Breverías
2341
No intentes mejorar lo que has escrito.
Esas palabras, diminuto instante
de la vida que fluye, de tu vida,
tienen valores fijos, de granito,
que nada o nadie cambiará; constante
por el tiempo pasado protegida.
Se vivió, se escribió, murió el momento.
Déjalo estar, e inicia otro fragmento.
2342
La vida que alcancé, dulce y sumisa,
como virgen envuelta en su melena,
blanda mirada, tímida sonrisa,
se escurre entre mis dedos como arena,
como agua temblorosa, como brisa,
y todo mi armazón se desordena.
Tendré que levantar otra estructura,
o aislarme tras hermética armadura.
2343
He practicado arcanos ejercicios,
visitado ciudades legendarias,
recorrido caminos subrepticios,
bebido de ánforas imaginarias,
y recibido férvidos servicios
de utópicas amantes solitarias.
¿Y por qué, al contemplarte, me pregunto,
no supe llegar antes a este punto?
2344
Pasa la vida, anárquica avalancha
de tristezas, estrépitos, sudores,
de pasiones fingidas, o en revancha,
superando a los gozos los dolores;
y mi efusivo corazón se ensancha,
siempre a la espera de épocas mejores.
Y llegarán, trayéndonos, sin duda,
un libro a par de una mujer desnuda.
2345
Tuyo fue el núcleo de mi memoria,
pero se ha colapsado su estructura,
y el bulldozer del tiempo lo destruye.
En cada introspección indagatoria,
hallo lagunas, se me desfigura
tu propio mapa, y mi visión se obstruye.
Tan pocos rasgos ya de ti percibo,
que consulto tu nombre si lo escribo.
Sonetos
2450 - Su sombra (I)
Era su sombra esbozo irrelevante
mientras conmigo andaba de la mano,
como la última tecla del piano,
siempre al acecho, endémica aspirante.
Ya importuna, marchando por delante
con predisposición al primer plano,
o en dócil sumisión de provinciano
siguiéndonos el paso, vacilante.
Nunca presté atención a su presencia;
era sólo una sombra, y su existencia,
si pertinaz, no me quitaba el sueño.
Pero al quedarme solo, aparecía
en público y privado, y me seguía
como cachorro en busca de su dueño.
Los Angeles, 11 de septiembre de 2010
2451 - Su sombra (II)
Como cachorro cuyo dueño huyera
dejándolo a su suerte, abandonado,
quebrando un vínculo que fue pactado,
aunque ni a firma o sello se asintiera.
Ella partió una tarde, en primavera,
cuando se abren las rosas, y embriagado
de fragancia y color, en el terrado
sestea el aire en placida ceguera..
Yo no logré dormir. Lo había hecho,
en paz o turbulencia, ya en su lecho,
ya en la playa, en el campo, en mi automóvil.
Mas ahora, en soledad, me vi perdido.
Sólo su sombra se me unió, y sin ruido
tendióse a mi costado, afable, inmóvil.
Los Angeles, 12 de septiembre de 2010
2452 - Enmascarada
Me dibujaba un beso en la mejilla,
pero en sus ojos reventaba el trueno.
Llámese tempestad o desenfreno,
lo gestaba en su entraña. Era la orilla
de sensual precipicio, la cerilla
próxima al polvorín; era el terreno
que uno desea recorrer de lleno,
era frente a mi lancha una flotilla.
Todo bajo barniz o camuflaje
de retraimiento. Su índole salvaje
saltaba casi a flor de su mirada.
Un beso le ofrecí, voluptuoso;
abdicó del disfraz, y en sudoroso
cuerpo a cuerpo quedóse arponeada.
Los Angeles, 12 de septiembre de 2010
2453 - Renaciendo a diario
Se extingue la canción, se apaga el día,
la noche enciende su papel de estrellas
y escribe en rasgos negros las querellas
del amante que espera todavía.
Enciende la mañana algarabía
de rumores, fragancias y doncellas
poblándonos la piel, mas en las huellas
que imprimiera el ayer no hay alegría.
