1957 - Su voz
La voz, su voz, me llega todavía
rodando suavemente, como un río
que prefiere la paz del regadío,
al encuentro del mar en lejanía.
Ella ya no lo sabe. Quizá un día
fue consciente, pero hoy es sólo mío
este placer de recordar; sonrío
porque esa voz es, más que suya, mía.
Partió, es verdad, y aunque dejó de hablarme,
todo cuanto me dijo, al aceptarme
desde el principio, permanece intacto.
Si bien sus labios al presente callan,
sus palabras son cánticos que estallan
sobre mi piel como lo fue su tacto.
Los Angeles, 17 de septiembre de 2008