1312 - Reflejos
Rompía la mañana. Era la brisa
amplia, leve caricia en el ciruelo,
despeinando las ramas. Por el cielo
surcaban naves de algodón, sin prisa.
Cuanto oído percibe, ojo divisa,
la estrofa que la alondra escribe en vuelo,
cada curva gentil del arroyuelo,
todo es el contraluz de tu sonrisa.
Voy, peregrino alegre, entre las cosas,
sin extender mi mano hacia las rosas,
sin envidiar la luz, el aire, el mar.
Te veo en cada acción, en cada objeto,
te llevo al cuello, mi íntimo amuleto.
No hay nada más que ver ni que escuchar.
Los Angeles, 16 de julio de 2005