Breverías
2221
Me agoto en esperanzas e ilusiones
y en malaventurados sueños de oro,
que no son sino esbeltos galeones
en incesante fuga. Si aminoro
mi ambicioso caudal de aspiraciones,
yo mismo me empobrezco, me desfloro;
y no sé si soñar inútilmente,
o adormecerme en corazón y mente.
2222
Téjeme un sueño con tus propias manos,
esas manos que nadie ve, que exploran,
al fondo de la mente, interrogantes.
Transplántenle tus dedos hortelanos
a mi campo interior, que me devoran
ansias de ti, de devenir amantes.
2223
La blusa es el abrazo subrepticio
que te deseas a ti misma, acceso
que tantos miran, mas ninguno ve.
La llevas como un íntimo ejercicio,
dinámico, ajustado, como el beso
que te dan, sin saber quién o por qué.
2224
Percibo en tus palabras la fragancia
de lejanos rosales,
adentrándose en mí por cada poro,
y la clásica, pura, resonancia
de violines en tardes otoñales,
o de flautas al pie del sicomoro.
Sigue hablándome así, que escucharía
en éxtasis de piel tu melodía.
2225
Séquense ya los ríos,
encapótese el cielo, duerma el viento,
marchítense las flores,
tórnense estériles los sembradíos,
inmovilice el mar su movimiento,
y apáguense murmullos y colores.
Voy a extinguir mis luces interiores,
la sed de amar, la voz del pensamiento.
Poemas
A mi fiel amigo Bek
Un día me iré, amigo;
me iré al lugar oscuro, indefinible,
al que forzosamente caminamos,
y del que nadie consiguió evadirse.
No será deserción, ni desamparo,
por no haber sido mi obra; cada origen
lleva tatuados el lugar y fecha
de su final, con rasgos invisibles.
Estamos programados a la muerte
desde nuestras raíces.
Ese día, esa noche permanente,
tus grandes ojos tristes
me buscarán en el salón, la alcoba,
por la ventana en patios y jardines,
mas sobre todo en este rinconcito
siempre tan nuestro, donde tu yaciste
a mis pies tantas horas,
cuando, soñando amores imposibles,
o reprimiendo lágrimas,
o jadeante de ímpetus de tigre,
generaba mis versos,
genuinos hijos de las más sensibles
fibras del alma y de la piel, surgiendo
como palomas, águilas o cisnes
de esta pantalla conectada al mundo,
en diálogo vital de Eros y Psique,
de espíritu y de carne, idea y tacto.
Amigo mío de ojos de violines,
de insaciable exigencia de cariño
en urgencias y ardor nada sutiles,
forzando la cabeza entre mis brazos,
tú, tan hambriento de caricias; dime
que volverás, aunque sin mí, a este espacio
compartido por ambos y ya libre,
apagado el pc, la pieza a oscuras,
la silla inmóvil, y la superficie
de la mesa desierta de papeles,
los de palabras vivas, y los grises,
enterrados ya en féretros de plástico,
negro silencio para voces vírgenes.
Dime que mantendrás el breve espacio
en que ahora yaces a mis pies, al irme;
mi compañero fiel de tantos años,
de las horas calladas, y felices.
Sabrás, sin duda, que una vaga sombra
te acompaña, a los otros invisible;
y moverás la cola, como siempre,
para darme a entender que no estás triste.
Los Angeles, 14 de enero de 2010
Mundo de ciegos
Lograr quisiera un día
la bienaventuranza de los ciegos,
su independiente vínculo a las formas,
su abandono sereno.
Crear mi propio mundo, a mi capricho,
sin colores, sin luz, y sin espejos;
noche absoluta, donde las estrellas
permanecen dormidas; un misterio
descifrable tan sólo por las formas
que el tacto va leyendo;
por los aromas, generando flores
inmarcesibles; por el movimiento
del agua rumorosa, en surtidores,
que se desploma y huye entre los dedos;
un mundo de sonidos más variados,
mucho más perceptibles, hervidero
de notas, cantos, ráfagas, rumores,
que me ciñen en intimo aleteo.
Y la palabra. La palabra oída,
sin filtro en la mirada o en los gestos,
que desvirtúan el sentido puro
de cada pensamiento.
Y el tacto, esa visión quizá imperfecta,
mas elaboradora de lo bello,
pintor de diez pinceles
que ignora imprecisiones y defectos.
El tacto ve la piel, y la enaltece,
y ve mejor el alma quien es ciego.
Crear mi propio mundo, a mi capricho…,
mas, ay, sin ver tu rostro sobre el lecho.
Los Angeles, 17 de enero de 2010
Arrastro un hilo
Arrastro un hilo inmensamente largo
que no logró quebrarse con el tiempo,
pese a desafiantes tiranteces.
