Breverías
2771
No fue tan mágico el amor perdido,
la magia estuvo en ti, no en la otra parte.
La creaste a tu imagen, en rugido,
en arrullo, en entrega, en obra de arte.
Y ahora, que tu cristal se ha desteñido,
viene la realidad a despertarte.
No amaste a quien se fue; sólo has amado
a quien tu fantasía ha fabricado.
2772
Amé, perdí, lloré, pensé que el mundo
se me desmoronaba, mas en breve
volví a amar, y a perder. En lo profundo
del alma brilla el sol, y luego llueve.
Y me vi renacer a cada paso,
ya progreso o traspiés, porque no hay nada
definitivo en éxito o fracaso,
que no nos brinde nueva encrucijada.
La vida ofrece renacer constante,
y hay siempre, más allá, un albor radiante.
2773
Ella me enseñó a amar. Otros amores
habían sido meros espejismos,
sin sospecharlo yo, y sin rencores,
logré atascar sus propios mecanismos.
Mas un día partió, sin enseñarme
cómo dejar de amarla, y reanimarme.
2774
No llores por haber un tiempo amado,
y haber salido de ese amor herido.
Afortunado tú, porque has hallado
el amor con que tantos han soñado,
aunque lo hayas perdido.
2775
¿Por qué el encogimiento a la partida,
aunque desconozcamos el destino?
Múltiples muertes hay en cada vida,
cada una es sólo un alto en el camino.
Despedirse es morir en cierto modo,
mas cuando reanudamos el viaje
resucitamos; como siempre, en todo
se repiten los ciclos y el paisaje.
Poemas
Muchacha
Eres cuerpo estrenándose a la vida,
poco en tu haber, proyectos en demora.
Lentamente se irá redondeando
tu configuración, mientras se agolpan
curvas y prominencias a tu aspecto,
algunas que ya asoman.
Qué lento va el tictac de tus relojes,
que intentas madurar sin más demora.
Desarrolle la vida su programa
sin prisas, rellenándote las formas,
inaugurando surcos,
y floreciendo rosas,
que sólo son proyectos todavía,
mas ya casi al llegar, bajo la ropa.
No pienses que tal vez pasen de largo
por tu estación los trenes que ambicionas,
ni instigues el corcel en que cabalgas,
pues a destino tal, no se galopa.
Todo a su tiempo cuajará en ti misma;
casi sin percibirlo, se incorpora
la mujer que serás a la muchacha
de la que intentas escapar ansiosa.
Tanto horizonte azul dirá tu nombre,
y tantos, al llegar, verás en sombras.
Mas algo siempre habrá que te ilumine,
y eso valdrá por lágrima y congoja.
No te apresures, bella adolescente;
verso tras verso, sin saltar estrofas.
Los Angeles, 8 de agosto de 2012
Divergencia
Qué forma de quererme, en ciega espera,
pero sin esperanza discernible.
Tu piel, acantilado
en que se desmoronan imposibles.
Escuchas atabales en la noche,
y a la aurora violines,
pero yo no percibo sino el viento
a la orilla del río, entre los mimbres,
y no me dice nada su mensaje
como de alguien jugando al escondite.
Ves las rosas abriéndose, sus pétalos
de infinita blancura, o carmesíes,
y yo veo los troncos degollados
en la arboleda que por ellos gime.
Ves sobre el agua clara del estanque
deslizarse al crepúsculo los cisnes,
y yo tomo un martini en la terraza
en este atardecer de tonos grises.
Hemos trazado un ángulo, y las líneas
se alejan más y más. No son hostiles,
simplemente divergen,
aunque sin atinar a despedirse.
Y no tiene sentido
volver a las raíces.
Las cosas, las personas, van muriendo
desde su propio origen,
unas con más celeridad, conscientes
de su propio declive;
otras con la esperanza inquebrantable
de que todo, tal vez, será posible.
Mas lo único que siempre prevalece
es dolor y apatía. Y es tan triste…
Los Angeles, 8 de agosto de 2012
Desnudo vengo a ti
Desnudo vengo a ti, y en transparencia
de piel, sin arabescos ni espejismos.
Hazte luz, y penétrame hasta el fondo,
donde se desmadejan mis aullidos,
los que claman por ti en las soledosas
ansias nocturnas, entre amor e instinto.
Te miro como río vadeable
que invita a ser cruzado, mas no aspiro
a explorar otra orilla, sólo anhelo
el abrazo del agua en torno mío,
dejándome arrastrar por la corriente,
impasible a paisajes o destino.
Mis años de bohemio trashumante
han sido ya testigos
de cuanto el ojo acariciar quisiera,
o el tacto sueña, ya legal o ilícito.
Llevé en mis pies, en estos pies cansados,
polvo de cien caminos,
y versos, armonías y palabras
febriles, o triviales, en mi oído.
No tengo tiempo de explorar lugares,
ni personas, ni libros.
De todo despojado
vuelvo a ti, para el último capítulo
que mi carne y mi espíritu desean
escribir en tu propio pergamino.
Hazte luz, agua y brasa,
que llego a ti desnudo, sin vestigio
de tiempos ni países,
como la brisa, limpio.
Los Angeles, 9 de agosto de 2012
Tienen alas tus besos
Tienen alas tus besos,
y en torno a mí se agrupan, en desorden,
tropel de golondrinas
rehusando emigrar a otro horizonte.
Ni defenderme sé ni, de saberlo,
me opondría al acoso que me imponen.
Vuelen en torno mío,
y estimúleme el roce
de sus plumas sedosas,
leve tacto de labios en la noche.
Absorto los escucho
en sus veladas, entrañables voces,
de frescura de arroyo,
de rumores de bosque,
casi otra forma de volar, galante,
que en invisibles círculos me absorbe.
