1888 - Bek
Ah, la mirada tranquilizadora,
clara y directa de mi perro, atento
sólo a mi gesto, en sumisión, contento
de yacer a mis pies, hora tras hora.
Feliz presento, cuando se incorpora,
mi muslo a su cabeza; en tal momento
me revelan sus ojos crecimiento
de animal en amigo, que me implora
suave palabra, prolongado roce;
ambos, tacto y sonido, reconoce
como idénticas formas de cariño.
No hay misterios al fondo, sólo afecto,
diafanidad, euforia, y me connecto
con él como lo haría con un niño.
Los Angeles, 18 de junio de 2008