2233 - Sed
Mis ojos no te ven, pero te veo
en cada amanecer, en cada ocaso;
al mío se une el eco de tu paso,
y me repite el olmo tu jadeo.
Vienes como un espíritu. Te leo
en cada libro que abro; si el fracaso
zarandea mi fe, llenas mi vaso
de optimismo hasta el borde, y me espoleo.
A mí adherida, sombra luminosa,
más elocuente por lo silenciosa,
cuanto más incorpórea, más tangible.
Mis confidencias sobre ti descargo,
pero ni oyes ni ves; oh, vino amargo
para mi ávida sed inextinguible.
Los Angeles, 22 de octubre de 2009