Poemas de amor, de soledad, de esperanza
de
Francisco Álvarez Hidalgo
Selección de los lectores
Edición N°3 - marzo 2015
Franz Eybl - Joven leyendo (1850)
Franz Eybl - Joven leyendo (1850)

Índice

Sonetos:
Sensualidad Silencio Ultima Frontera Lady Silencio
Poemas:
Los últimos momentos Besos dormidos

Breverías

817
Danza, mi amor, con gritos de victoria, como danzan los ríos en sus cauces, fugitivos de ayer y su memoria, que ya la noche duerme, sin historia, en las lánguidas ramas de los sauces.
Los Angeles, noviembre de 2001

1035
Mira al azul de cielo, idealista, que la ilusión nos viene de la altura; mira a la tierra, que hay una conquista a realizar, por cada desventura; mira de frente, con resuelta vista, que está sonando ya la hora futura; las máscaras lanzadas, al desnudo, que la verdad es el mejor escudo.
Los Angeles, marzo de 2003

1211
Al parir mis palabras, cada verso que escribo es un camino que abro, un gemido que elevo, faro que alzo en la roca, baluarte que derribo, un rosal que cultivo, un árbol que remuevo. Pero cuando navegas en mí por la lectura, soy el sueño que un día se estableció en tu mente, soy tu amor, y tu entrega, tu pasión, tu aventura, la luz de tu pasado, la sed de tu presente.
Santander, junio de 2004

Sonetos

299 - Sensualidad
“El amor es la poesía de los sentidos”. (Balzac, 1799-1850)
Desnúdate a la luz, tan lentamente, que mi deseo intente espolearte, y al semidescubrirme cada parte deba frenar el ímpetu impaciente. Es cada pliegue un diablo irreverente que descubre y encubre, sin mostrarte en tu esplendor total, y he de gozarte en pausado proceso intermitente. Mis ojos se han de transformar en mano que compelida de fervor pagano te arrancará la blusa de un tirón. Y en reciprocidad anudaremos nuestras extremidades, y caeremos de los retozos en la convulsión.
Los Angeles, 15 de diciembre de 1999
352 - Silencio
En cripta de silencio he residido, encadenado a amargas reflexiones, mientras alegres risas y canciones parecían haber enmudecido. Al callar tus palabras, qué estallido de soledades y renunciaciones, derramándose el alma a borbotones, sin rellenarla tú por el oído. No quiero hablar con mi dolor, que el eco de mi voz suena lúgubre en el hueco creado por la ausencia de la tuya. Háblame una vez más, porque si callas habré perdido todas las batallas, y no habrá nadie que me reconstruya.
Los Angeles, 8 de mayo de 2000
366 - Ultima Frontera
Logré conquistas en tu geografía que no pude sin ti haber alcanzado, pues para conseguir lo conquistado tu voluntad se unió a mi fantasía. Rendiste zona a zona, día a día; tu frente, nunca bien fortificado; en el recinto de la vida he entrado, y la región de tu palabra es mía. Llegué de esta manera a poseerte por no haber intentado defenderte; nunca un vencido más feliz que tú. Y hoy, de nuevo indefensa, y a la espera, he de adentrarme en tu última frontera, desvaneciendo el último tabú.
Los Angeles, 19 de junio de 2000
369 - Lady
A quien algo me da, entera me ofrezco; aunque nunca me den, siempre me doy; y tan segura de mí misma estoy que espero todo y todo lo merezco. De aquí arrancan mis celos: Aborrezco la caricia otorgada, si no soy receptora exclusiva; adonde voy, haré ver que soy yo quien pertenezco. Insisto en lo que quiero. Así lo digo en alta voz, hasta que lo consigo, y si ésta falla, con zalamerías. Pero nunca he tenido que esforzarme; que el tener junto a mí a quien sabe amarme, colma de gozo y paz todos mis días.
Los Angeles, 21 de junio de 2000
445 - Silencio
Mi voz, debilitada de llamarte, obteniendo silencio por respuesta, no formula quejido ni protesta, ni se cansa tampoco de esperarte. Enmudecer es ubicarse aparte, como se acerca más quien manifiesta abiertamente su opinión, y es ésta la que de ti preciso y quiero darte. Duerme en la sombra tu palabra, y clamo por susurrar, por escuchar un ‘te amo’ que surque el aire en ambas direcciones. Sale de mí, y no puedes percibirlo, y quedo sin saber si has de decirlo, cautivo del mutismo que me impones.
Madrid, 22 de abril de 2001

