1909 - Pedestal Nº 4
¿Quién a tu espalda observa la belleza
de tu alongada exquisitez desnuda
sin osar acercarse? ¿Por qué duda,
si sólo caminando se tropieza?
Ay, qué envidiable apremio, qué tristeza
no ser la piel rogada, la voz muda,
que tanto en llegar tarda, que se escuda
en silencio, temores o torpeza.
Mano tendida, labios entreabiertos,
ojos invitadores, ¿qué otros puertos
pueden brindarse a nave pasajera?
Ah, sí; carne rosada en curvatura,
círculos de altos centros, y apertura
que de astas asaltantes se apodera.
Los Angeles, 10 de julio de 2008