1610 - Yo nací para andar
Tuve una vez raíces tan ligeras
que se me hicieron pies; árbol andante
de cien brazos abiertos a la amante
clavada en melancólicas esperas.
El árbol quieto, de ansias prisioneras
en sus hondas raíces, ve delante
la misma panorámica asfixiante,
y es su destino pábulo de hogueras.
No quise estar; lo inalterable pesa,
y al fin es lápida glacial que apresa
los giros del espíritu, su vuelo.
Yo nací para andar, para el abrazo,
no para vegetar, y de un hachazo
ser abatido, inerte, sobre el suelo.
Los Angeles, 5 de enero de 2007