozas de bambú.
¿Qué importa ostentación, lugar o cama?
Se vive sólo allí donde se ama.
Sonetos
2111 - Antes del tiempo
Tuve la sensación de haberte amado
antes del tiempo, al filo de la vida,
y de verte llegar toda vestida
sólo de brisa y luz, quedando atado
no sé si al mito en mi interior forjado,
o si a tu propia realidad surgida;
pero fue antes del tiempo, redimida
de tu inmortalidad, red y candado.
Viniste libre, en esplendor de oferta,
ángel adormecido que despierta
bajo el árbol de opción del bien y el mal,
sin vacilar en su elección. Te viste
de repente desnuda, y sonreíste,
tan libre, tan segura, tan sensual.
Los Angeles, 2 de junio de 2009
2112 - Contigo y sin ti
Al amarte eran mías las estrellas,
los sueños imposibles, y las rosas;
eran mi hogar lejanas nebulosas,
y no anduve camino sin tus huellas.
Epoca de armonía, sin querellas,
de intensos días, noches luminosas,
hermano de álamos y mariposas,
y apasionado de las cosas bellas.
Si el golpe de tu ausencia me cruzara
como siniestro látigo la cara,
¿qué, de tanto esplendor, me quedaría?
Todo, sin ti, trivial e insuficiente;
como si poseyera una simiente,
y el mundo fuera mi heredad baldía.
Los Angeles, 2 de junio de 2009
2113 - ¿Y qué?
Si le dejaras irse, ¿qué te queda?
Te quedas tú, para empezar de nuevo.
Siempre, hasta en el amor, hay un relevo
que lentamente a tu perfil se enreda.
¿De qué te serviría la arboleda,
cercenados los troncos? Me conmuevo
ante tu adversidad, mas me sublevo
por la irresolución que te empareda.
Vagabas por el sueño, alma flotante,
alas tus pies, visión hacia delante,
la tierra tan lejana, a un palmo el cielo.
Y fracasó, quebrado en mil pedazos.
¿Y qué? Nunca es el fin de los regazos.
Otro hallarás que te levante en vuelo.
Los Angeles, 6 de junio de 2009
2114 - Huracán y brisa
Eres el huracán en la meseta,
fustigando los muros del sentido;
eres abrazo brusco, retorcido,
que sabe penetrar por cada grieta.
Yo soy la brisa, ráfaga discreta,
rodando entre el suspiro y el gemido,
y soy retozo cálido, y silbido,
y también, en tus hilos, marioneta.
Tan diferentes, tan complementarios,
en reciprocidad, tan necesarios,
que se absorben, se encajan, se conectan.
Abierta estoy, planicie, gruta, brecha,
mujer en oblación, insatisfecha;
y todos mis instintos te detectan.
Los Angeles, 6 de junio de 2009
2115 - Arrolladora
Ah, el regocijo de saberte rosa,
y orquídea, y crisantemo, y peonía,
y también de ocultar la rebeldía
que te hace, por gentil, tan peligrosa.
Ruedas sobre el perfil de cada cosa
como si el mundo fuera tu alquería,
brotando surtidores de energía
en torno tuyo, voluntad que acosa.
Nadie le ha impuesto límites ni frenos
a tu voracidad. Muslos y senos
son tu arsenal, mortífero y galante.
En estas horas de la tarde quieta,
arróllame, aniquílame, completa
tu destrucción: Déjame ser tu amante.
Los Angeles, 6 de junio de 2009
2116 - Mi herencia
En languidez avanzas. Se te anuda,
como brazal de púrpura, el deseo
de cada observador en cotilleo,
mas sólo yo te alcanzo a ver desnuda.
Cada mirada ajena, aun siendo muda,
lanza gritos al aire, revoleo
de halcones en dramático rastreo
sobre tu cuerpo, y sobre mí la duda,
la persistente incógnita plomiza,
que pesa sobre mí, y me inmoviliza,
de hasta qué punto en libertad te mueves.
Porque te sigo desde siempre, quiero
ser designado intrínseco heredero
de todas tus honduras y relieves.
Los Angeles, 6 de junio de 2009
2117 - Cautiverio
La noche, en sus tentáculos de acero,
me retiene, me asfixia, me devora;
sé que vendrá la luz, pero esta hora
tiene asomo de muerte, y desespero.
Su propia noche vive el prisionero,
con un tal vez lejano, y rememora
tiempos mejores, pero al fin deplora
su cautiverio actual, su pudridero.
Arrastro mi cadena, circunscrito
a mi espacio vital, sector maldito
donde puede ser noche en pleno día.
El tiempo ha de fluir, quizá amanezca,
en un mes, en diez años…, y merezca
ver otra vez la luz que ayer ardía.
Los Angeles, 6 de junio de 2009
2118 - La deshora de la muerte
A Edith, en su momento de dolor
Me lo arrancaron. Lo perdí. Latía
su joven corazón como una fuente
cansada de fluir, y lentamente,
su tiempo, gota a gota, se moría.
Y sin embargo hablaba y sonreía
como si fuera eterno su presente;
y era un soplo, una imagen transparente
presta a quedar, a contraluz, vacía.
Había entrado a mí de tal manera
su palabra gentil, que todo hubiera
sacrificado por sumarle un año.
Partió, y su sombra se quedó conmigo.
Ay, muerte, cómo te odio y te maldigo;
ay, mi arcángel de luz, cómo te extraño.
Los Angeles, 8 de junio de 2009