Compacto nudo atrapa mi recuerdo,
como grillete de oro,
conectado a mi afecto.
Si las adversidades me inducían
una vez y otra vez a deshacerlo,
intacto lo mantuve,
e intacto lo mantengo.
No se renuncia a los valores vivos,
ni se arrojan las perlas a los cerdos.
Mi nudo permanece, aunque haya sido
desvinculado el nudo al otro extremo.
Podría desatarlo,
o cortarlo de un tajo, si mis dedos
(nudo gordiano a estilo de Alejandro)
no acertaran a hacerlo.
Mas perdería irremediablemente
lo mejor de mi vida, cada gesto
que en ella percibí, cada vivencia,
cada imagen, o júbilo, o concepto,
que aún pueblan los parajes más recónditos
desde la mente al corazón y al sexo.
Si ella deshizo el suyo, se hizo causa
de su empobrecimiento.
La renuncia a un pasado, breve o largo
pone de manifiesto
más carencias y más limitaciones
que el revés provocado, aunque sangriento.
Pierde más quien se aleja, lo ha perdido
con anterioridad, es el entierro
del alma que amó un día,
y que por fin se ha muerto.
Quien es abandonado sobrevive,
ciertamente en dolor y en desespero,
porque le grita el alma
con más clamor que en otro día el cuerpo.
Quien se va plantará nuevos rosales,
desprendido del hilo de otro tiempo,
y olvidará, que es pérdida,
y cargará a la espalda un mausoleo.
Yo seguiré arrastrando este hilo aciago,
cometa arrebatada por el viento,
sin saber dónde va, pero consciente
de cuanto fue, dentro de mí, muy dentro.
Los Angeles, 17 de enero de 2010
Lejano el mar
Lejano el mar me llama, me dialoga,
su rumor son palabras, y respondo.
Tiene inflexión de amigo en confidencia,
mitad arcángel y mitad demonio,
con el candor extático del uno,
y la sutil perversidad del otro.
Le dejo hablar, apenas interrumpo
la magia de su voz, casi monólogo.
He estado en él, inmerso, tantas veces,
en abrazo desnudo; su retozo
dejándome caer, como una novia
brindando su oquedad, o sobre el lomo
de su oleaje blanquiazul, yo mismo
sintiéndome una oferta a los antojos
de dioses invisibles que entre nubes
traman ardid de festival erótico.
Le escucho, es recital, canción, murmullo,
franca revelación, luz y alborozo.
Desde lejos se expresa
como si me tocara sobre el hombro,
con la afabilidad, con el donaire,
de quien está presente, aunque remoto.
Se arrastrará a mis pies, blanca sonrisa,
si avanzo por la playa; si, coloso,
guerrea anárquico al acantilado,
su voz me llega no como alboroto,
mas como aire gentil, insinuante,
como el amigo que me ofrece apoyo.
Lenguaje tal, para otros irascible,
es para mí caricia sobre el rostro.
Llevo una caracola en mis viajes
para escucharle siempre, melancólico
de no alcanzar a veces su contacto,
su aroma y su regusto salitroso.
Me habla en la íntima voz de los amantes,
como yendo a mi lado, codo a codo.
Lejano el mar me llama, me dialoga,
su rumor son palabras, y respondo.
Los Angeles, 18 de enero de 2010
Proyecciones
Yo pensé que me amaba; lo indicaban
sus palabras de sedas y disparos,
su mirada insondable,
la exquisita destreza de sus manos,
fluyendo amor del fondo del espíritu,
y en la sima del sexo descargando.
Yo pensé que la amaba; ni el recelo
ceñía en torno a mí su amargo abrazo,
ni el ensueño admitía incertidumbres,
primavera de cielo azul, diáfano.
Y ahora sé, más que nunca,
que no era hipótesis con pies de barro,
no era sólo creencia o conjetura,
era sólida fe esculpida en mármol.
Dos convicciones, dogmas, evidencias,
hasta rasgar la noche hostil relámpago.
La certeza en mí mismo
no se resquebrajó, fue como antaño.
Los golpes no amortajan los amores,
los resquebrajan cuando son precarios.
Pero su amor… , que yo juzgué tan firme,
a prueba de seísmos y naufragios,
era un espejo de mi propia mente,
un reflejo no más de mi arrebato.
En ella proyecté mis abundancias,
lleno el suyo, si lleno era mi cántaro,
efervescente, si exaltado el mío,
penetrante, si el mío apasionado.
Mas sólo conocía mis acordes,
mientras era su ritmo imaginario.
Lo que fue mi castillo aún está erguido,
y el que le atribuí, desvencijado.
Soy el amor que galopó la estepa,
y aunque hoy camina, avanza paso a paso.
