Breverías
2766
Cuando se rompe el alma hay un invierno
bajo la piel, y sombras dentro y fuera,
y la lluvia en el rostro es gris y fría.
Y nos lo imaginamos tan eterno
como nuestra dorada primavera,
antes de disiparse, parecía.
Olvidamos que gozos y aflicciones
vienen y van, fugaces estaciones.
2767
Sea cada poema que haya escrito
cálido arrullo, mano en la mejilla,
soplo de aire ondulándote el cabello.
Cada uno el arabesco favorito
con que adornas la mente, la semilla
que en ti germina, y en tu fe, mi sello.
2768
Dormir en ti, cuando dormir contigo
ni el tiempo ni el lugar lo facilitan.
Saber que has superado ya al amigo,
y tus entrañas por amor me gritan.
Saber que en ellas tengo mi poblado,
mi hogar, mi alcoba, y me hablas en retozos.
Y que un día, desnudo a tu costado,
se abrazarán tus gozos a mis gozos.
2769
El masoquista que en nosotros vive
se encadena a su propio sufrimiento,
sin querer detenerse en el declive
por el que rueda en pánico y lamento.
Es el fin, se repite, no hay salida;
y experimenta cierta complacencia
dentro de su miseria dolorida,
incapaz de iniciar la resistencia.
No entiende que placeres y pesares
son brisas, nada más, en los pinares.
2770
Duele dejar atrás a la persona
que tanto hemos amado;
pero así es el amor, así es la vida.
Si un castillo en azul se desmorona,
tal vez fuera precariamente alzado,
tal vez no sangrará tanto la herida.
Final de un ciclo no es final de todo.
Es tan sólo un principio de otro modo.
Poemas
Humo gris azulado
Miro al atardecer tu chimenea
exhalando la tenue bocanada
de humo gris azulado,
irguiéndose en sedosa filigrana.
Es mensaje del fuego,
pero con más benevolencia me habla.
En torno al leño, en el hogar, crepitan,
se cimbrean las llamas,
fiero abrazo de amantes,
que tal vez en la alfombra se entrelazan.
El humo no lo cuenta, lo traduce
a tímidas, ingrávidas palabras,
ascendiendo en el aire, diminutas,
sobre sus tenues, invisibles alas.
Pero yo, que comprendo ese lenguaje,
lo revierto a su túnica dorada,
desnudándolo luego,
y en su versión original me abrasa.
Yo estuve allí en un tiempo no lejano,
y eran golpes de lanza,
y surtidores de oro,
reventando de gozo en tus entrañas.
Yo entonces sólo dialogaba en fuego,
no sabía del humo, de su danza
sutil sobre la piel de los tejados,
que hoy interpreto a golpes de nostalgia.
Me voy. El hilo de humo se retuerce
cantando el testimonio de la estancia.
Él es neutral, sedoso mensajero,
y entiendo su noticia, pero hay lágrimas
pugnando por brotar en mis cristales,
mientras me alejo, errático fantasma
que nadie reconoce,
ni deja huellas, ni eco en sus pisadas.
Los Angeles, 3 de agosto de 2012
Tus hermanas, las cosas
Vas por la vida y pisas la caricia
que te brinda la tierra,
como si no entrañara relevancia;
de idéntica manera
que avanza el aldeano por sus campos
sin percibir la agonizante queja
que, bajo el peso de sus burdas botas,
exhalan las violetas.
¿Por qué tal desapego?
¿Por qué vas, arrogante carabela,
indiferente al mar que te sostiene,
y al viento que te impele con su fuerza,
si eres sólo molécula integrante
de un todo a quien adeudas dependencia?
Todas las cosas, la montaña, el río,
las nubes, la arboleda,
y las otras, las menos presumidas,
el barro entorpeciéndote la senda,
el matorral, tan libre y descuidado,
el caserón sin puertas,
en todas late cierta etérea vida,
poseen todas una historia inédita,
y son hermanas tuyas,
que te saludan al pasar, tan quedas.
Escúchalas, que atisban
tu paso firme, el roce de tu seda,
la fragancia añadida ante el espejo,
y se hablan entre sí de tu presencia.
Contémplalas amable, con ternura,
como viejas amigas que se enredan
frente a tus ojos, a tus pies, y sienten,
aunque no las entiendas.
Sea leve tu pie, risueño el gesto,
y nunca, nunca ciega;
que sepan que las ves, y les sonríes,
que eres feliz sabiendo que te esperan.
