Breverías
2551
Sentado en el balcón. Las nubes flotan
en mar azul sin playas ni mareas.
De sus contornos lentamente brotan
quiméricos perfiles. Mis ideas
cabalgan a su encuentro, y las revisten
de mágicas historias, generando
prodigiosas escenas, que consisten
sólo de sueños que me voy soñando.
2552
La tierra alza su pecho cuando oprime
tu leve pie la senda que anduvimos,
y una explosión de rosas y racimos
se agolpa al borde para verte. Dime:
Si volviéramos juntos, retrazando
la misma trayectoria en el presente,
¿qué colisión de mundos nuestro ambiente
soportaría, al vernos caminando?
2553
Las cosas no son ciegas, nos observan,
ni sordas, nos escuchan. Son vigías
de cuanto ocurre en derredor; preservan,
en arcanas memorias, compañías
que hemos tenido, y a la vez conservan
palabras, besos, gozos y agonías.
Suerte tenemos, al cambiar de amores,
de no escuchar sus ásperos clamores.
2554
Vienes cargada de interrogaciones,
abrumador bagaje que no intento
aliviar, ni admitir en mi parcela.
Te quiero en levedad, sin condiciones.
La fusión, el perfecto acoplamiento
dedicación requiere, no cautela.
2555
Jóvenes fuimos, y ávidos trazamos
diagramas y prólogos de besos,
ensayando en voz lúbrica reclamos,
calados de sudor hasta los huesos.
Y al consumarse, ineptos, principiantes,
olvidamos el mágico modelo,
y de repente fuimos caminantes
por sendas de oro, sin tocar el suelo.
Sonetos
2730 - Surtidor
La cita con el agua de la fuente,
sedosa y cantarina, me desquita
de la presión del día, y rehabilita
la claridad perdida de la mente.
Surtidor vertical, indiferente
a estatura y vigor, se precipita
sobre su propio impulso, y se limita
a destino fugaz y permanente.
Asta de lanza hacia el azul erguida,
disolviendo la punta en pretendida
rosa sobre sí misma deshojada.
En su lenguaje de cristal me exhorta
a no aspirar muy lejos. Lo que importa
será desmelenarse a la llegada.
Los Angeles, 3 de octubre de 2011
2731 - Dormidos los relojes
Me impregnaba con ella de la vida,
abismado en su fondo convulsivo.
El tiempo, tan trivial, tan fugitivo,
devino consistencia estremecida.
Dormidos los relojes, consumida
la hora final, el ímpetu festivo
cobró carácter de oleaje vivo,
marea azul de eternidad vestida.
En nuestro radical vocabulario,
perdió significado el arbitrario
sentido de orfandad, adiós, mañana.
Aquel intenso, inagotable instante,
sin umbral, sin ocaso, era el semblante
de nuestra propia infinitud humana.
Los Angeles, 3 de octubre de 2011
2732 - Cortesana
Detrás del pecho, una ciudad desierta,
barrida por los vientos, tenebrosa;
bajo el cabello, mente silenciosa,
si rutilante ayer, hoy casi muerta.
Miraba y no veía; tan alerta,
y a la vez tan dormida; tan hermosa,
y a la vez tan marchita, blanca rosa
deshojando su piel en cada oferta.
Y sólo el cascabel de su pericia
rodando al otorgar cada caricia
generaba un acento de alborozo;
más que sonrisa, complaciente mueca,
de quien percibe que en el alma hueca
sólo resuena el arpa del sollozo.
Los Angeles, 3 de octubre de 2011
2733 - ¿Qué habrá sido de ti?
¿Qué habrá sido de ti? Frívolos años
de juventud lejana, incompetente,
cuando el arroyo tórnase torrente,
canalizado a océanos extraños.
Creíamos saber. Los desengaños,
con su brutalidad ambivalente,
nos dieron experiencia, insuficiente,
pues no supimos reparar los daños.
Sostuvimos el mundo en nuestros hombros,
dejándolo caer. De los escombros,
nada salvamos ni aprendimos nada.
¿Qué habrá sido de ti, mujer vibrante,
de combustible piel, temple de amante,
que nunca logré ver sobre mi almohada?
Los Angeles, 3 de octubre de 2011
2734 - Tu nombre
El tiempo ha fracasado. No ha sabido
borrar tu nombre que, al leerlo intacto,
produce hoy en mi piel el mismo impacto
de honda voracidad, fiero estallido.
Yace en tu nombre tanto, aunque dormido,
que es casi tú, en espíritu y en tacto.
De él extraigo el acento, fiel y exacto,
que resonaba en mí, si proferido.
No perecen los entes inmortales;
sobreviven diluvios, vendavales,
cuanto logra fraguar naturaleza.
Y continúa el tuyo resonando
en mi entorno y en mí, rítmico, blando,
como antes de arroparte la tibieza.
Los Angeles, 3 de octubre de 2011
2735 - Al fondo del espejo
Estábamos al fondo del espejo,
frente a tu lecho en orden todavía,
menestrales de tosca alfarería
a cuatro manos sobre audaz bosquejo.
Mis ojos sobre ti y sobre el reflejo,
alternativamente, picardía
de cuarteto de amantes en orgía
sensual-sentimental, nupcial festejo.
Casi celoso de mí mismo al verte
entre brazos de un yo que se convierte
en mi propio, fatídico adversario.
Prófugos del cristal, sobre la cama,
solos tú y yo. Mi amor se te encarama,
hiedra sutil, con ímpetu incendiario.
Los Angeles, 4 de octubre de 2011
2736 - Preguntas
Tus hijos, que la vida no hizo míos,
tus brazos, mi heredad sólo entre amantes,
tus ideas, si un tiempo refrescantes,
hoy ya no más que cántaros vacíos.
Tus instintos, estrépitos bravíos
de músculos en cursos desbordantes,
tu espíritu, que vi de alas gigantes,
volando sobre opacos amoríos.
¿Te vería tal vez desde mi sueño,
que tiende a enaltecer lo más pequeño,
dorar las sombras, conjurar visiones?
¿O te vi tal cual eras, mas el paso
del tiempo fue llevándote a un ocaso
limitador de todas mis opciones?
Los Angeles, 4 de octubre de 2011
2737 - Surges de las tinieblas
Surges de las tinieblas. De repente
se hace la luz en mi universo helado,
Génesis que aparece renovado.
Va la señal de amor sobre tu frente.
Va la señal de amor, iridiscente,
sobre la mía, como quien ha amado
toda una eternidad, mas no ha encontrado
digna pareja, de alma equivalente.
Te adentras en la esfera de mis sueños
con fuerza arrolladora. Somos dueños
de este mundo recién constituido.
Estamos solos, réplica certera
de Eva y Adán. Mi pulso se acelera
en tu contemplación, fruto prohibido.
Los Angeles, 4 de octubre de 2011