Poemas de amor, de soledad, de esperanza de
Francisco Álvarez Hidalgo
Tránsitos

Índice

Poemas:
Ilusiones Todo fluye Cuando el sexo se aquieta Para morir nacimos Los sueños son disfraces Primero, desde lejos Te encontrarás, mujer Violencia de género
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Breverías

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Se me han acumulado muchos años, que no son otra cosa que peldaños en el ascenso hacia la propia meta. Conozco mucha gente octogenaria ya desde los veinte, y en materia de juicio, analfabeta. La edad, pura ficción, no es calendario, ni la revelan músculo ni espejo; la mente alerta en cada afán diario, no tengo tiempo de sentirme viejo.

2797
La primavera, con su luz radiante, sinfonía de tonos y rumores, es jardín que quisiéramos eterno. Pero su paso mágico, triunfante, es, en parte, versión de trovadores, por llegar precedida del invierno.

2798
No es sólido el amor que sólo vive de la risa, el retozo y el abrazo, sin certificación de adversidad. Cuando el gozo exterior se desactive, y la tragedia aseste su zarpazo, sabremos si se ha amado de verdad.

2799
La primavera es la sonrisa abierta, el verano es la orgía de vivir, la nostalgia en otoño se despierta, y el invierno, cerrándose la puerta, nos invita al letargo, o a morir.

2800
Soy lo que creo ser; o, más preciso, soy mi fe, mi propósito, mi credo, y en esto no hay lugar a compromiso, ni por soborno, represión o miedo. A quienes me censuren de insumiso, por inadaptación, porque no cedo, diré que me convenzan con razones, dándome otra verdad, u otras opciones.