Los Angeles, 3 de agosto de 2012
Amar, a todo fuego
Como si fuera de cristal me mira,
a través, y sin verme.
Es un punto lejano que lo llama,
sutil, como prendido en alfileres,
con la seguridad de que lo amamos,
y la inseguridad de si nos quiere.
Tal como yo la miro, aquí, a mi vera,
aun sabiéndola ausente.
El amor no es la calle
de doble dirección, donde las gentes
localizan su doble, y continúan
sincronizados, hoy y para siempre.
Es de un solo sentido, y la persona
que pretendes, tal vez no se detiene,
aunque te mire y hable,
porque tiene la mira más al frente.
Lo importante es amar, a todo fuego,
contra toda esperanza, sin repliegue.
¿Doloroso? No hay duda;
pero amor sin dolor es de juguete.
La certeza está sólo de tu parte,
sabes que amas, y cuánto. Tus deberes
están hechos y son indiscutibles.
La otra parte, ridícula o solemne,
será siempre un misterio,
pese a cuanto te afirma o te promete.
Un día se te irá, con cierta excusa;
pero si nunca estuvo ciertamente.
¿Recuerdas tus amores del pasado,
tan firmes, y absolutos, y perennes?
¿No se desintegraron con el tiempo?
El amor, como todo, nace y muere.
El tuyo morirá, mas mientras viva,
siéntelo intensamente,
cultívalo, aunque no te correspondan.
Él, o ella, se lo pierden.
Los Angeles, 3 de agosto de 2012
Voy de la mano
Voy de la mano de un pasado extraño
que no se ha producido todavía,
y le doy perspectivas de futuro.
Se considera barco a la deriva,
sin conocer su punto de destino,
ni entender por qué rutas se desliza.
Me brotaban amantes
entre tantas mujeres conocidas,
aunque ellas casi nunca lo supieron,
perdiéndose, sin besos ni caricias,
por silencios cobardes,
en tantos recovecos de la vida.
Hoy, al mirar atrás, veo y lamento
la palabra marchita,
abortada en su espléndida belleza
por absurdo vestigio de atrevida,
aun siendo ambicionada;
el gesto reprimido, que podría
haber sido enlazado
al gesto hermano oculto en la sonrisa;
la mágica elocuencia,
tan mal interpretada, en sus pupilas.
Aún a esta altura de mi edad, las veo
al acecho de cierta iniciativa
que nunca supe producir, y clamo
por regresar al punto de partida.
Restauro cada escena,
y la mente, hoy más hábil, rectifica
la inexperiencia o timidez de entonces,
y ellas lo aceptan casi todo, y vibran
en vínculo conmigo, suspirando
por tantos años de ilusión perdida.
Las sombras del pasado fugitivo
que no supe atrapar, hoy resucitan,
y van conmigo, absortas
en lo que pudo ser. Sólo germinan
tales rosas al fondo de la mente,
mas son casi reales; se respira
su fragancia, resaltan sus colores,
los pétalos, tan suaves, acarician.
Generación floral que ahora renace
con una sola, inevitable espina,
de tan largo paréntesis de tiempo
en que se me durmió la melodía.
Los Angeles, 5 de agosto de 2012
Entrada la mañana
Me desperté, ya entrada la mañana.
Era inmóvil tu sueño.
Me levanté en sigilo
para no despertarte, como un viento
que apenas logra cimbrear las hojas,
y así también, tan leve, te di un beso.
Hubo casi un esbozo de sonrisa,
aun estando tan lejos
de la vida real, y proseguiste
cabalgando por tu íntimo universo.
Preparé dos cafés en la cocina,
y humo y aroma fueron ascendiendo
más rápidos que yo, por la escalera.
Con tus ojos apenas entreabiertos,
te recibí en mi mundo,
sorteando la ropa sobre el suelo,
que en singular desorden
se hacía confesión de los portentos
del amor espontáneo,
con su mezcla de súplica y obsequio.
Y tendiendo los brazos, me dijiste:
‘Deja el café y abrázame un momento’.
Tan cálida, tan bella, tan desnuda
en el refugio acogedor del lecho.
La escarcha en la ventana
era cordial saludo del invierno.
Tú eras mi primavera y mi verano,
florida y tropical. Los arabescos
que sobre el mapa de tu piel trazaran
las puntas de mis dedos,
lúbricos, húmedos y transparentes,
eran imploración y ofrecimiento.
