2274 - Amor de madurez
No sabía andar solo por la vida,
y tú, al acompañarme de la mano,
me diste fe, y visión, y ese mundano
arte de hacer la madurez florida;
o recobrar la juventud perdida
sin descontar la edad, que no me afano
a reintegrarme a tiempo tan lejano
renunciando a la práctica adquirida.
Contigo renací…, luciendo enteros
mis años sobre mí, pero ligeros,
plumas de las dos alas que me diste.
Sean altos los números. ¿Qué importa?
Arden a fuego lento cuando absorta
te aproximas al leño que encendiste
Los Angeles, 1 de diciembre de 2009