Breverías
2536
No pretendo curarme del fracaso
de haber perdido cuanto amé en su día.
No se quiebra el amor, sino el amante.
Por la vida brindé, y se rompió el vaso;
pero aquella lejana melodía
sigue vibrando en mí, tan desbordante.
2537
Cada noche morimos,
pero al amanecer resucitamos.
¿Quién le teme a la muerte,
si al llegar, descubrimos
una noche más larga en la que entramos,
aunque en esta ocasión nadie despierte?
2538
Siempre te vi escultura que Fidias cincelara,
mas desde hace algún tiempo te veo tal cual eres,
a nivel de la tierra, como si te nombrara
divinidad, y al punto, una entre las mujeres.
Tal vez logró encumbrarte mi numen creativo,
y fijó al fin tu grado mi condición humana.
Ay, que has venido a menos, con causa o sin motivo,
y no eres ya la antigua, mágica filigrana.
2539
Te diré la verdad, que he rebasado
la edad del dramatismo, cuando el hombre
decora sus palabras banalmente.
Quien no hable la verdad, quede callado.
Y si a lo teatral firma su nombre,
acepte distinción de impertinente.
2540
Me dialogas si lees lo que he escrito,
percibes la caricia de mi aliento,
captas las inflexiones del acento
que a cada verso dejo circunscrito.
Mis poemas respiran, tienen vida,
hijos son de mi mente y de mi entraña;
quien sabe interpretarlos, me acompaña,
su propia alma a la mía entretejida.
Sonetos
2707 - Agosto, septiembre
Septiembre arrastra fechas azarosas
engendradas en noches, piel y mente,
de un agosto sensual, independiente,
con rumbo de zigzag de mariposas.
Agosto es mar de noches borrascosas,
tras días de crepúsculo indolente,
en que uno vuelve a ser adolescente,
esta vez cortejando a otras esposas,
o éstas rompiendo moldes contractuales,
reavivando entre todos los rituales
de la pasión, que el tiempo ha desgastado.
Septiembre no es el vértigo, es sereno,
restaurador del orden, dique y freno,
todo volviendo al ritmo estipulado.
Los Angeles, 6 de septiembre de 2011
2708 - A tu lado una piel
Es ella, la sin alma, la distante,
tendida junto a ti, yerma, vacía,
espuma de ola, si sedosa, fría,
que devalúa el título de amante.
Porque amante es quien ama, quien galante
corteja, y vibra, y sufre cada día
ya en sensibilidad, ya en agonía,
mas no la cortesana cimbreante.
A tu lado una piel, de viento henchida,
se acomoda a tus formas. Tiene vida
mecánica, surgida del instinto.
Su diálogo se nutre de simplezas,
por eso es que la gozas y bostezas,
pensando merecer algo distinto.
Los Angeles, 7 de septiembre de 2011
2709 - Doble amante
Me hablas con resonancia de castillo
desde la altura de tu mente alada,
y al percibir la fiera llamarada
dentro de ti, en tu desnudez me ovillo.
Te hago el amor. Me encierra el doble anillo
de tus brazos y muslos; delicada
y voraz a la vez, dices callada
cuanto quiero escuchar, y eres rodillo
laminando las ansias de mi celo
con tan blanda opresión de terciopelo
que más me atrapa cuanto más audaz.
Doble amante, de espíritu y sentido,
eres casi mi nombre y apellido,
ajena a bagatelas o disfraz.
Los Angeles, 7 de septiembre de 2011
2710 - Por el puerto
De noche eres más bella, por el puerto,
tu reflejo en el agua aletargada,
con estrellas al fondo, camarada
de cielo, mar y tierra al descubierto.
Las farolas ensayan su concierto
de amarillentas luces en la rada,
y te escoltan, hundidas a plomada,
a ambos lados de ti. Dormido o muerto,
el poblado está inmóvil, la avenida,
sombra y silencio en piedra, concurrida
sólo de robles, sauces, terebintos.
