Poemas de amor, de soledad, de esperanza
de
Francisco Álvarez Hidalgo
Selección de los lectores
Edición N°14 - agosto 2015
Charles Edward Perugini - En el invernadero de naranjos (1878)
Charles Edward Perugini - En el invernadero de naranjos (1878)

Índice

Sonetos:
De cristal Deseo Voy a ti de puntillas Efímero Al borde de la almohada Viviendo en el pasado
Poemas:
Quisiera ver tus ojos A una mujer casada Hablar, pero en silencio ¿Y no vendrás a mí?

Breverías

2784
Me persiguen palabras omitidas cuando tuve a tus ojos escuchando con un ‘sí’ que no supe interpretar. Y ahora que las diría, desvestidas de inútiles adornos, voy llorando, incapaz de encontrarte, de olvidar.
Los Angeles, agosto de 2012

2785
Hacia dentro, mi amor, húndete, ahonda, horádeme el vigor de tu taladro, que tus brazos, anillos de anaconda, completen el perímetro del cuadro. Búscame el alma al fondo de la entraña, porque aún al recibir, opto a la entrega; cómo tu alma a la mía se enmaraña, y cómo la domino y me doblega.
Los Angeles, agosto de 2012

2851
La mayoría de los libros son repertorio de ideas en neblina, en torno a cuyo erial se arremolina carnaval de palabras en acción. Donde la idea en nimiedad naufraga, el vocablo navega a toda vela; y el lector, abatido, se consuela con el vino que endulza, mas no embriaga
Los Angeles, diciembre de 2012

Sonetos

2985 - De cristal
El eco de los pasos queda fuera, las palabras ajenas, los rumores. Silencio entre tú y yo. No hay ruiseñores despertando tan blanda primavera. Si arrastrara misterios, si tuviera insólitos enigmas interiores, quebrarían sus claves los fervores que hablan por mí en mutismo y a tu vera. Soy de cristal, de núcleo quebradizo, corteza transparente, y me deslizo sobre tu frágil, diáfana entidad. Me ves tal como soy, y yo te veo hasta el fondo del alma, donde leo en callada quietud tu intimidad.
Cantabria, 10 de mayo de 2012
3042 - Deseo
No escuches el consejo del asceta, de reprimir la garra del deseo; más bien déjalo libre; su ajetreo estimula el talento del poeta, y la sed del amante, que interpreta cada impulso, no ya como aleteo trivial, mas como fiero martilleo que robustece el hierro, no lo agrieta. Porque de hierro somos, no de arcilla, azagayas enhiestas en la orilla de un mundo casi nuestro, conquistable. Y para tal proyecto requerimos esa fuerza que sólo descubrimos en un hambre vital irrevocable.
Los Angeles, 5 de octubre de 2012
3043 - Voy a ti de puntillas
Voy a ti de puntillas. Si dormida, tu sueño acataré, no traigo oferta; y evitaré inquietarte, si despierta. No más por verte, yéndome enseguida. Aún llevo el alma enferma y encendida, ayer de ti poblada, y hoy desierta. No tengo que llamar; se abre la puerta por sí sola; soy gente conocida. Sus goznes me hablan en gentil chirrido, más de íntimo saludo que de ruido; sonrío levemente, y me adelanto. Te observo en el salón, sonrisa y fuego sobre no sé qué carta, y me repliego, a duras penas reprimiendo el llanto.
Los Angeles, 6 de octubre de 2012
3044 - Efímero
Aún recuerdo la luna, tan serena, mirándote a la cara, iluminada desde dentro y por fuera. Tu mirada se me hacía sonrisa, luna llena. El mar y su rumor. Sobre la arena, cada huella descalza dibujada por un paso de amor, queda borrada por el agua, que irrumpe y desordena. Me intimidó tan cíclico mensaje. ¿Habrá siempre en amor un oleaje obliterando cuanto el alma escribe? Hoy, mirando hacia aquella noche, pienso que el amor más afable, o más intenso, toca y se va; o de seguir, prescribe.
Los Angeles, 7 de octubre de 2012
3046 - Al borde de la almohada
Cada noche, al rondar la somnolencia, te dejo un beso al borde de la almohada. Nunca advierto el rumor de tu pisada, pero sé que has venido, por su ausencia. Él solo no se va; ni en connivencia con extraña mujer, ni en solapada, noctívaga abducción. Sólo tu entrada parece demostrar su evanescencia. Al filtrarse la luz de la mañana en mi alcoba, a través de la persiana, sé que has estado aquí, y te lo llevaste. Y la sensual, extática dulzura que percibo en mis labios, me asegura que, antes de tu partida, me besaste.
Los Angeles, 7 de octubre de 2012
3047 - Viviendo en el pasado
No sé si seductor o fascinado, fue una noche de amor, en que se expresa tanto que no se entiende; y mi promesa fue no volver los ojos al pasado. ¿Por qué mirar a lo que se ha cerrado, a cuanto ya no existe, y no regresa? Besa, mujer, le dije; besa, besa; atrapa el don que se nos ha otorgado. El don es un presente, y el presente es un punto en el tiempo, en el ambiente, que si no lo exprimimos, se evapora. Mutuamente aceptamos y ofrecimos; a la primera luz ambos partimos; y estoy viviendo en el pasado ahora.
Los Angeles, 7 de octubre de 2012

