1804 - Sin promesas
Calla el eco, la rosa se marchita,
la nube pasa, el ánade se aleja,
y yo libo la miel, como la abeja,
ignorando a qué labios se la invita.
Cuanto a nosotros viene es de visita,
ofrenda en flor o gozo que festeja,
nos empapa de sol, y al fin nos deja
desolación de oscuridad maldita.
Todo amor en fugaz agua se baña;
quien dice ‘para siempre’ nos engaña,
y se engaña a sí mismo, si no miente.
Ámame sin programa o garantía;
si acaso lo fortuito estalla un día,
ni imprevisto será ni contundente.
Los Angeles, 8 de enero de 2008