1268 - Madre
Tú que recoges todos los fragmentos
si la vida brutal me pulveriza;
mentor sentimental que me analiza,
y asienta en mis vocales los acentos.
Tú que, si acaso escuchas mis lamentos,
tiendes la mano que me cauteriza;
tú susurrante, cálida nodriza
que endulza al niño en mí sus descontentos.
Reciedumbre de alcázar en la escarpa,
delicadeza musical del arpa,
milagroso contacto nazareno,
inquebrantable amor, sin condiciones;
y ante las más hirientes transgresiones,
dices como el Rabí: “No te condeno”
Los Angeles, 16 de abril de 2005