Poemas

Ilusiones
Cada ilusión que tuve ha despertado, encontrando su aurora. Dormimos y soñamos, viendo imágenes sin verdadera realidad, que adornan ciertos rincones de la fantasía; les otorgamos vida, y se incorporan al quehacer cotidiano. Suelen ser ambiciosas, presumiendo de altura y consistencia, y nuestra fe sobre ellas se acomoda. Ahí está nuestro error, porque carecen de corporalidad; no más que sombras, si de un azul intenso, si de una silueta seductora, carecen de la vida que les damos, son un sueño, no mas, disfraz de gloria. Y al despertarse un día, nos dejan en la niebla, en la zozobra, como cuando alguien en quien confiamos, sin consideración nos decepciona. Las ilusiones nacen, y trotan, y galopan por las calladas noches del sentido, porque las necesita nuestra alforja, vacía de proyectos, o por la soledad de nuestra alcoba. Unas, cristalizadas, se nos quiebran por su fragilidad, como una copa. Otras, elaboradas con pétalos de rosas, concluyen marchitándose; y siendo hechas de luz, se apagan otras. Aún a sabiendas de su edad efímera, yo a todas acepté, con sus coronas de diamantes fingidos, sus atuendos de falsa púrpura, con sus dudosas palabras y promesas, como lejanas, lúcidas antorchas brillando en la distancia, consciente de dejarme un día en sombras. Por las calladas noches del sentido su ficticia existencia desarrollan, hasta que, al fin, amaneciendo, mueren, dejándonos la espina y el aroma.
Los Angeles, 21 de septiembre de 2012
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Todo fluye
“Todo fluye, todo cambia… No te bañarás dos veces en el mismo río” (Heráclito de Mileto (550-480 a.d.J.C)
Me preocupan las cosas que podrían de alguna forma ser modificadas. Las que ya son perfectas, o inmortales, queden en su distancia; ni su primor me afecta ni su perennidad crispa mi entraña. Persigo lo inexacto, lo incompleto, lo que admite mejora, cuanto me habla de alteración, o desarrollo, o giro, y ofrecerán mañana rasgos distintos de los de hoy, y tactos, y acentos, y matices. Las estatuas serán hoy como ayer; no me seducen; quiero vida en las cosas; vida y alma. ¿Años de interminable primavera? ¿Orquídeas estancadas en su primera fase, sin abrirse en fascinante flora, simples plantas? ¿Inmóvil mar, sin furia rompiéndose en la escarpa, o perdido el vaivén de la marea, sin avanzar sus juegos en la playa? Detesto un mundo inerte, incapaz de cambiar. Quiero ser agua, que, aunque sin forma propia. a cualquier cuenco o búcaro se adapta. Y quiero hacer lo mismo con cuanto cerca de mis manos pasa, cosa o persona, para que podamos seguir al mismo ritmo nuestra marcha. Si hoy me dices ‘Te quiero y siempre te querré’, que tus palabras no echen raíces en el mismo punto en que las dices hoy. Sean dinámicas, vayan contigo donde vas, y cambien como el camino que recorres cambia. Porque yo evoluciono cada día y si tú eres la misma, una mañana te miraré a los ojos, preguntándome: ‘¿Quién es esta mujer que me acompaña?’.
Los Angeles, 23 de septiembre de 2012
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Cuando el sexo se aquieta
No hay lugar como el lecho para hablarnos, cuando el sexo se aquieta. Sólo cuatro paredes, todo un mundo. ¿Quién necesita más? Tanta belleza en los desnudos blandos, adosados, apagado el fervor de la refriega. Pocas palabras antes. Muchas menos durante. Es la postguerra, con su dorada calma de armisticio, que desata las lenguas. A tal galantería te reclamo, sin exclusión de tacto. Son las yemas, trazando carismáticos senderos sobre la piel en calma, que se expresan. Dormido el arrebato, la mente se despierta. Tiempo del otro amor, del que se filtra fluyendo en confidencias. Tengo horas para ti, vidas tenemos sobresaltándose en sus madrigueras, pugnando por salir, con la blancura de la autenticidad, de la inocencia. El deseo es el lobo que repentinamente nos asedia, amordaza la mente, y exige su tributo. Las ideas permanecen estáticas, perdidas, por un tiempo, en la niebla. Ahora, que al lobo lo domina el sueño, conversemos, amor. Revolotean en torno a nuestro lecho preguntas y respuestas que nunca antes tuvieron la osadía de abandonar sus cuevas. En este lecho del amor ferviente, se proclama la tregua, y estandartes de paz van tremolando candor y transparencia. Háblame, hablemos. La quietud del lecho nos desnuda por dentro y nos enreda más que la furia del amor nos hizo vincularnos por fuera.
Los Angeles, 23 de septiembre de 2012
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Para morir nacimos
