Breverías
2111
En tu cuerpo de bronce resuenan los repiques
de campanas sensuales de otros siglos y tierras;
aquéllas que apartaban al hombre de sus guerras,
y sacudían su alma, su lecho y sus tabiques.
Hoy vibran en ti todas, y estremecen los muros
de la alcoba bohemia que compartes conmigo;
y yo, hombre que repudia combate y enemigo,
me abrazo a tus tañidos, tan lúbricos, tan puros.
2112
Tu nombre borra nombres, y tus manos caricias
que tanto se negaron a desaparecer;
vas esterilizando mi piel de subrepticias
y ya anónimas sombras. Y quedas tú, mujer.
2113
Me naces cada día, como rosa temprana,
pero no te permito su muerte prematura;
tan nueva como el alba se abre cada mañana,
y a cada instante juego de espléndida aventura.
2114
Queden para el recuerdo, si no se desvanecen,
los días de oro y llama que me vieron desnudo;
ya no entran en mis sueños, ni me rejuvenecen;
se ha apagado su alcoba, se ha destrenzado el nudo.
Rompa nueva alborada sobre el tiempo y la vida,
voy a esbozar sonrisas y a enterrar a los muertos;
reverdezcan los cerros, deslícese escondida
la brisa entre la fronda: Quedémonos despiertos.
2115
Palpo la carne tibia que ajustas a mi lado,
me alojo en sus fiordos, lúbrico acoplamiento;
ah, el inefable gozo de quedarme clavado,
y la magnificencia del desfallecimiento.
Sonetos
2154 - A oscuras
A tientas voy; la noche es tan espesa
que ha devorado todos los perfiles.
No me sirven los ojos, ni hay candiles
que resuciten formas. Me regresa
la visión a los dedos, y sopesa
su percepción el tacto. Qué sutiles
tanteos ejercita, o qué febriles,
según cada relieve, cada presa.
El tacto explora, redondea, indica,
y la mente interpreta, identifica
cúyas las curvas son entre la sombra.
Voy descartando las indiferentes,
y al fin llego a las tuyas, y a torrentes
me desbordo sobre ellas en la alfombra.
Los Angeles, 23 de julio de 2009
2155 - Saturado
Saturado de ti; mas no podría
decir si tu carisma me ha impregnado,
o si mi intensidad te ha devorado;
soy casi tú, no mera analogía.
En principio, bifronte compañía,
tu yo a mi yo en perímetro adosado;
y en breve el alborozo arrebatado
de una doble y audaz anatomía.
Ambos hurgando el fondo trepidante
de la otra intimidad, siempre adelante,
como quien no consiente marcha atrás.
Ah, traspaso absoluto de poderes
entre ambos dinamismos de dos seres
que, aún teniéndolo todo, quieren más.
Los Angeles, 23 de julio de 2009
2156 - Sinfonía en sí mayor
Te escucho desde el fondo de un olvido
que desangró mi vida y ya no hiere;
ni a aleluya optaré, ni a miserere;
quédese donde esté el amor perdido.
Y desde el mismo fondo oscurecido
te dirijo la voz, que te requiere
no a vínculo inmortal, que todo muere,
sino a fiesta de espíritu y libido.
Plétora de vivencias no nacidas
te esperan, nos esperan, que hay dos vidas
que estremecer a acordes de erotismo.
Tu sed, mi sed, tu desnudez, la mía,
tu mente, mi razón, qué sinfonía
reventando en el fondo de uno mismo.
Los Angeles, 23 de julio de 2009
Poemas
Flotas y ruedas
Cada palabra que al pasar escucho
pierde inmediatamente su sentido
y deviene tu nombre,
colmándose de urgencias mis oídos:
Apremio de pensarte,
necesidad de hacerme tu perímetro,
inminencia de férvidos propósitos,
y precipitacion de mis instintos.
Cada alta nube de crespones blancos
bajo azul infinito,
me habla de tus momentos de ventura,
reclinada en olvido
de cuanto no era yo, feliz nirvana,
si en el incierto borde del abismo,
en la seguridad y en el sosiego
de tan sedoso abrigo.
En cada ráfaga de brisa encuentro
la apacibilidad de tu suspiro,
la ingravidez felina de tu roce,
y el temblor de tu beso repentino,
con ese toque indefinido, breve,
con que nos estremece los sentidos.
Flotas y ruedas, vuelas, serpenteas,
en todo estás, y en todo te percibo.
Tal vez de tal manera te he inhalado,
que, aun siendo tú, eres parte de mí mismo.
