1607 - Aquellos tiempos, éstos
Eran los días que llamamos de oro,
dormido el tiempo, perdurable aurora,
cuando la juventud, que tanto ignora,
creyó saberlo todo. Cuánto añoro
su audacia, su desdén por el decoro,
su rebelde actitud provocadora,
los mitos de su mente soñadora,
su inquieta prontitud de meteoro.
Los más entorpecieron su carrera,
amansaron el nervio de su fiera,
y ciñeron los fríos de febrero.
Los menos fuimos madurez que aspira
a mantener antorcha, fuego y lira,
sin ser a nada o nadie forastero.
Los Angeles, 28 de diciembre de 2006