El tiempo, que marcaba cada paso, años atrás, a golpes de alegría, hoy ha adquirido un caminar sedoso, pasando de puntillas, con aire inadvertido, desatento. A esta mi edad, no sólo lleva prisa, lleva también sigilo, como ladrón, de noche y a hurtadillas. No me acongoja su apresuramiento; sé que el río anticipa la desembocadura, y acelera la marcha. La fatiga de su largo trayecto le presenta el mar como la tierra prometida, el descanso, la paz ambicionada tras tantos yugos, pérdidas, intrigas. Contemplo el calendario. Van cayendo las hojas, día a día, como si desprendidas de una rosa, exánimes, marchitas. Tuvieron su esplendor, tal vez soñaron su propia primavera indefinida, que fue un sueño, no más; como los nuestros, adormecidos ya tras las cortinas. Si reiteradamente nos engaña la vida, también nos alboroza, y nos obsequia con las mejores uvas de su viña. Y llega la hora en que se nos despide, a la que revestimos de noticia, de tragedia, más bien, horror, naufragio, siendo el último paso hacia la orilla en que la luz se desvanece, y luego… ¿quién puede ver allende la neblina? Para morir nacimos, un paréntesis somos, que palpita.
Los Angeles, 24 de septiembre de 2012
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Los sueños son disfraces
Escribo con pasión, sueño sin ella. El sueño es el disfraz que nos pusimos en momento de apremio, cuando, tal vez al borde del abismo, necesitamos alas para evadir carencias o peligros que a la prosaica tierra nos uncían. Quizá para la altura no nacimos. El disfraz no nos cambia, nos embauca, nos hace pretender. Es el castillo proverbial en las nubes, que al fin se nos derrumba. Un espejismo. Y por eso mis sueños son neutrales, lógicos, inequívocos. He tenido mis rachas de locura, de quimeras, visiones y delirios, cayendo todo sobre mí en pedazos, al recobrar mis dosis de realismo. Improbables proyectos de futuro, los sueños son de vidrio, y se quiebran al fin entre las manos. Los tuve. No los quiero. Son dañinos. Ah, pero toda mi pasión renace en la mente, en la mano, cuando escribo. Voy creando mi mundo, a mi manera; cuanto alguien me otorgara, lo revivo, lo afiligrano, labro y festoneo; y lo que no alcancé, lo idealizo con la capacidad que dan los años, fuerza de ayer y fuego de ahora mismo. De una manera o de otra, estoy en lo que digo. Con los pies en la tierra, y la galantería a mi servicio.
Los Angeles, 24 de septiembre de 2012
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Primero, desde lejos
Te conocí. Primero, desde lejos, desarbolando yo sexo y amores dispuestos al asalto; ya había entre tus sábanas un hombre. Ambos a mí cercanos, se imponía un cierto desapego en mis acciones. Mantuve encadenada a mi pantera, y acallé sus rugidos. Cada noche te nombraba en voz baja, recabando por respuesta no más que los mandobles hirientes del silencio, manteniéndome insomne. Tú, a tu vez, murmurabas mentalmente mi nombre, hallándote tu esposo distraída, navegante de utópicas regiones. La conexión habíase fraguado, aunque se demoró en salir a flote. Íbamos encendiendo luminarias que el otro no veía. Dos islotes sin conexión, aislados, y en sus muelles, anclados, sin partir, dos galeones. Avistaba tus velas a lo lejos, vislumbrabas las mías, y el redoble de lejanos latidos eran potros salvajes al galope, sin encajar en puntos intermedios, mutuo reclamo que ambos desconocen. Y un día, al fin, cayeron las barreras, y entretejimos muslos y sudores. Ah, cuánto tiempo, amor, evaporado. ¿Habrá alguien que tal vez nos lo perdone?
Los Angeles, 25 de septiembre de 2012
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Te encontrarás, mujer
Te encontrarás, mujer, entre mis versos, y pensarás tal vez que te conozco, Yo soy quien te he inventado, y absorbido la risa y el sollozo la soledad, la rabia y el deseo que presentías como tuyos propios. Tu vida late en mí, siempre ha latido, aun antes de escribir sobre tu otoño de doradas euforias, sobre tu primavera de alborozo, o tu invierno de extáticas nostalgias, y afectos melancólicos. Al visitar mis noches, te desnudo, y eres, sobre mi lecho, pudoroso candor que me fascina, y al instante lubricidad ciñéndose a mi tronco. He ahondado en tus anhelos, filtrándome en tu carne por los poros, en posesión de venas, que me llevan flotando a tus más íntimos fiordos, los que nadie jamás ha navegado. Eres de miel y de cristal; me asomo a la sima vital de tus secretos, que yo mismo excavé, y en su recóndito, más umbroso nivel, descubro el hambre que yo encendí en tu entraña, y el trasfondo de culpa, de vergüenza, que lo has dado, y aún a veces revienta por tus ojos. Te creé a mi manera; cuanto te di era alegre, luminoso, aunque haya quien lo tiña de aprehensión, de sonrojo. Que te ladren los perros del camino; pasa de largo, sin mimar sus lomos. Encuéntrate en mis versos, encuéntrate a ti misma, que eres todo lo que yo mismo soy, y mis sentidos no me amordazan, y hablo con aplomo.
