1144 - Aldea
Me pierdo en las minúsculas callejas
ignorantes del sol, narcotizadas,
donde el eco vital de las pisadas
un día huyó como aluvión de abejas.
Las ventanas abiertas, tras las rejas,
invitaciones son condicionadas,
como a mirar sin ver las sombreadas
salas que frecuentaban las parejas.
El silencio es de plomo. Se adormilan
los tulipanes del zaguán, y oscilan
sus corolas en sueño intermitente.
Me apoyo en la pared, como quien toma
un sorbo de aire de tan dulce aroma,
y gozo de esta paz tan elocuente.
Los Angeles, 10 de septiembre de 2004