1500 - Mi hora sedienta
Ayer te vi. Qué inesperadamente
llegó el otoño, sin pregón ni aviso;
racimos de oro emergen de improviso
colmándome las manos. Vehemente,
y envuelta sólo en brisa transparente,
avanzas hacia mí, temple insumiso,
como quien no requiere de permiso,
madura, y a la vez adolescente.
Materia moldeable y creadora,
arcilla yo también, y mano autora,
ambos de barro y ambos alfareros.
Hoy el azar benévolo combina
mi hora sedienta y tu agua cristalina,
ánfora compañera en mis senderos.
Los Angeles, 8 de julio de 2006