No hay otro ser humano en el paisaje.
Pero hablas con las cosas el lenguaje
de balandros, alondras y jacintos.
Los Angeles, 7 de septiembre de 2011
2711 - Partir y retornar
La nostalgia nos canta del regreso
con la voz elegíaca del ave
que va de puerto en puerto, mas su nave
de seda y oro es mítico suceso.
Partir y retornar en un proceso
que rara vez culmina, por muy suave
que el portazo haya sido, y que la llave
no fuera reintegrada. Es como el beso
lanzado hacia el balcón; no tiene vuelta.
Alianza vital que, si disuelta,
no se recompondrá. Fin de sendero.
Ánfora que se quiebra no recobra
la suntuosidad, y está de sobra
destructor en disfraz de curandero.
Los Angeles, 7 de septiembre de 2011
2712 - Un adorno
En las almohadas duerme la memoria
tal vez desvanecida de la mente;
sólo a un paso de ti, que ahora yacente,
juegas a otra batalla sin victoria.
Cada etapa en tu vida es transitoria,
gaviota en vuelo, prófugo torrente,
rosa abriéndose casi de repente,
todo sin pena, mas también sin gloria.
Vendrá la noche de orfandad, sin ruido,
y afable voz penetrará tu oído,
sin detectar persona en el entorno.
Te será familiar. ¿Una de tantas?
No recuerdas su nombre. Te levantas.
Tal vez, más que una vida, fue un adorno.
Los Angeles, 8 de septiembre de 2011
2713 - Sin luto
Detrás de mí, y en derredor, sorprendo,
pies descalzos, tu sombra. No hace ruido.
Tampoco me habla. Observo su vestido
de negra noche. ¿Me estaré muriendo?
El luto no se lleva en el atuendo,
sino bajo la piel, tan sumergido
que nadie advierta pena ni gemido.
¿Quién pone a su dolor cartel o estruendo?
Años atrás te dije: No ensombrezcas
la fecha en que me ausente, ni aparezcas
sino ataviada en tus mejores galas.
Piensa que huyo la jaula que ahora habito;
todo cuanto te amé, te queda escrito;
será el momento de extender mis alas.
Los Angeles, 8 de septiembre de 2011
Poemas
Relojes
Más que la hora nos dicen los relojes,
son crónica, advertencia, novedades;
nos siguen, nos persiguen, nos abruman,
con intenso, monótono mensaje.
Vuelven la vista atrás, aunque su oficio
es marcha pertinaz hacia delante.
Y nos hablan de heridas, de fracasos,
en sordas voces, ciegos ademanes.
Cuanto hemos enterrado, desentierran,
y lo ponen de nuevo a nuestro alcance.
Tan frías las agujas del recuerdo,
y tan crueles al rasgar la carne.
Archivan nuestras vidas en las ruedas
y ejes minúsculos de su engranaje,
bibliotecas vivientes,
cuyo tictac es pulso de su sangre.
Los miramos de paso, con premura,
para observar la mueca en su semblante,
pero ellos nos contemplan de continuo,
con el ojo de cíclope, tan grande,
desde su espacio en la pared, la cómoda,
la mesita de noche, o el estante.
Observan cada acción que perpetramos,
testigos oculares
de nuestros más extáticos momentos,
de nuestras horas grises, miserables.
Son espejos de vida, nos reflejan,
mas sólo cada cual verá su imagen;
todo cuanto aprendieron de nosotros,
documentado queda: Actividades,
conversaciones, pérdidas, encuentros;
archivan todo cuanto nos atañe,
pero no lo publican,
custodios de secretos, bajo llave,
que no prestan a extraños.
Les hablo en ocasiones, sin ambages,
siempre de paso, y breve, brevemente,
mas nunca les impido contemplarme.
Sé que ahí están, testigos de mi vida,
pero no me perturban, tan afables.
Los Angeles, 2 de septiembre de 2011