Breverías
2481
Hay mucho, mucho más de lo que digo,
detrás de mi palabra. Se me entiende
tan sólo a medias. ¿Quién será testigo
del calor, de la luz que se me enciende
cuando a labios o letras me prodigo?
¿Hasta qué punto mi emoción trasciende?
La voz que oyes o lees es penumbra
de esa luz interior que me deslumbra.
2482
Es piel este papel sobre el que escribo.
Tu propia piel, que se me dio en arrullo
de palomas en celo.
Al releer lo escrito, te percibo
en toda tu verdad, como murmullo
de arcángeles en trémulo revuelo.
2483
No miras ya desde el albor del beso
que apremiaba mis íntimas urgencias.
Hoy miras de barniz, de cal y yeso,
exhaustas de ilusión tus experiencias.
2484
Llévame por las calles ignoradas
que ya las multitudes no utilizan;
a las cafeterías olvidadas,
donde tiempo y silencio se eternizan;
por las zonas sin luz, deshabitadas,
por donde los amantes se deslizan
como sombras de un sueño. Que mi aliento
se enmarañe en la clave de tu intento.
2485
Me es imposible mantener los ojos
en extensa irrupción de tus retinas,
pues no acierto a quebrar su primer plano.
Antes llegaba al alma, a sus enojos,
sus éxtasis y angustias, sin cortinas;
era diafanidad lo más arcano.
Hoy te observo y no alcanzo a conocerte;
hoy te miro sin verte.
Sonetos
2641 - Patria gradual
No donde estoy; adonde me dirijo
es la patria adoptiva que me llama.
Sobre mí, cegadora, se derrama
catarata de luz, y es lo que elijo.
Ni opción requiero ni razón exijo;
venga lo que viniere, nieve o llama,
en espontaneidad, bajo programa,
teñido de dolor o regocijo.
Acepto el porvenir, el inmediato,
con sus dosis de calma y de arrebato,
de rosas blancas y ásperos abrojos.
Cuanto surge a la vuelta de la esquina
es la patria gradual que se avecina,
dorado galeón frente a los ojos.
Cantabria, 18 de mayo de 2011
2642 - Ruptura
Se me quebró (¿no es siempre de repente?)
el ánfora de Sèvres. Sobre el suelo,
tropel de alondras en frustrado vuelo,
cada fragmento es tulipán yacente.
Fatal rompecabezas, que el tridente
de vengativo dios de alma de hielo
desbarató; yo airado me rebelo
contra atropello tan malevolente.
No lo recompondré pieza por pieza.
Fue lo que fue; su singular belleza
quedaría en parodia, restaurada.
Quédese en mí en su estado primitivo.
Ánfora tú, perenne, y yo cautivo,
cual si no hubiera sucedido nada.
Cantabria, 18 de mayo de 2011
2643 - Agonía del verso
Era ciego. Sus ojos de poeta
le hablaban del clavel que no veía.
Sediento estaba, y pertinaz bebía,
en fuentes de oro, azules de violeta.
Sin bola de cristal, sin ser profeta,
optaba a lo ulterior, lo percibía.
Operaba un taller de alfarería
dentro de sí; la creación, su meta.
Subsistía hacia dentro, idea y llama,
plenitud de visión que se derrama
gentil, o en borbotones, hacia fuera.
Y llegó una mujer que, audaz, desnuda,
su recóndita orquesta dejó muda,
agostando su intensa primavera.
Cantabria, 19 de mayo de 2011
2644 - Sin palabras
Callado era su amor, y lo era el mío.
Es sombra la palabra; yo prefiero
tenderme al sol, al pie del limonero,
y escuchar el silencio, tan vacío.
Ella me habla sin voz, y le sonrío
desde el hueco del alma en que la quiero.
Desconozco coloquio más sincero,
coyuntura más lejos del hastío.
Y hablamos boca a boca. Cada beso,
sepulcro de vocablos, retroceso
de voz inane, mas troquel de ideas.
Convérsame sin tregua de este modo,
que intuyo cada enigma, entiendo todo,
mientras en mi interior relampagueas.
Cantabria, 19 de mayo de 2011
2645 - Se me abrasan los ojos
Se me abrasan los ojos de mirarte,
mas insisto en mi sed, y no los cierro.