Se enfrían los cafés en la mesita;
no así tú y yo, en refriega cuerpo a cuerpo.
Los Angeles, 5 de agosto de 2012
Tengo sueños en venta
Tengo sueños en venta. ¿Quién los compra?
Los ofrecí gratuitos en el foro
de cada gran ciudad, remota aldea;
los de cristal, aupados a mis hombros,
siguiéndome descalzos los de arcilla,
los de oro y plata al fondo de mis ojos.
Sin detener el paso en sus andanzas,
los miraba el gentío, cauteloso
de cualquier altruísmo, sospechando
motivos camuflados en el fondo.
Los estrené en mis tiempos de esperanza,
proyectos de vivir fantasmagóricos
que no acertaron a cuajar, y aún nuevos,
los archivé en estuches de abandono.
Los contemplaba, a veces,
en mis tardes nostálgicas de otoño,
cuando suelen tener mayor vigencia,
tal vez por su carácter melancólico,
pero sin decidirme a liberarlos.
Aun así había un algo entre nosotros.
Fueron parte integral de mi engranaje,
mucho más que un adorno,
mucho más que un estilo;
mis propias alas, si tornara en cóndor.
Se me han hecho imposibles,
por eso es que los vendo. De algún modo
podría regalarlos, mas sería
desvalorización de mi tesoro.
Mi moneda de cambio es el suspiro
que nunca halló acogida, el alborozo
que jamás se produjo, el aislamiento
que descargó su atmósfera de plomo
Quizá alguien, al soñar mis utopías
conquiste el territorio
que me fuera negado, sin hacerse
ni tan irracional ni tan remoto.
Los Angeles, 5 de agosto de 2012
En mar de lentitud
Desnuda junto a mí… Reloj de arena,
tiéndete en la mesita, que tus granos
reposen en quietud, sin la incesante
caída de minutos. Este abrazo
requiere tiempo inmóvil;
quede cada reloj descoyuntado.
Tantas palabras en reposo yacen
que anhelan despertarse entre los labios,
con el nuevo regusto del momento;
temblorosa la piel reclama el tacto;
y en ambos vértices de tibios muslos
proyectos hay de acoplamientos ávidos.
Descolgué ya el teléfono,
y el timbre del portal desconectado,
no existe otra vivienda,
ni otra pareja en estos aledaños,
ni lanzarán los bronces
su clamoreo desde el campanario.
Solos tú y yo.en la alcoba,
con nuestros propios truenos y relámpagos.
Tan solos, tan abiertos, tan perennes,
y tan compenetrados.
Entenderás la voz de mi silencio
que tan íntimamente te está hablando,
y has de leer detrás de mis palabras
cada mensaje diáfano
tallado en la fachada de mi espíritu,
que a nadie he desvelado.
Esto requiere tiempo, mucho tiempo,
por eso en mar de lentitud nadamos.
Los Angeles, 6 de agosto de 2012
¿Qué te dicen las olas?
¿Qué te dicen las olas
cuando el atardecer, en claroscuro,
te espolea hacia el borde de la arena,
casi desierta ya de su barullo?
Cerradas las sombrillas,
plegadas las hamacas, al crepúsculo,
han huído los cuerpos bronceados,
y queda sólo, pertinaz, el tuyo,
sentada, no tendida,
contemplando el impulso
de la marea, que tenaz se afana
en llegar a tus pies, lamer tus muslos.
El mar tiene lenguaje complaciente,
sabe hablar en estrépito y arrullo.
A ti nunca te grita,
se te desliza audaz, sin disimulos,
en línea recta, como van los besos,
platónicos o lúbricos.
Le conversas, intensa, sin palabras;
te entiende y te responde; cada impulso
de su marea es léxico
que sólo tú comprendes, en tu mundo
de mujer otoñal, ensimismada
en tan gráfico, férvido discurso.
Te miro desde lejos, no me atrevo
a enturbiar el idilio. Me refugio
en la complicidad observadora
de quien, en cierto modo, es un intruso.
Pero quisiera descifrar las frases
que os cruzáis. Sólo escucho
su parte del coloquio,
idioma extraño, intenso, mas confuso.
La tuya, que tal vez yo comprendiera,
se hace en lenguaje mudo.
Oh, si pudiera hablar cuanto él formula,
y entender tu silencio y sus impulsos.
Los Angeles, 6 de agosto de 2012