2275 - Horas perdidas
Despierto junto a ti cada mañana
con manos tibias, de tu piel espesas,
y el alma saturada de sorpresas,
mi audaz, conspirativa cortesana.
Dormí, dormiste. Con la luz temprana,
de tu sueño de arcángeles regresas,
y el mío desconectas, cuando besas
mis párpados cerrados. La ventana
ya es irrupción de sol. Las avenidas
se pueblan de rumor. Qué horas perdidas
en la inconsciente calma del reposo.
Oh, compañera de mis noches, y eco
de mis hondos impulsos; no hay un hueco
dentro de mí, contigo, soledoso.
Los Angeles, 1 de diciembre de 2009