Amante soy de mansedumbre y hierro,
temblor de Venus y vigor de Marte.
Te miro idea a idea, parte a parte,
penetro tu cerebro, desentierro
cada resto vital, y me destierro
a tu espacio interior. Eso es amarte.
Se me ha agotado el mundo. Ni la rosa
respira ya; la tarde está lluviosa,
palidece la luz, no canta el río.
Yo te contemplo absorto, fascinado,
con esta herida abierta en mi costado;
y aunque sangro por ti, también sonrío.
Cantabria, 20 de mayo de 2011
Poemas
Tú, poeta
Tú, poeta de fuego, aunque lo ignoras,
hombre de noches blancas, días grises,
oyente de palabras escondidas
sólo a almas en silencio perceptibles.
Tú, cazador de sombras, de misterios,
que nadas con los cisnes,
y hablas en voz alterna
de rosas blancas y ásperos fusiles.
Mente cuajada de murales vivos
de rameras y vírgenes,
alondras y cornejas,
tambores y violines.
Desconoces el numen que te habita,
oculto en la nostalgia que te aflige,
en la sensualidad que te desborda,
en el temblor del brazo que te ciñe.
Se te espera, rapsoda de caminos
que aún no conoces; el poder del tigre
agazapado en tu interior, despierta
con un rugido que te apremia: ¡Escribe!
Lleva tu canto de palabras nuevas
de la choza al castillo. No limites,
ni ignores, el caudal que te rebosa,
que eres poeta. Suenen tus clarines
en la estepa, en la plaza, en las callejas,
ábrete en vivo, sangren tus raíces,
tiñendo en rojo ideas encendidas,
revela los enigmas de tu esfinge.
No te llames poeta, pero ejerce,
que tu silencio se hace inadmisible.
Cantabria, 15 de mayo de 2011
Tanto aprendí de ti
Tanto aprendí de ti, como si hubiera
estudiado la historia de los besos,
el mapa de los júbilos desnudos,
cada pliegue y sudor de cada lecho.
Eres mujer de miembros extendidos,
cripta sin llave, Kamasutra abierto;
piel de espontaneidad, no de sistemas,
de sugerencia, de consentimiento.
Te bebí, me bebiste, vino rojo
ensangrentando músculo y cerebro.
Tú en pleno mediodía, yo al ocaso,
estallido y murmullo, pero a tiempo.
Yo, espigador de campos de sentido,
cosecha recogí de sentimiento,
sembradora de azules, de cristales,
etérea y transparente, como el sueño.
Sin enseñarme nada, aprendí todo,
toda tú, letra, música y acentos,
lo pensado, lo dicho, lo tangible,
desenvoltura, melodía y verso.
Qué labranza de impulsos,
qué arsenal de conceptos,
tu sensibilidad reproducía
en los confines lúbricos del cuerpo.
Mi voluptuosidad recién nacía
en fervor de relámpagos y truenos.
Ah, la ciencia del bien y el mal, uncida
a nuestro afán, sin tú ni yo saberlo.
Cantabria, 16 de mayo de 2011
Ya no eres mía
Te he puesto en libertad, ya no eres mía;
en cautiverio seguirá mi exilio,
mas no tú, cuyo límite es el viento,
la nube gris, el marco del sonido.
Alas siempre tuviste,
no te las recorté. Tienes el grito
que nunca sofoqué, ni lo intentaba,
clamor rodando en geografía y siglos.
¿Quién era yo para acallar tu canto,
la expresión de tu espíritu, el latido
y el ansia de vivir que te definen?
Ni quise ni podría; tú, castillo
afincado en el cerro, inconmovible,
carácter, si entrañable, rectilíneo.
Hoy libre vuelas, águila y alondra,
altivez y dulzura, sin caminos,
tuyo todo el espacio,
dueña de tu destino.
Yo te veré pasar. Tal vez perciba
tu canto entre la fronda, o el prodigio
del alto vuelo, terso, silencioso,
contra un fondo de azules encendidos.
Recordaré la suave contextura
de tus alas; y el páramo en que habito
verá cruzar tu sombra por la parda
tierra desierta, ajena a los sonidos
y advertirá mi decepción de amante
al que ahora llamas solamente amigo.
Cantabria, 17 de mayo de 2011