Poemas de amor, de soledad, de esperanza de
Francisco Álvarez Hidalgo
Diccionetos LXXVII

Índice

Sonetos:
Ajusticiar Alameda Alarmista Albergue Albornoz Alcahueta Alcurnia Alegría
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Breverías

3206
¿Preocuparme? ¿Por qué? Si algo me acosa, y puedo repelerlo, lo rechazo, y continúo alegre con mi vida. Si la amenaza ajena es poderosa, y no puedo vencerla, me disfrazo de indiferencia, olvido o despedida. Por cuanto es turbador e inevitable, ¿por qué habré de sentirme miserable?

3207
Las palabras son cáscaras de nueces, inútiles si el fruto se ha comido, y que el necio en su diálogo baraja. Si no aportas ideas, ¿qué me ofreces? No más que ruido absurdo, sin sentido, que en lugar de dar ánimos, ultraja.

3208
El llanto silencioso puede llevar recóndita elocuencia, cada lágrima cándido argumento. Mas percibir el grito doloroso gestándose en la entraña, es experiencia sólo asequible a enamorado atento.

3209
Dormir, soñar, tener entre las manos la lámpara asombrosa de Aladino, para hacer realidad mis tres deseos… Y luego despertar con siete enanos, una bruja maligna en el camino, y un lobo en incesantes merodeos…

3210
Me ausento de mí mismo cuando sueño, y en otro mundo azul de fantasía galopo, y vuelo, y varonil me adueño de lánguidas princesas, que a porfía me brindan su semblante más risueño, y en un canto nupcial, su anatomía. Me despierto; tú duermes a mi lado. ¿Cuántos príncipes te han enamorado?

Sonetos

3666 - Ajusticiar
Mimad al criminal, y en cautiverio tenga más privilegios que el mendigo que no faltó a la ley; sea testigo de nuestra absurda falta de criterio. Y en esta necia vocación de imperio que asigna apelativos de enemigo, y se adiestra a matar, ¿habrá castigo, o medalla tal vez? Oh, vituperio. Salvamos de la muerte al homicida, y arrancamos en guerra cada vida haciendo de sus actos caso omiso. Hipócritas de turno en el gobierno, ineptos fabricantes de un infierno tras haber prometido el paraíso.
Los Angeles, 3 de enero de 2014
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3667 - Alameda
Jugábamos, de niños, junto al río, bajo los olmos. Su gentil frescura abrazaba, en ingenua travesura, nuestros cuerpos menudos. Aún sonrío, recordando el alegre griterío, y alocadas carreras, la hermosura de tus trenzas doradas, tu lectura del librito de cuentos, que era mío. Nos separó la vida. Y hoy volvemos a esa misma alameda en que nos vemos con la complejidad de hombre y mujer. Ahora en silencio. Lo decimos todo a flor de madurez, de ese otro modo que a los amantes hace estremecer.
Los Angeles, 4 de enero de 2014
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3668 - Alarmista
Cada farandulero es un profeta de infortunios privados o sociales, más fidedignos cuanto más brutales, y según la ocasión, los interpreta. Parece ya escucharse la trompeta de los últimos tiempos; las señales, notorias son, y voces sepulcrales anuncian el colapso del planeta. Pero, ya charlatán, o evangelista, quien propugna la tesis alarmista, no sólo impulsa absurda fantasía, mas es predicador de su egotismo, y su única visión es de sí mismo como un pequeño dios…, con miopía.
Los Angeles, 4 de enero de 2014
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3669 - Albergue
Ya ha cubierto el invierno la montaña con su blanco mantón; sobre el tejado, hilo de humo sutil, blanquiazulado, traba nudos y los desenmaraña. El fuego en el hogar nos acompaña con su chisporroteo entrecortado. Tal vez de su manada extraviado, un lobo merodea la cabaña. Los abetos, inmóviles, serenos, montan su guardia secular; hay truenos en la distancia, apenas perceptibles. Y tú y yo, al interior, sin calendario, ni reloj, compromiso o vecindario, total y mutuamente disponibles.
Los Angeles, 4 de enero de 2014
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3670 - Albornoz
Del baño al albornoz, mágico instante en que ocultas tus íntimos primores, mas sin alzar baluartes defensores de lo que aspiras a entregar galante. Flácido el cinturón, equidistante de muslo y seno, tímidos sectores por igual, si elusivos, seductores en su fase inicial, insinuante. Yo, en el salón. Vienes a mí sin prisa, como mecida en ráfaga de brisa, mirándome a los ojos, sonriente. Giras sobre ti misma; en esa vuelta cae a tus pies el albornoz; resuelta te precipitas sobre mí, yacente.
Los Angeles, 5 de enero de 2014
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3671 - Alcahueta
¿Qué te traes entre manos, mi viejita, calle arriba y abajo, en aldabeo de puertas de doncellas en deseo, o tal vez de anhelante casadita? Maestra del amaño, de la cita, la palabra escabrosa, el devaneo, en cópulas traficas, y es tu empleo reunión de amantes, pero no gratuita. Celestina procaz, artes de amores nombras la ejecución de tus labores, mas ¿quién recoge de tu siembra el fruto? Quizás en cada encuentro hay mutuo gozo, pero también escucho agraz sollozo de quien lo juzga pago de tributo.
Los Angeles, 5 de enero de 2014
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3672 - Alcurnia
Te enorgullece el rango, la nobleza que de tu antecesor has heredado. Adquirida que fuera en el mercado, tendría igual valor, misma grandeza. ¿Cuál ha sido tu bélica proeza, tu galardón científico, el dechado que tu obra artística nos ha legado? ¿Serán plumas de cisne tu corteza? La gloria no se hereda, se fabrica. Sólo el propio quehacer nos certifica nuestra autenticidad, nuestro abolengo. El nombre no hace al hombre, es al contrario. Tu prosapia no es más que tu incensario, y si tú te sahumas, yo me abstengo.
Los Angeles, 5 de enero de 2014
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3673 - Alegría
Danzan en ti las musas y las horas, tu interior se enardece, se ilumina, saltando al exterior en cristalina diafanidad, en danzas seductoras. Por tu caudal de júbilo enamoras más que por tu belleza, que camina con él del brazo en cálida, genuina, afinidad de mentes soñadoras. Alborozo y primor viven unidos, hermanos siameses, definidos por su afán inequívo de amar. Si surge en ocasiones el fracaso, es solamente por quien va de paso, que tal vez sólo sabe bostezar.
Los Angeles, 5 de enero de 2014
Diseño: Carmen Álvarez
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