1857 - Tres de la mañana
Las tres de la mañana. Estás dormida
tan inmóvil como una adolescente
en estatua de mármol que, yacente,
flota en tumba de ermita derruída.
Ni el tiempo te ha rozado. Si la vida
pudo tocarte, fue tan gentilmente
como si un ángel, al besar tu frente,
te dejara de luz sólo vestida.
Nada se mueve en ti, tan sosegada
como si la postrera llamarada
de un fuego se acostara sobre el leño.
Oh, qué calma absoluta; aun siendo mía,
no he de besarte, porque quebraría,
como una copa de cristal, tu sueño.
Los Angeles, 25 de marzo de 2008