Los Angeles, 25 de julio de 2009
Mis recuerdos
Me retiro al confín de los recuerdos,
más allá de los que hablan de ti misma,
que ya voy expurgando poco a poco;
indago en tantas otras galerías
del polvoriento archivo de la mente
que a veces el relámpago ilumina,
y aunque sé que esos muertos
ni hablan ni resucitan,
les contemplo y escucho,
porque en su derredor, de sus cenizas,
brotan a veces signos inequívocos
de cuanto fueron en sus propias vidas.
He confinado a algunos
a la zona sombría
de los indeseables, enclaustrados,
donde, aunque sé que existen, no me hostigan.
Tanto he cargado con su fardo al hombro
que dejaron su marca en mis costillas.
No más. Quédense alli, incomunicados;
hay otras cosas que revitalizan…
Si hay sangre en mis estantes,
hay también melodías,
nostalgias, alborozos,
y fragancias aún no desvanecidas.
Hacia éstos voy en horas de retiro,
cuando percibo el alma quebradiza,
necesitando transfusión de savia,
y me la rehabilitan.
Los otros, portadores de cuchillos,
quédense donde están, sin amnistía.
Los Angeles, 26 de julio de 2009
Remoto dios
Mi palabra se viste de blasfemia
contra ese dios que me forjé a tu imagen;
derribado su templo,
cesé ya de adorarle.
Los capiteles yacen en el lodo,
las columnas truncadas, el paisaje
en sepulcral desolación, las hojas
siendo arremolinadas por el aire.
Mis sacrificios eran
de las mejores reses a mi alcance,
y el humo era columna
vertical en el aire.
Pero ese dios remoto, distraído,
de espíritu cobarde,
desestimó mi ofrenda.
Si aún siguen mis altares humeantes,
los abandonaré. Hay un Olimpo
de dioses a la espera, y adaptables,
que sabrán aspirar el suave aroma
de cada nueva entrega en cada instante.
Los Angeles, 26 de julio de 2009
Dádiva transparente
Sobre el murmullo de estos versos flotan
espumas de adulterio;
de esos vínculos íntimos de alcoba
prestada, en que el encuentro
sabe entender la hondura
sin costumbre, sin tedio.
Lo poco se hace mucho, y se desborda,
como lo mucho es estribillo y eco.
Me veo al fondo de tus ojos; siempre
me he visto en ellos, como si un espejo
caminara ante mí, pero viviente,
más allá del cristal, donde el requiebro
no se refleja, mas se fragua en vivo,
donde absorbo tu espíritu y tu cuerpo,
como absorber pudiera
las invisibles nubes de tu aliento,
tus labios en los míos;
como ese vino añejo,
diablillo rojo en cálices de plata,
que se nos apodera al poseerlo.
Oh, deliciosa adúltera,
flotando sobre mí, por fuera y dentro,
nacida para mí, y uncida al yugo
de alma repetitiva y tacto ciego.
Ama en verdad quien nada espera a cambio,
ha dejado de amar quien debe hacerlo;
deber es enemigo:
Deben el mercenario, el jornalero,
o la permuta, simple compraventa,
prestación por servicio, pan por sexo.
Tú, mi querida adúltera, te entregas
en incontaminado ofrecimiento,
porque sí, porque quieres,
dádiva transparente en cada encuentro.
Los Angeles, 26 de julio de 2009
Hojas secas
En mi otoñal alfombra de palabras
desprendidas y muertas,
¿quién es el viento
que en vaivén las hacina y las dispersa?
¿Vendrá a restituirlas el sentido,
creador inicial, luego en ausencia?
Formulé tantas frases,
todas, en el momento, tan sinceras,
y desde esta distancia, tan absurdas,
que su peso en la espalda me doblega.
¿Las diría otra vez? Probablemente.
A idéntica sandalia, misma huella.
Cada estación sus propiedades tiene,
cada edad su pasión, su inconsistencia.
No juzgaré en mi otoño
cuanto hice en primavera.
Sucedió; ¿para qué sirve el repudio
de incidente que ya no tiene enmienda?
Fue lógico en su día,
lo hicimos, lo dijimos; ni la lengua
puede recuperar palabra dicha,
ni suavizar la mano antigua fuerza.
La pesadumbre, ¿para qué nos sirve,
si el pasado pasó? Falsa moneda
que no compra remedios,
y que tal vez agrava los problemas.
No sé quién es el viento
alborotando las palabras muertas
que dije tiempo atrás. Y no me importa.
Puede jugar con ellas.
Tuvieron su verdor en el ramaje,
pero hoy son hojas secas.
Los Angeles, 26 de julio de 2009