1833 - La luz que fue
Me vio caído; sí, la que me amaba,
y no me dio la mano. Desolado,
la vi pasar, mirando hacia otro lado;
en mi interior, la fe se desangraba.
Saber que todo cuanto empieza, acaba,
no lo hace menos malaventurado;
ay, del bisoño amante confiado,
ay, del hábil, también, que no dudaba.
A veces se fluctúa, se recela,
pero en vez de movernos con cautela,
barremos la inquietud bajo la alfombra.
Y al fin la dura realidad devasta
la utopía que alzamos, y desgasta
la luz que fue, legándonos la sombra.
Los Angeles, 4 de marzo de 2008