Ay, si hicieran sus nidos
en estas quietas soledades de hombre.
Incubaría en ellos mi memoria,
sin lapsos ni retoques,
porque no he renunciado a lo perdido,
ni a cuanto el porvenir tal vez esconde.
Los Angeles, 9 de agosto de 2012
¿De qué sirven los sueños?
¿De qué sirven los sueños,
sin poder ubicarlos al alcance?
Se adornan de colores y sonidos,
pretenden infiltrarse
con planes de futuro en nuestras vidas,
crispando corazón, cerebro y carne,
y cuando al fin se aburren de nosotros,
nos dejan solos, con un soplo de aire,
no más de lo que fueron,
sin cimiento o columna en que apoyarse.
Yo siempre les he dado
más credibilidad de la que nace
de su mérito propio,
o de los resultados que reparten.
Son la novia perfecta,
creada en magia y seducción de amante,
vista a otra luz en calidad de esposa,
distancia de soñar a despertarse.
Son espejos los sueños
en que esperamos descubrir el ángel
que aspiramos a ser, que nunca fuimos,
y en los que al fin nos vemos tan reales.
Y nos disgusta, y nos resulta triste,
pero eso somos, sueños naufragables,
recubiertos de adornos novelescos
que se nos caen un día, o se deshacen.
Los sueños son un más allá al que pocos
logran llegar. Y los que no, cristales
que en un punto imprevisto se fragmentan,
haciéndonos de nuevo irrelevantes.
Los Angeles, 9 de agosto de 2012
Rincón de los recuerdos
El rincón en que yacen tus recuerdos,
dentro de mí, no es ya la zona clara
que fuera tiempo atrás; se han enturbiado
las cristaleras diáfanas
que antes eran sonrisa,
negando al sol la entrada.
Las cosas nacen, las gozamos, mueren,
o tal vez, sin morir, se tornan agrias.
Aún percibo en el ático
siluetas sombreadas
de cuanto fuiste o intentamos juntos,
mas han perdido ya su forma exacta,
no son al tacto igual que fueran antes,
ni retienen calor ni olor a almohadas.
A veces subo a verlas,
tan silenciosas ya, ni hablan ni cantan,
e intentan enredarse a mi cintura,
como queriendo recobrar sus almas.
Mas expirada ya su hora de vida,
las mantengo a distancia.
Me desangré por ellas
cuando eran más que sombras, o palabras,
y no reavivaré viejos dolores
con la reencarnación de sus fantasmas.
Quédense allí, en la esquina
de viejos bártulos, arcones, ánforas,
que un día fueron parte de mi historia,
pero no profundicen en mis ansias.
Es triste caminar en cierto modo
con un fardo de muertos a la espalda,
pero la vida muere cada día,
y a cementerios vivos nos degrada.
Los Angeles, 10 de agosto de 2012
Viejas palabras
A veces todavía conversamos.
Ya no estás, y no hay voz, pero resurgen
las palabras de antaño, sigilosas,
desde sus diminutos ataúdes,
embozadas en capas de silencio,
mas con hambre de luces.
Las reconozco a todas,
como reconocía tu perfume
antes de que llamaras a la puerta.
Ciertas cosas se captan, o se intuyen.
Las veo, y casi, casi las escucho;
cada significado se trasluce
como asomándose a elocuente espejo;
son ellas, sin ser ellas, mas irrumpen
desde su fondo de cristal, instándome
a nuevo diálogo de azul y nubes.
Mas, náufrago de alturas,
reconozco mis límites. Me afluyen
situaciones de antaño,
cuyo estremecimiento me consume,
y quisiera calcarlas,
mas no se reconstruye
lo que, desmoronado, es bella ruina.
Se la contempla en su esplendor ilustre
de columnas truncadas,
de frisos mutilados, de techumbre
reposando a la par de los cimientos,
mas no se restituye
a un nuevo simulacro,
ni a su gloria de ayer, porque es ilustre
ahora en sus nuevos términos,
y no requiere ajuste.
Estos vestigios nuestros del pasado
viven, y constituyen
historia que, aunque en quiebra,
de su belleza clásica se nutre.
Y a ellos acudo en horas soledosas,
y escucho su silencio, que descubre
antiguos episodios,
rasgos semiolvidados, certidumbres
que juzgué haber perdido, y ciertas dudas
nunca tenidas, que ahora me confunden.
Ah, las viejas palabras,
de sabor agridulce.
Los Angeles, 10 de agosto de 2012
Mujer de intensidad
Era mujer de intensidad. Tenía
dos corazones, dos, bajo la blusa,
y con ambos me amaba tiernamente.
Convulsos plenilunios, firmes cúpulas,
en que logré estudiar astronomía,
cursar arquitectura.
Nunca, como en sus noches, he observado
tan radiante la luna;
ni palpado latidos tan sincrónicos.
Yo la amaba también, nereida y musa.
Era viento galante en torno suyo,
y era humedad de lluvia
desde el cimborrio a la linterna en alto,
delineando mis labios cada curva.
En alianza de contactos, firme,
incapaz de ataduras,
caricia era de brisa,
sobre mi mar, espuma,
y al fondo del instinto
leopardo en la jungla.
Era mujer de intensidad, amaba
desde cada relieve, cada gruta.
En torno a los cuarenta,
tan joven, tan madura.
Voluptuosa y torrencial, vestida,
tan candorosa y franca si desnuda.
Era inherente a mí, parte del alma,
y piel sobre mi piel; por su cintura
cruzaban casi todos mis temblores,
crispando su columna.
Alma y sensualidad entrelazadas,
amante de verdad, y de locura.
Los Angeles, 10 de agosto de 2012