Poemas

Quisiera ver tus ojos
La muerte llegará, y estarás lejos, a mi postrera realidad, ajena; así has permanecido tantos años en los que yo te conservé tan cerca. Será una habitación vulgar y fría de cualquier hospital; las enfermeras entran y salen con el ajetreo de quien cumple monótona faena. Tráfico en el pasillo, donde distante cháchara se enreda. Miro al techo, de un blanco indiferente, donde escribir quisiera mi último grito en verso, con palabras que sangran y me queman. Y aparecen tus ojos en el aire, pálidos, tenues, como si temieran ser percibidos, como tantas veces los he visto flotar en mis quimeras, disipándose al fin, leves alondras en rápido aleteo, sombra y seda. Una vez más quisiera contemplarlos, no los de mi recuerdo, los que llevas abriéndote caminos, y acarician antes de que la mano prevalezca, que besan a distancia, que en silencio se expresan con más diafanidad, más arrebato que lo hiciera la lengua, los que taladran, se hunden y establecen en el alma su propia residencia. Quisiera ver tus ojos al fin de mi periplo por la tierra, antes de mi partida, capturarlos, bajar mis párpados, y abrir la puerta en ese mismo instante al mundo transcendente que me espera, dando el paso inicial, y último paso, a punto de extinguirse las estrellas.
Los Angeles, 21 de enero de 2010
A una mujer casada
¿Y si te visitara en sus ausencias, cuando estás sola y se te va la mano hacia las fisiológicas urgencias que hacen al ser humano tan humano? ¿Si en amplitud geométrica te abrieras, y en precisión mi bisectriz lograra conectarse a tu vértice…? Tus fieras rugirían en lúbrica algazara. ¿No tiene un mes, un año, de trabajo en lejanas empresas? Mira que todo yo me desencajo cada instante fugaz que no me besas.
Los Angeles, 3 de abril de 2010
Hablar, pero en silencio
Me has enseñado a hablar, pero en silencio; en ese estado puro en que los místicos hablan con Dios, desatendiendo el puente que nos brinda el lenguaje, tan equívoco que a menudo nos lleva por extraños caminos, o nos aboca inadvertidamente a incorrecto destino. Campo de minas es el diccionario; no siempre, al expresarnos, transmitimos fielmente aquello que el cerebro intenta, llegando adulterado a otros oídos. El lenguaje callado no requiere de aclaración ni excusa; por sí mismo se percata y expresa cuanto le dicta el alma, o el sentido. Y tú me oyes, sin voz, sin resonancia, leyéndome en los ojos cuanto digo, sin requerir exégesis, ni glosas, todo tan natural, tan cristalino. Las palabras nacieron en total desnudez, como los lirios, pero fueron vistiéndose a la moda de lugares y tiempos, y el bullicio fue transformando galas en harapos, lo diáfano en ambiguo, y su mensaje fue desvirtuándose. Pero no así contigo, porque, al comunicarnos sin vocablos, todo y sólo nuestro ánimo exhibimos. He invadido tus zonas más recónditas, como tú en mi interior has irrumpido, mas no en el zigzagueo del discurso, sino en la línea recta del mutismo. Pocos logran hablar con tal acento, menos aún comprender lo que decimos. Convérsame sin voz, y sin reservas, elocuente mujer en quien habito.
Los Angeles, 21 de julio de 2012
¿Y no vendrás a mí?
¿Y no vendrás a mí, tú, que me adosas palabras de humedad donde confluyen deseos y promesas, aleteos de sedosa blandura en amplitudes de muslos separados, arrebatos que entre sábanas tibias se introducen? No te he visto desnuda, todavía, pero me hablas en términos que nutren mi voluptuosidad. Sobre tu cuerpo tal vez escribes en color y luces cuanto quieres decirme, una lista tan larga, sin tabúes, cuanto aspiras a hacer, o en ti ser hecho, un día, al requerir que te desnude. Y yo casi lo leo, como escrito con jirones de nubes sobre el ancho y azul vientre del cielo, que nadie más descubre. Directo, tu lenguaje se hace tan convincente…; me sacude, me retuerce el sentido, y adormece la voz de otras llamadas, e introduce tu hambre, tu sed, tu brasa en mis entrañas, y nos une, nos une. Tu lecho, abierto ya, mas tan lejano que casi me destruye.
Los Angeles, 24 de julio de 2012
Libro de visitas