Los Angeles, 26 de septiembre de 2012
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Violencia de género
I Y esta mujer…Esta mujer herida, se desangra por dentro mucho más que por fuera. Los zarpazos sobre la piel del alma, y el cerebro, sin rasgos aparentes, se traducen en íntimos lamentos. La agobiante tristeza de los ojos es su único reflejo, que intenta reprimir bajo los párpados, o en miradas lejanas, o hacia el suelo. Teme ser descubierta, su ignominia la condena al encierro. ¿Y cada contusión, cada hematoma, pregonando el abuso de su cuerpo? Lo intenta camuflar bajo sus prendas de mangas largas, pantalón vaquero, gafas oscuras, tenue maquillaje, y ocasional mentira. Los espejos le gritan la verdad cada mañana, mas no sabe acallarlos, sí temerlos. No sabe si odia o si ama todavía, su única realidad, dolor y miedo. II Se abre la puerta y el terror se instala al fondo de sus ojos. Es un fuego reduciéndose a brasa en sus ausencias, despertando en angustia a sus regresos. Su soledad es mal menor, supone cierta paz en su mínimo universo, la paz que nos circunda tras la explosión del trueno. Pero al llegar la bestia, es la tormenta que amenaza de nuevo, sin saber cómo o cuándo caerá el rayo, pues siempre habrá un pretexto. La bestia no razona, es fuerza bruta, tratando de ocultar ciertos complejos que le hacen inferior, y sólo el puño resuelve sus problemas. En los medios de trabajo, taberna, diversiones, utiliza el disfraz del hombre recto, sonriente y amable, o ingenioso, no la piltrafa que es bajo su techo. Y esta mujer…Esta mujer herida, no se sabe si más en alma o cuerpo, se estremece a la vuelta de la llave, e inmersa en sus quehaceres hogareños, contará los minutos hasta la próxima explosión. Ni el beso, ni la palabra tímida, o la media sonrisa en desaliento, lograrán detener la ira maldita que ha de estallar, porque no tiene freno. III Él grita y ella calla. Los golpes le enseñaron que el silencio es, aunque tenue, su única defensa. Ambos niños contienen el aliento tras la puerta entreabierta del pasillo, tantas veces testigos de un infierno que no entienden. ¿Y quién lo entendería? Ese será tal vez su gran secreto, como lo es de su madre. Y en sus noches, quizá, los mismos sueños, de la bestia feroz que los persigue, los encadena, los mantiene presos. IV La bestia es animal polivalente. Hace el amor, o tal vez sólo el sexo. ¿Amante o semental? Su rol de macho no admite dudas, pero sí el grotesco resultado obtenido de nueva posesión, ahora en el lecho. Víctima, una vez más, sobrecogida, la mujer es violada…por el miedo. V A ti, doctor, de aspecto respetable, diestro en la aplicación del escalpelo, pregunto: ¿Quién conoce la faceta de tus puños sangrientos, al reventar la piel de tu consorte en accesos de rabia? Te desprecio. Y tú, gerente de oficina, absorto en estados de cuentas, en los precios de ofertas y demandas, en contratos y acuerdos; tu imagen impecable en el trabajo no es la que entra en tu casa, a tu regreso, sino la del inculto delincuente que emplea la violencia como medio. Tú, catedrático, escritor, esteta, egregio caballero del arte, la belleza, la elegancia, proclamando en tu clase o documentos gracia, donaire, amor, delicadeza, la inefable cadencia del requiebro, la magia del eterno femenino, ¿cómo en casa eres furia y atropello? ¿Sólo con el endeble te haces fuerte? Si lo que haces es justo, ¿a qué el secreto? Y tú, albañil, burócrata, tratante, mecánico, taxista, carpintero, presumiendo de macho en la cantina, mas sin saber qué hacer con el cerebro. Si piensas con los puños, como en casa, quisiera ir a tu encuentro, y obsequiarte un monólogo de golpes, con el mensaje idéntico que inculcas a tu esposa con frecuencia, repugnante, maldito carnicero. VI Tales aberraciones abarcan el espectro de niveles de vida altos y bajos, de nobles y plebeyos, de proletarios y capitalistas, de intelectuales y de analfabetos. Porque la bestia extiende su maraña sobre todas las clases y abolengos. VII La mujer maltratada, recelosa, se oculta entre visillos por el miedo, y la debilidad, y la vergüenza. Desde la torre de la iglesia, al viento, doblarán las campanas, preguntarán las gentes quién ha muerto, y un nombre ha de sonar, uno de tantos, y nadie lo creerá, sino el grotesco señor de luto con fingida pena, y la hipócrita lágrima en el gesto. ¿No ha de haber la justicia de una daga que le atraviese el pecho?
Los Angeles, 28 de septiembre de 2012
Diseño: Carmen Álvarez
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