Los Angeles, 18 de enero de 2010
Para mí solo canto
Puedo cantar porque la brisa es pura,
la luz deslumbradora,
el mar, amplia sonrisa
reiterada en la arena, y las farolas
aletargadas en el sueño diurno
como gatos dormidos a la sombra.
El viento es aspereza, y me enmudece,
la lluvia es añoranza melancólica,
me despierta lamentos, elegías,
y en voz baja mis quejas se desdoblan.
Quisiera cabalgar sobre las nubes,
corceles de algodón, cuando se agolpan
al vértice del día,
recorrer la sangrienta trayectoria
de su explosión crepuscular, rodando
hacia la línea horizontal remota
donde nace la noche,
y en el silencio oscuro ser rapsoda
recitando mis versos para nadie,
para mí solo, en soledad sonora.
¿A quién importa lo que pienso o digo?
¿Quién mira mi reloj hora tras hora
inquiriendo detalles de mi vida,
cómo brotan o cuándo caen mis hojas?
Árbol enhiesto soy, nadie me trepa,
nadie se aloja en mí, nadie me poda.
Canto al mar y a la luz, canto a la brisa,
si alguien me escucha súmese a mi estrofa.
Los Angeles, 18 de enero de 2010
Día vendrá
“Quand vous serez bien vieille, au soir, à la chandelle,
assise auprès du feu, dévidant et filant…”
(Pierre de Ronsard)
Recordarás un día, aunque ya tarde,
tus blandos alaridos
una mañana clara
sobre lecho que nunca fuera mío;
ambos llevando al dedo
incompatibles, pálidos anillos,
sin el destello de los viejos tiempos,
cuando significaban compromiso.
Trocados en costumbre irrelevante,
carecían de símbolo.
Era tu lecho, yo era el invitado
que no halló entre las sábanas vestigios
de su condueño, ausente.
Eras más que un capricho,
más que una golondrina de verano,
eras ya íntima parte de mí mismo.
El tibio sol de abril se nos filtraba
por la ventana abierta, y un idílico
aroma de jazmines se enredaba,
saltando del balcón, en los visillos.
A través de los años y países
mucho he jugado, pero no vivido;
se juega a flor de piel, pero se vive
sólo en ese rincón en que el instinto
se abraza al vértigo y al sentimiento
en imperecedero remolino.
Una vez lo viví, y aún hoy perdura,
aunque tal vez no digas tú lo mismo.
Pero entonces rompías en sollozos,
de entusiasmo al llegar, mas de cuchillos
rasgándote la entraña,
al final del capítulo.
Aquel día abrileño,
sintetizando en pocas horas siglos,
unciendo juventud y primavera
y acelerando impulsos y latidos,
me adentraba en ti misma, intermitente,
reproduciendo el ciclo
de lentísimo avance
en un ‘te amo’ suavísimo,
y de repliegue súbito,
una vez y otra vez, al estallido.
Día vendrá en que volverás el rostro
a aquellos días. Granarán los trigos,
o nacerán las rosas, o los álamos
perderán su ropaje en el silbido
de un viento gris, o llamará la nieve
queda, muy quedamente a tu postigo.
Tal vez sentada al fuego,
entre tus manos uno de mis libros,
y te dirás nostálgica:
‘Cuánto me amó’. Mas ya no podré oirlo.
Los Angeles, 18 de enero de 2010
Sigue lloviendo
Sigue lloviendo. El viento
zarandea la encina gigantesca
frente a mi casa; el patio
se cubre de bellotas, y de huellas
diminutas, verdosas, que el cemento
absorbe y adjudica permanencia.
La luz se duerme, turbia,
en la calle desierta,
y el humo intenta erguirse
en fuga azul de cada chimenea.
Es un día de invierno,
es una tarde de esas
invitadoras a encerrarse en casa,
tenderse junto al fuego, abrir las puertas
de la imaginación y los sentidos,
un café y un coñac, y una colmena
de travesuras en febril zumbido,
elaborando miel entre las piernas.
No has pasado de largo, te has quedado
en transparente oferta.
Danzan las llamas sobre el tronco ardiente,
cuya vivaz crepitación no es queja,
mas ruego en balbuceo
hacia una nueva pira, toda nuestra,
sin preguntas, ni fines, ni proyectos,
sin calendario ni reloj. Me quema
tanta urgencia de ti, tantos violines
sobre tu piel, tensándose las cuerdas,
y en mi piel atabales africanos
despertando leopardos y panteras.
La desnudez es libertad; libremos
carne y espíritu de tal manera
que ambos fluyan, fluyamos como ríos,
brisa que abraza, claridad que anega.
Eres red y me envuelves, y me atrapas,
soy altar y soy víctima en ofrenda.
Apaguemos el tiempo, llueva el tacto
sobre nosotros como llueve fuera.
Los Angeles, 19 de enero de 2010