1839 - Desterrado
Tenía el alma de clavel y acero,
exquisita, aromática y blindada,
con la afable caricia de la almohada
y el aplomo del yunque del herrero.
Se resignó a no amar; fue forastero
en cada puerta, siempre en retirada,
duda en la mente, fuego en la mirada,
de sus propios temores prisionero.
Y un día se rompió, quedó indefenso,
toda su fuerza en espiral de incienso,
dejándose invadir, enamorado.
Edificó un alcázar a su amante
sobre las nubes…, y llegó el instante
en que fue del alcázar desterrado.
Los Angeles, 11 de marzo de 2008