El gozo arranca de esta nueva aurora,
es el recién nacido que avizora
lo que despertará, no lo dormido.
El amante que espera, ya no vive.
Es cadáver rodando en el declive
de una vida fantasma, sin sentido.
Los Angeles, 13 de septiembre de 2010
2454 - Introspección
Tiempos nublados me hacen sordo y ciego.
Si atraviesan la piel, como estocada
del recuerdo insistente, marginada
dejo la vida, y a la muerte llego.
No olvido lo que fue, ni lo reniego,
ni tampoco agonizo en retirada.
Con el alma en sí misma amurallada,
mis sentidos renuncian a su juego.
Solo, y dentro de mí, se empequeñece
cada error cometido, y enmudece
cada invectiva hostil de lengua ajena.
Me analizo a mí mismo, en mi penumbra,
retirado de un mundo que acostumbra
a inflar los egos, y nos desordena.
Los Angeles, 14 de septiembre de 2010
2455 - Solitario
En vecindario de extranjeros vivo.
No por ser a sus ojos emigrante,
que cada hombre lo es, nave distante
de puerto que fue suyo, o adoptivo.
Soy, como tantos otros, fugitivo
de muchas cosas, de este mismo instante
que dejo atrás, de cada susurrante
voz o canción, de cada piel que olvido.
Si cuantos me rodean son extraños,
pese a la cercanía, o a los años,
o a cualquier realidad que nos conecta;
es porque, al fondo, cuanto nos anuda
es tan circunstancial que no desnuda
ni alma ni mente en conexión directa.
Los Angeles, 15 de septiembre de 2010
2456 - Mi mar
Me llama el mar, el que aprendió en estruendo
mi propio nombre, que ella repetía.
Eran tiempos de fe y galantería,
más relevantes si se van perdiendo.
Era mi mar, siempre lo fue. No entiendo
el rumor de otros mares, su bravía
protesta en el rompiente, su energía,
que en blanquiazul derrota va muriendo.
Mi mar también es fuerte, pero canta
contra el acantilado, y se levanta
no con furia, con júbilo, con brío.
Su espuma, desbordándose en la roca,
es la sonrisa de infinita boca
que me llama otra vez. Por eso es mío.
Los Angeles, 15 de septiembre de 2010
Poemas
Caminando
Hace ya algunos años que he muerto. Mi camino
se entrecruzó en el tuyo, bifurcación inversa,
de dos nació uno solo, cuyo exacto destino
fuera transitar juntos, un alma en otra inmersa.
Por el itinerario, más que por la llegada.
¿Qué importa que haya meta? Lo esencial es andar,
de la mano, sintiendo la piel galvanizada.
¿Para qué las veredas de ver y bostezar?
Iba contigo. El aire rompía en primaveras,
era mayo perenne, no importa de qué mes,
y las mejores horas de tardes domingueras,
aunque ayer fuera lunes, o miércoles después.
No palpitaba el ritmo del tiempo en los relojes,
sólo el tictac del pulso navegando en las venas;
ni era importante dónde cada noche te alojes,
sino quién te acompañe, con quién te desmelenas.
Tú y yo nos avinimos, y vagabundeamos,
poseímos el mundo, o prescindimos de él
por entender que el falso glamour de sus reclamos
era vistoso ramo de rosas de papel.
Mas al fin los caminos que se habían unido
lentamente iniciaron nueva bifurcación.
El tuyo hacia una vida de nuevo colorido,
el mío hacia una sombra de incomunicación.
Te asignaste una meta, si fascinante, incierta,
la mera trashumancia se te hizo insuficiente.
Caminarás soñando con encontrar la puerta
de unos Campos Elíseos que sólo hay en tu mente.
Yo he dejado hace tiempo de caminar. La vida
no es para quien va solo; para éste es la penumbra,
y en ella estoy inmerso, con el alma dormida,
que ni al paso se atreve ni a la luz se acostumbra.
Los Angeles, 14 de septiembre de 2010