1889 - Una voz, otras voces
No me puedes oir. Si en noche muda
te hablo en voz baja, o en ruidoso día,
si no tu oído, tu alma escucharía;
mi palabra, aun callada, te saluda.
Clamorosa palabra, nunca ruda,
sólo por ti vibrando en lejanía,
brisa y estruendo, gozo y agonía,
que a tu cintura, ajena a ti, se anuda.
Pero no la percibes, desatenta.
Si es la de siempre, ya no representa
lo que hoy, inquieta, de la vida exiges.
Otras voces erráticas te llegan;
tal vez lo que te dicen o te entregan
no es tan halagador, pero transiges.
Los Angeles, 18 de junio de 2008