Poemas

Los últimos momentos
Una red invisible ha descendido filtrándose en mi cuerpo, red de debilidad y de dolores, agarrotando músculos y nervios, red que reduce, que imposibilita mi libre movimiento. Nunca emergió el fantasma de los años lóbrego, amenazante y al acecho; fui siempre un cachorrillo con predisposición perenne al juego. Pero hoy se cierne sobre mí una sombra, frente a mí se abre un túnel de silencio, y las voces amigas quedan atrás, lejanas, como un eco. Yo pensé caminar hacia el ocaso en marcha sosegada, paso lento, y me encontré, cansado peregrino, de repente al final de mi trayecto. Hay rumor de motores a la puerta, pero esta vez no tengo el vigor para alzarme, e inmóvil en el suelo permanezco. Ah, la manta fatídica, elevando mi dolorido cuerpo, como a mi dulce compañera Gipsy llevara en otro tiempo; cálida manta, suave, redentora, en cuyos pliegues me abandono envuelto, la carroza del último viaje emprendido sin miedo. Sobre la mesa estoy. Este recinto no es extraño, aunque sí lo es el momento. Tantas veces estuve en este lugar mismo, que no tengo ni temores a lo desconocido, ni hay en mi corazón desasosiego. Sé que es la hora de cruzar el puente, que ha llegado el momento de la definitiva despedida, y estoy en paz, sin dudas y dispuesto. Veo en torno de mí a quienes me amaron, sus manos en mi piel, los ojos llenos de lágrimas inmensamente tristes, y quisiera gritar cuánto los quiero. Pero sólo mis ojos hoy les hablan, y ellos lo entienden, siempre lo entendieron. Sé que su decisión no ha sido fácil, mas no hay alternativa, lo comprendo, para romper los lazos que me tienen a la miseria del dolor sujeto. Llega el doctor. Es como un viejo amigo de palabra cordial, de manso gesto. Y como siempre me acaricia afable, y en quietud lo contemplo. Siento el picor ligero de la aguja, pero no me estremezco. Parece que una niebla me rodea, y la serenidad me invade el cuerpo. Ya sólo veo tenues siluetas, y lentamente sin dolor me duermo. Vosotros, los que tanto amor me disteis a lo largo del tiempo, no me lloréis, que tengo nueva vida, y además viviré en vuestros recuerdos.
Los Angeles, 18 de diciembre de 1999
Besos dormidos
Vendrán los besos, y traerán silencio, y nos preguntaremos quiénes somos, dónde nos conocimos, qué buscamos, y tal vez nos respondan nuestros ojos, ignorantes del miedo a la palabra, pues la verdad les grita desde el fondo. Y al mirarnos, habrá una luz recóndita de tibio colorido melancólico, que abrirá perspectivas imprevistas, y que será en sí misma testimonio de algo que fue, que ya es insostenible, tan quimérico como el unicornio. Ayer los besos, aunque amortiguados, llevaban un clamor de intenso gozo, entretejían lágrimas y risas en verdes primaveras y en otoños, calendario de pétalos dormidos, dormido el tiempo sobre nuestros rostros. ¿Qué sucedió? Tal vez una mañana, a la orilla del río, entre los olmos, se despertó la niebla del cansancio, y repobló el paisaje de abandono. Y los besos se fueron marchitando, sin casi percibirlo, sin sollozos. Y hoy sólo son costumbre, su arrebato en retirada triste, sin retorno. Es hora de partir; se fue la magia, el temblor está en calma, el amor prófugo, los besos silenciosos, tan dormidos que no despertarán..., como nosotros.
Los Angeles, 30 de diciembre de 1999
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